Capitulo 1

EL PLAN MAGNIFICO DE DIOS PARA SALVACION
En nuestro estudio de la naturaleza de la salvación, debemos comenzar con un conocimiento de lo que el hombre es. La Biblia enseña que el hombre fue creado para adorar y servir a Dios. La Biblia también enseña que los hombres de su propia voluntad se han rebelado contra Dios y nunca desearán acercarse a Él. Por tanto, a causa de que es el deseo de Dios tener un pueblo para Sí mismo, Dios soberanamente escogió los individuos a quienes El planeó salvar.

En el principio, vemos en Génesis 1:26-27 que el hombre fue creado a la imagen de Dios. El ser creado a la imagen de Dios incluyó el hecho de que el hombre, o Adán, amó la justicia y la verdad porque Dios ama la justicia y la verdad. Además, Adán pudo escoger el obedecer o no obedecer a Dios. El era libre de obedecer a Dios voluntariamente porque el deseo estaba inherente en él como parte de la imagen de Dios. Así, él quedó delante de Dios como criatura responsable sujeto a responder por sus acciones. El fue advertido que llevaría sobre sí las consecuencias de la desobediencia en Génesis 2:17: "Mas del árbol
de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás".

Los resultados de su desobediencia son bien conocidas: La humanidad fué sentenciada a muerte, muerte física y muerte espiritual. La muerte espiritual es la separación eterna de Dios; es decir, por su desobediencia, el hombre sufrirá eternamente la ira de Dios en el infierno. El impacto del pecado inicial del hombre fue tan terrible que la misma naturaleza del hombre fue corrompida y la desobediencia a Dios vino a ser la norma. Como un adúltero quien insensata y estúpidamente vuelve una y otra vez a la ramera, así el hombre continúa desobedeciendo a Dios. El pecado de Adán fue de tan enorme alcance que la raza humana en su totalidad, que provino de Adán y de la cual Adán fue la cabeza, permanece en esta corrupción terrible. "De consiguiente, vino la reconciliación por uno, así como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó á todos los hombres, pues que todos pecaron" (Romanos 5:12).

En I de Juan 3:8 leemos, "El que hace pecado, es del diablo". En Colosenses 1:13 Dios declara que cuando El nos salva, El "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo".

En la parábola del trigo y la cizaña, Jesús nos informa en Mateo 13:38 que, "la cizaña son los hijos del malo". La esclavitud del pecado es descrita por el lenguaje usado en Romanos 6:16, donde Dios advierte, "¿No sabéis que a quien prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquél a quien obedecéis...?"

La naturaleza del hombre es el estar en constante rebelión contra Dios, y a causa de la enemistad del hombre hacia Dios, la maldición terrible de la ira de Dios continúa pendiendo sobre él. Satanás venció al hombre en el jardín del Edén, y el hombre se convirtió en esclavo dentro del dominio del pecado y oscuridad espiritual, que es gobernado por Satanás.

¿Es el Hombre responsable por sus Pecados?
Preguntas de suma importancia deben ser ahora enfrentadas: ¿La corrupción de la naturaleza del hombre y su esclavitud bajo Satanás, lo cual produce una condenación siempre en ascenso de la humanidad, minimizó o redujo la demanda de Dios de que el hombre sea sin pecado? ¿Llegó a ser el hombre en algún sentido tan impotente en su pecado que Dios no pudo ya considerarlo como responsable? Las respuestas a esas preguntas resolverán la aparente paradoja de la benevolente oferta de salvación de Dios a todos los hombres y el decreto electivo de Dios por medio del cual solamente los elegidos de Dios serán
salvos.

La respuesta a la pregunta de la responsabilidad ininterrumpida del hombre después de la caída se encuentra en la razón de su condición desesperada de esclavitud bajo el pecado y Satanás. Esta situación horrible no resultó de un antojo o capricho del destino; no resultó tampoco de Dios estallando en ira irracional sobre el hombre por la desobediencia. La condición es totalmente el resultado de las propias acciones del hombre.

Dios creó al hombre bueno, con toda bendición imaginable; y por motivo de que fue creado a la imagen de Dios, él era totalmente responsable de las consecuencias de su desobediencia. De esta manera, el hecho de que la misma naturaleza del hombre llegó a corromperse y que se convirtió en un esclavo de Satanás no disminuyó su responsabilidad delante de Dios por sus pecados. Hasta el presente día, el hombre continúa siendo responsable a Dios por sus acciones porque el hombre todavía es creado a la imagen de Dios, no importando cuán destrozada esa imagen pueda estar.

