Capitulo 2

T= Total Depravación

La depravación total del hombre es un concepto desagradable que divide la iglesia más que cualquier otra enseñanza doctrinal en cuanto a la salvación. Mucha gente en la iglesia está de acuerdo en que Dios nos atrae hacia El y que una vez salvos somos siempre salvos, pero tienen dificultad en cruzar la línea y reconocer que el hombre es depravado, muerto espiritualmente, e incapaz de dar el primer paso hacia Dios. Ellos insisten en la posibilidad de elección libre de parte del hombre o su libre albedrío para decidirse por Cristo. Llegan a la conclusión de que Dios ha hecho todo lo que El puede hacer, y ahora depende del hombre tomar acción.

Examinaremos cuidadosamente la Biblia y dejaremos que la Biblia nos hable a nosotros para aprender la verdad de Dios en este asunto. Observaremos algunos versículos que ya hemos cubierto en este estudio, pero merecen repetirse porque son importantes. Leemos en Efesios 2:1-5:

"Y de ella recibisteis vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en que en otro tiempo anduvisteis conforme á la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia; Entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro
tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.   Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos".

En estos versículos Dios está hablando a aquellos que han venido a ser Sus hijos. El no está hablando aquí de aquellos que permanecen en sus maldades y cuyo destino es el infierno.

¿Qué dice Dios acerca de cada persona que es salva? Dios dice que tal persona estaba muerta; era espiritualmente un cadáver. "Andaba conforme a la condición de este mundo". En otras palabras, vivía exactamente como el mundo que permanece en incredulidad.

Entonces Dios dice, "conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia". Con esas palabras, Dios declara que esta persona era esclava de Satanás y caminaba conforme a los caminos de Satanás. Recuerde que Jesús dijo a los fariseos en Juan 8:44, "Vosotros de vuestro padre el diablo sois".

El versículo 3 de Efesios 2 declara que esa persona y los no salvos vivían, "en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás". Esta es nuestra condición terrible y rebelde cuando Dios nos halla y nos salva. La descripción corresponde a todos los no salvos en el mundo, incluyendo a la persona que parezca ser la más malvada y a la que cree que es moralmente recta.

¿Cómo puede tal persona ejercitar libre albedrío? ¿Cómo puede decidir acercarse a Dios? Ella está espiritualmente muerta; su voluntad está vendida a Satanás. Es un cadáver. Quizá pueda argumentar que tiene libertad de escoger a Dios, pero nunca escogerá acercarse a Dios por medio de Cristo. En la libertad de su voluntad siempre escogerá estar contra Dios porque en su naturaleza depravada se halla en completa rebelión contra Dios.

El estado terriblemente rebelde del corazón del hombre está descrito más a fondo en Jeremías 17:9: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?". Jesús señala la terrible depravación del corazón del hombre en Marcos 7:21-22:

"Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos,
los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias,
las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias,
la soberbia, la insensatez".

Con razón Jesús dijo a los fariseos en Mateo 23:27:

"¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad"

En estas palabras nuestro Salvador describe la condición no salva de algunos líderes de la iglesia, pero la descripción de sus corazones se ajusta al corazón de toda persona no salva. En Romanos 3:10-18 Dios enfatiza el lamentable estado del hombre cuando es medido según el modelo de la santidad de Dios. Dios declara en Romanos 3:10, "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno". Tenemos que reconocer que ninguno es justo, incluyendo aquellos que vendrán a ser creyentes. La Biblia continúa en Romanos 3:11-18:

"No hay quien entienda, No hay quien busque á Dios; Todos se apartaron, á una fueron hechos inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno: Sepulcro abierto es su garganta;    Con sus lenguas tratan engañosamente; Veneno de áspides está debajo de sus labios; Cuya boca está llena de maledicencia y de amargura; Sus pies son ligeros á derramar sangre; Quebrantamiento y desventura hay en sus caminos;
Y camino de paz no conocieron; No hay temor de Dios delante de sus ojos."

Esta es la terrible acusación a la raza humana. Dios nos muestra cuán miserables pecadores somos comparados con la santidad divina. El cierra la puerta a cualquier posibilidad de que alguno de su propia libre voluntad pueda tornarse a Dios cuando El dice: "No hay quien busque a Dios". Dios describe al hombre como un desesperado pecador, uno que está muerto espiritualmente. Su garganta es un sepulcro abierto; es decir, todas las palabras de su boca proceden de una tumba de carne en corrupción. Es una declaración desagradable y expresa nuestra ausencia de vida. ¿Cómo puede decirse que cualquiera puede tornarse o que se tornará a Dios de su propia libre voluntad? Debemos absorber esta verdad terrible. Es verdad de Dios que estamos muertos espiritualmente antes de ser salvos. Somos tan depravados en nuestra naturaleza que nunca le buscaríamos a El de nosotros mismos. Nuestra ausencia de vida en tanto que permanecemos sin salvación es enfatizada aún más en Juan 5:24, donde Dios dice:

"De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra,
y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna;
y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a vida"

Estamos muertos en nuestros pecados. Solo Dios puede darnos vida.