No nos sorprende leer que en el juicio, el hombre deberá rendir cuenta de todas sus obras a Dios. Mateo 12:36 dice, "Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". Romanos 2:5,6 declara:

"Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para tí mismo ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios; el cual pagará a cada uno conforme a sus obras".


Dios enfatiza que debe presentarse una respuesta. Romanos 14:10b-12 establece claramente que:

"Porque todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que a mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que, cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí".

II de Corintios 5:10 nos dice que:

"Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo".  Leemos en Apocalipsis 20 que en el trono del Juicio Cristo tendrá registrado todos los hechos de aquellos que comparecerán allí, y habrán de responder a Dios por sus hechos. Apocalipsis 20:12 declara:

"Y ví los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras"

Dios repetidamente enseña en la Biblia que el hombre debe responder por sus pecados. Por ejemplo, considere las palabras de Jesús en Lucas 13:34:

"¡Jerusalem, Jerusalem! que matas á los profetas, y apedreas á los que son enviados á ti, ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste! (Vea también Mateo 21:23-41 y 23:29-39)

En estos pasajes, Cristo habla a personas responsables que son creadas a la imagen de Dios; El no las rebaja diciéndoles que no son tenidas por responsables. Su declaración es que son completamente responsables por su rechazo de las propuestas de gracia hechas por Dios. Realmente, es más que una oferta; es un mandato de Dios a la raza humana de arrepentirse de sus pecados y tornarse a Cristo para salvación (Juan 6:29, Hechos 17:30, I de Juan 3:18-24).

Así, la Biblia da amplia evidencia de que la humanidad es totalmente responsable a Dios por sus acciones. Aunque toda la raza humana está en completa rebelión contra Dios, todos y cada uno de los seres humanos permanecen responsables delante de Dios.

Dios se manifiesta a Sí mismo al hombre
En tanto que todo ser humano está en en el terrible apuro de ser responsable por sus pecados, Dios se acerca con Su benevolente oferta de salvación. En primer lugar, El da al hombre suficiente evidencia de que Dios existe. Por el hecho de situar al hombre en una creación que está llena con maravillas incomprensibles, el hombre no puede escapar del conocimiento de que solamente un ser infinito podría haber traído todo esto a la existencia. Las estrellas, el bebé recién nacido, la rosa fragante - desde la más diminuta criatura hasta el universo - todos testifican del poder de Dios (Salmo 19:1, Romanos 1:18-23). Además, Dios muestra al hombre que El es un Dios misericordioso y amante que provee la benigna luz solar y las estaciones fértiles
(Hechos 14:17, Romanos 2:4).

Por otra parte, por el hecho de que el hombre fue creado a la imagen de Dios, hay un testimonio dentro de él. Intuitivamente el hombre sabe que el asesinato, el adulterio, y el robar son pecados porque hasta cierto grado la ley de Dios está escrita en su corazón (Romanos 2:14-15). Por intuición él sabe que el juicio se aproxima y que él debe dar cuenta por sus pecados (Romanos 1:32).

La reacción del hombre a las evidencias de la existencia de Dios, su reacción a las bondades de Dios (las cuales tan a menudo él las toma por sentadas), y su reacción al conocimiento de que es un pecador que será juzgado por sus pecados, es una mayor rebelión contra Dios. Pero el hombre ha pecado y el hombre debe cargar las consecuencias totales de sus acciones.

Finalmente, Dios se acerca con Su oferta suprema de amor. Dios ha esbozado esto totalmente en la maravillosa declaración escrita de Su voluntad, la Biblia. El hace pacto con el hombre de que si éste se acoge a las misericordias de Dios, si se arrepiente de sus pecados y confía su voluntad a Cristo como Señor, si pone su confianza en Cristo como Salvador para que Dios perdone sus pecados, Dios lo hará Su hijo y le dará vida eterna. Dios lo libertará de la esclavitud bajo Satanás y lo hará un ciudadano del reino de Dios. Juan 3:16 dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna".

Para hacer posible la oferta de vida eterna, Dios tuvo que hacer un enorme sacrificio.

El fue requerido proveer satisfacción completa del precio demandado por el decreto divino que establece que "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23) para toda persona que acepte la bondadosa oferta de salvación. El precio fue pagado por Dios mismo cuando vino como el Dios-hombre, Jesucristo, a soportar la ira de Dios a favor de aquellos que habrían de confiar en la oferta de salvación de Dios.

Si diez hombres de toda la raza humana creyesen en Cristo como sustituto por sus pecados, los sufrimientos de Cristo hubieran sido equivalentes al castigo merecido por esos diez hombres. Si un millón de personas confiasen en la oferta de reconciliación, los sufrimientos de Cristo hubieran sido iguales a una eternidad en el infierno por un millón de personas. Cristo obedientemente soportó la ira de Dios en nombre del número exacto de personas que se tornan a Dios y a su oferta de salvación; es solamente de esta manera que la justicia santa de Dios puede ser completamente satisfecha (Romanos 3:24-26, Romanos 5:8-9, Romanos 5:21).

Ningún hombre aceptará la oferta de Dios de Salvación
El hombre en su perversidad - en la corrupción de pecado que envuelve todo su ser - no aceptará la maravillosa oferta de Dios. El no será obediente al mandato de Dios de arrepentirse por sus pecados y creer en Cristo. Su enemistad natural hacia Dios, su lealtad inconsciente a Satanás, y su placer en sus pecados, todo obra junto para estimularlo a ignorar, despreciar, o ridiculizar la oferta.

La oferta de Dios es clara, sin escondrijos; es dada al hombre, quien fue creado a la imagen de Dios, a efecto de que el hombre pueda pensar los pensamientos de Dios como son, amar a Dios, adorar a Dios, y tener compañerismo eternamente con El. El hecho de que el hombre voluntariamente desobediente ha llegado a ser totalmente un esclavo corrupto de Satanás no disminuye o en sentido alguno invalida la bondadosa y maravillosa intención de la oferta de Dios de salvación. El hombre todavía es responsable delante de Dios. El hecho de que ni siquiera un hombre llegase a ser obediente a la oferta de Dios no hace la oferta menos bondadosa o la hace menos oferta de amor.

La oferta del amor de Dios, la cual es el Evangelio, con su mandato a la humanidad de creer en Cristo, debe ser manifestada a todo el mundo, pero ningún hombre de su propia voluntad reaccionará a ella. Más bien, codicia el pecado y hace todo lo que puede hacer para hacerla callar y rechazarla. La ausencia de vida en el hombre está sucintamente bosquejada en Romanos 3:10-20 y Efesios 2:1-3. Leemos en Romanos 3:11, "No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios". El hombre está tan espiritualmente muerto como Lázaro lo estaba físicamente muerto después de que su cuerpo se había corrompido en la tumba por cuatro días. No es sorpresa que la Biblia declare en Juan 6:44, "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere".   Ningún hombre es capaz de venir porque todo hombre está muerto espiritualmente.

Dios salvará a un Pueblo para Sí mismo.
Dios no queda frustrado en Su deseo de tener un pueblo redimido. El hombre no reaccionará de su propia voluntad a la bondadosa oferta y mandato de Dios de salvación, pero Dios desciende hasta el cieno y miseria del pecado humano para salvar a un pueblo para Sí mismo (Juan 6:37). Dios llevará hacia Sí mismo a tantas personas como El quiera llevar, y tomará precisamente a aquellas personas que El quiere tomar; El es el Redentor. El edificará Su iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Un ejemplo de las bellas descripciones del plan de Dios para salvación puede leerse en Ezequiel 34:11-16.

Antes de que Dios creara el mundo, en rectitud y justicia soberana, El escogió a aquellos que El salvaría (Efesios 1:4). La gente que El escogió no ha de ser salva porque sean en alguna manera, o en grado alguno, más santos o más dignos de salvación que aquellos que permanecen sin ser salvos; más bien, es totalmente la voluntad soberana de Dios de que El salvará a uno por gracia y dejará a otro bajo Su ira (Romanos 9:11-15).