El Evangelio es Predicado a Gente Muerta
En I de Pedro 4:6 leemos:

"Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu según Dios".

Por supuesto no predicamos a cadáveres físicamente hablando; no acudimos a un cementerio y predicamos a los cuerpos que están en las tumbas. Predicamos a gente que tiene vida y aliento y existencia consciente, pero Dios dice que el Evangelio es predicado a los muertos. Estamos muertos espiritualmente antes de ser salvos; por consiguiente, de nuestra propia voluntad nunca nos acercaremos a Dios.

Maravillosamente, este versículo nos dice lo que sucede a aquellos que reaccionan al Evangelio y experimentan el amor de la salvación de Dios. El versículo 6 dice, "para que sean juzgados en carne según los hombres", es decir, ellos van a experimentar la muerte física, pero "vivan en espíritu según Dios". En su existencia espiritual, en su alma, donde experimentaron la resurrección cuando fueron salvos, ellos vivirán para Dios.

Cristo declara en Juan 6:44, "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero". La palabra "puede" en este pasaje es una palabra que significa que ninguno tiene el poder de venir a Cristo. Ninguno tiene la fortaleza para acercarse a El; estamos muertos espiritualmente. Solamente porque nuestro Padre celestial nos atrae hacia Sí podemos acercarnos a El.
Previamente en nuestro estudio mencionamos a Lázaro, quien estuvo muerto por cuatro días y estaba en la tumba. Era un cadáver hediondo, y sin embargo Jesús le habló a ese hombre muerto, tal como nosotros hablamos a los espiritualmente muertos (I Pedro 4:6). Jesús le dijo en Juan 11:43, "Lázaro, ven fuera". ¿Tenía Lázaro la capacidad de salir? ¿Podría él salir a causa de que él físicamente oyó la voz de Jesús? No, él no pudo oír; él estaba muerto. El nunca podría salir. Si usted pudiera ir a un cementerio y llamar durante mil años a la gente para que salga, ni una tan sola persona saldría porque están muertas, y eso muestra cuán muertos espiritualmente estamos.

El cadáver de Lázaro en la tumba es una figura de nuestra condición espiritualmente muerta antes de ser salvos. Dios usa este evento histórico para enseñar la verdad espiritual acerca de la naturaleza de la salvación.

El lenguaje usado para describir la muerte de Lázaro y su resurrección milagrosa muestra que el evento es figura de la salvación. En tanto que hablaba con Marta acerca del muerto Lázaro, Jesús dijo en Juan 11:25, "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Esta hermosa promesa se refiere totalmente a la salvación; Jesús levantó a Lázaro a fin de probar que Su promesa es fidedigna. Lázaro fue resucitado físicamente y nosotros que creemos en Cristo seremos resucitados espiritualmente. Lázaro no tenía poder en sí mismo; él estaba muerto. El no pudo de su propia voluntad resucitarse físicamente, y sin embargo resucitó físicamente. Del mismo modo, estamos muertos espiritualmente antes de ser salvos. No tenemos ningún poder; por tanto, no podemos resucitar espiritualmente. Al venir el Evangelio a nosotros, resucitaremos si es la voluntad de Dios resucitarnos, como El levantó a Lázaro de los muertos. Esto es lo que la Biblia enseña. Estamos muertos y nuestras propias acciones no pueden contribuir para nuestra salvación. No hay tal cosa de libre albedrío en la cuanto a lo que concierne a la Biblia.

La Doctrina del Libre Albedrío es Antitética a la Enseñanza Bíblica de nuestra Ausencia de Vida Espiritual
Me temo que algunos se aferran tenazmente a la idea de libre albedrío porque ésta les proporciona un poco de crédito por su salvación. ¡Oh, quizá sepamos y admitamos que es por medio de la gracia que somos salvos! Pero, ¡oh, cuánto deseamos recibir aunque sea un poco de crédito! ¿Podemos tener un poco de reconocimiento por lo que hemos contribuido para nuestra salvación? Esa es nuestra naturaleza.

Suponga que hemos horneado un hermoso pastel o hecho otra cosa que exhibe nuestro arte manual. Después que hemos trabajado arduamente en ello y vemos que nuestra obra es hermosa, entonces nos sentimos mal si nuestros amigos se olvidan de felicitarnos por el trabajo de nuestras manos. Así es como estamos diseñados; queremos recibir elogio por lo que hacemos, y queremos cierta alabanza en cuanto a nuestra salvación.

Si yo me torné a Cristo por mi propia libre voluntad, entonces en alguna manera me siento un poco mejor que mi vecino no salvo. Después de todo, yo reaccioné al Evangelio y él no; por tanto, yo puedo recibir un poquito de crédito aunque yo sé que básicamente mi salvación depende de lo que Cristo ha hecho.