Dios debe pagar, para aquellos a quienes El salva, el precio requerido por Su justicia perfecta. Así que Jesús se hizo pecado. El cargó sobre Sí mismo los pecados de todos aquellos que Dios, en Su gracia electiva, planeó salvar. Basados en la declaración de Dios en Juan 3:16, de que "todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna", podríamos declarar que Cristo estaba preparado para pagar los pecados de cualquiera en el mundo que a través del tiempo se habría de volver a Dios en fe y aceptaría la oferta de perdón. La verdad es, que esto significa que en todo el mundo Cristo es el único posible sustituto por los pecados. El pagó el precio por todos los que creen. Este principio está ciertamente sugerido por la promesa de I de Juan 1:9, que proclama, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad".

Por cierto, Cristo murió sólo por aquellos que fueron elegidos de Dios, porque solamente los elegidos obedecerán el mandato de Dios de creer en Cristo: Esto incluye a los creyentes del Antiguo Testamento y a cada uno los que vendrán a creer en el transcurso hasta el fin del tiempo. Esta verdad es ciertamente evidente en la declaración del ángel a José en Mateo 1:21, "Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". La frase "Su pueblo" no puede referirse a toda la raza humana. Si así fuera, doble riesgo ocurriría, ya que la Biblia claramente enseña que los no salvos deben pagar por todos sus pecados (Apocalipsis 20:12-15).

Cristo murió por aquellos que creen pero ninguno de ellos creyó de su propia voluntad. Solamente porque Dios inclinó sus voluntades y abrió sus ojos ellos reaccionaron al Evangelio. La intervención bondadosa de Dios ocurre solamente en las vidas de Sus elegidos. Dios irresistiblemente los atrae hacia Sí mismo (Juan 6:37,44). Ellos fueron dados a Cristo por el Padre (Juan 6:37,39, Juan 17:9,20); ellos fueron nacidos no de voluntad de hombre, sino de Dios (Juan 1:13).

Por tanto, mientras que en principio la expiación está disponible para todos y cada uno de los individuos en el mundo, en realidad la expiación cubre solamente los pecados de los elegidos, porque solamente los elegidos creerán en El. Lázaro estaba muerto y reaccionó al mandato de Jesús de salir de la tumba porque con la orden, Cristo lo capacitó para salir al darle oídos para oír, vida para reaccionar, y la voluntad para obedecer (Juan 11:43-44). Del mismo modo, Dios capacita a los muertos espiritualmente a fin de que puedan reaccionar al llamado del Evangelio.

Lastimosamente, la Biblia declara que el resto de la humanidad permanece bajo la ira de Dios. Cuando Cristo fue a la cruz a pagar los pecados, El estaba listo a pagar por todo aquel que confiase en Cristo como su Salvador. Jesús no pagó el castigo de aquellos que no reaccionarían obedientemente al mandato de salvación de Dios. Por tanto, ellos deberán comparecer delante del trono del juicio de Dios por sí mismos al final del tiempo. Dios declara en Romanos 1:18: "Porque manifiesta es la ira del Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres", y en Romanos 2:8-9:

"Mas á los que son contenciosos, y no obedecen á la verdad, antes obedecen á la injusticia, enojo é ira; Tribulación y angustia sobre toda persona humana que obra lo malo, el Judío primeramente, y también el Griego".

Dios de manera amenazadora decreta en Romanos 2:5:

"Mas por tu dureza, y por tu corazón no arrepentido, atesoras para tí mismo ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios"

En Apocalipsis 20:12-13 leemos:

"Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos; y otro libro fué abierto, el cual es de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fué hecho juicio de cada uno según sus obras" Si sus pecados hubieran sido pagados, ellos no tendrían que haber comparecido en el Juicio para responder a Dios por todos los pecados que cometieron. La ira de Dios nunca podría haber venido sobre ellos, porque tal condenación, después de Cristo haber pagado sus pecados, sería doble riesgo y violación de la justicia perfecta de Dios.

Cualquiera puede ser Salvo
¿Quién entonces puede ser salvo? Cualquiera que rinda su vida por la fe a Cristo como Salvador y Señor. Ni una tan sola persona que alguna vez con toda sinceridad buscó a Jesús será echada fuera. Nadie en el trono del Juicio de Dios en el último día podrá argumentar que buscó sinceramente la salvación. Aunque quizá buscó salvación, no pudo haber sido la salvación de la Biblia; debe haber sido una salvación ideada por su propia imaginación. Nadie que haya seguido la prescripción bíblica de un corazón contrito y humillado, que es el principio de la verdadera salvación, comparecerá delante del trono del Juicio.

Sorprendentemente, cualquiera puede saber que es uno de los elegidos de Dios por medio del arrepentimiento de sus pecados y haciendo depender su vida entera en Jesús. Dios advierte al hombre que haga firme su vocación y elección. Si alguno en confianza semejante a la de un niño y sin reservas se vuelve a Cristo, tiene pruebas de que es uno de los elegidos de Dios.

Después de que se haya tornado en obediencia a Dios y sepa que es nacido de lo alto, descubrirá en la incomparable Palabra de Dios que su salvación fue toda por gracia (Efesios 2:4-10). El conocerá que su salvación fue totalmente la obra de Dios, y que si Dios lo hubiese dejado sólo, él nunca podría haberse tornado a El.

El hecho de que el Padre decidió salvar a algunos y dejar que el resto vaya al infierno por sus pecados es asunto de Dios (Romanos 9:14-23, Efesios 1:4-5). Dios es el Creador y Redentor soberano, quien se glorifica por la salvación de los que creen (Efesios 1:6). El también es alabado por la ira del hombre (Salmo 76:10).

Lo verdaderamente asombroso no es que El no salvará a todos, sino lo verdaderamente maravilloso es que El haya salvado tan siquiera a uno de la raza humana. El hecho de que El salvó una vasta compañía de creyentes de toda nación y tribu y pueblo demuestra amor benevolente y condescendiente que hombre alguno comprenderá jamás. No necesitamos comprender para saber que es posible porque Dios nos dice en Isaías 55:8: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová".


Resumen del Capítulo Uno
Dios se acerca a la humanidad con una benevolente oferta de salvación para cualquiera que se acerque al Señor Jesucristo. En efecto, es más que una oferta - es un mandato de creer en Jesús como Salvador. Nuestra salvación puede ser lograda solamente por medio de Jesús porque alguien tiene que pagar nuestros pecados y Jesús es el único que pudo ser nuestro substituto y pagar el precio.

A causa de que el hombre es desesperadamente malo (Jeremías 17:9) y está muerto en sus pecados (Romanos 3:10-20), él no quiere aceptar la oferta de salvación de Dios; él no quiere obedecer el mandato de creer en el Señor Jesucristo y confiar en El como Salvador. El hombre rechaza rendir su voluntad a Dios; en la dureza de su corazón, él sigue su propio camino. La Biblia tristemente nos declara en Romanos 3:11, "No hay quien busque a Dios".

Aunque el hombre está muerto en sus pecados él continúa siendo responsable delante de Dios. A pesar de su ceguera espiritual y del hecho de que es un esclavo del pecado y de Satanás, él enfrentará a Dios en el trono del Juicio y responderá por todos sus pecados.

Dios, en Su voluntad y misericordia soberanas, declara en Mateo 16:18, "Yo edificaré mi iglesia". Es el propósito de Dios tener un pueblo para Sí mismo aún si ninguno escoge voluntariamente creer en Cristo como Salvador. Antes de la fundación de la tierra, Dios nombró aquellos a quienes El salvaría, y El atrae a Sí mismo a esa gente. El les abre sus ojos espirituales y ellos reaccionan a la oferta del Evangelio y vienen a ser salvos.

La respuesta a la pregunta, "¿Puede alguno ser salvo?", es "Sí. Cualquiera puede ser salvo si reacciona al Evangelio". Sin embargo, las únicas personas que reaccionarán en submisión a la Palabra de Dios, la Biblia, y seguirán obedientemente el programa de Dios para salvación son aquellas a quienes Dios atrae a Sí mismo. Ni una tan sola persona que enfrente el infierno en el trono del Juicio podrá decir, "Yo quería ser salvo bajo las condiciones de Dios pero no soy salvo porque no soy uno de los elegidos de Dios". Cualquiera que enfrente el juicio y el infierno estará allí porque no quiso el programa de salvación de Dios. El pudo haber deseado la salvación en sus propios términos, pero no quiso la salvación de Dios, y por lo tanto tiene que responder por todos sus pecados.

El Plan Electivo de Dios
Continuaremos nuestro estudio de la salvación en cuanto a su relación con la predestinación y el programa electivo de Dios. El bosquejo que seguiremos es el acrónimo TULIP, que ha sido usado por la iglesia y luce de esta forma:

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