La Biblia dice no. Estamos muertos en nuestros pecados, y no hay manera en que podamos ser salvos a menos que Dios nos atraiga hacia El. La Biblia dice en el Salmo 51:2: "Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado", y en el mismo Salmo 51, versículo 17, dice: "Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios". Es totalmente la obra de Dios.

El Peligro de la Doctrina del Libre Albedrío
Hay algo muy inquietante acerca de la doctrina del libre albedrío. Es un asunto muy serio, y la Biblia nos dice por qué. En Números 15:32-34 leemos acerca de una persona que recogió leña en el día de Reposo:

"Y estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre
Que recogía leña en día de sábado.
Y los que le hallaron recogiendo leña, trajéronle a Moisés y a Aarón,
Y a toda la congregación:
Y pusiéronlo en la cárcel, porque no estaba declarado
Qué le habían de hacer".

Hasta donde podemos decir, este hombre guardaba el Sábado como fue mandado, pero cometió lo que parece ser un pecado muy incidental; él recogió unas cuantas piezas de leña. Ciertamente esto no es un pecado grave, ¿no es cierto? Pero Dios dice en los versículos 35-36:

"Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre;
apedréelo con piedras toda la congregación fuera del campo.
Entonces lo sacó la congregación fuera del campo,
Y apedreáronlo con piedras, y murió; como Jehová mandó a Moisés".

¡Qué horrible castigo por tal pecado incidental! ¿Por qué es esto? ¿Por qué puso Dios esto en la Biblia? Es una advertencia dramática a nosotros a no mezclar obras con la gracia de Dios.

El Día de Reposo del Antiguo Testamento es un cuadro de nuestra salvación en el Señor Jesucristo. Cuando la nación de Israel descansó en el día séptimo de todas sus labores, estaban supuestos a no hacer obra de ninguna clase. Así, también, cuando somos salvos, debemos descansar por completo en el Señor Jesucristo. El ha hecho toda la obra que se requiere para salvarnos. El Día de Reposo del Antiguo Testamento era una figura de la salvación que Dios proveería por medio de nuestro Salvador. Antes de ser salvos, obramos a fin de quizá poder de alguna manera ganar entrada al Cielo por nuestras propias acciones. Después de ser salvos, descansamos de nuestras obras y simplemente confiamos en Cristo, quien ha hecho toda la obra. Descansamos en la gracia de Dios cuando somos salvos, tal como los hijos de Israel descansaron en el Día de Reposo.

Por tanto, cuando el hombre recogió leña, su acción era semejante a la acción de uno que dijera, "Sí, soy salvo por gracia, pero mi obrar ha contribuido un poquito. Puedo hacer un poquito de trabajo para mi salvación". Dios dijo que el hombre que recogió leña tenía que ser apedreado hasta morir. Ser apedreado hasta morir en el Antiguo Testamento indicaba que tal persona estaba cayendo en la condenación del infierno. Este asunto tan doloroso sucedía a quienes fueron tan particularmente pecadores. Su muerte era un cuadro de la ira de Dios que cae sobre el pecado, lo cual resulta en condenación en el infierno. De esta manera, por medio del relato del hombre que recogió leña, Dios enseña que si tenemos un programa de salvación que es mayormente gracia pero también requiere un poquito de nuestro propio trabajo, entonces todavía estamos bajo condenación.

¡Qué pensamiento más amenazador! Qué cosa tan terrible; pero no necesitamos preocuparnos acerca de ello si nos disponemos a seguir las Escrituras y creer lo que leemos en Efesios 2, Romanos 3, Juan 5:24, y los otros pasajes que nos dicen que estamos muertos en nuestros pecados y que no tenemos libre albedrío. Dios mismo y sólo Dios nos salva. Solamente Dios ha de recibir la gloria por nuestra salvación.

Pasajes que Aparentemente Enseñan Libre Albedrío
Algunos pasajes parecen indicar que tenemos libre albedrío, por ejemplo, Dios declara en Apocalipsis 22:17:

"Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y el que oye, diga: Ven.
Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome
del agua de la vida de balde".

Este versículo no indica que cualquiera de su propia voluntad pueda tornarse al Evangelio, el cual es el agua de vida. Este versículo simplemente dice que la oferta benevolente de salvación de Dios está disponible a toda la raza humana. Si alguna persona se torna a El, Dios lo salvará. Cuando leemos este versículo a la luz del resto de la Biblia, sabemos que ninguno de su propia voluntad se tornará a Cristo porque no hay quien busque a Dios (Romanos 3:11). Así, en tanto que Apocalipsis 22:17 es una promesa de Dios, nunca impulsará una reacción en alguno a menos que Dios lo atraiga.

Apocalipsis 3:20 es usado frecuentemente por aquellos que desean retener algún aspecto del libre albedrío. Allí Dios declara:

"He aquí yo estoy a la puerta y llamo:
si alguno oyere mi voz y abriere la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo"

Si este versículo es leído rápidamente, parece indicar que la persona que responde a Cristo está haciendolo de su propio libre albedrío. Si leemos este versículo muy cuidadosamente, notamos que dice, "Si alguno oyere mi voz". ¿Puede un hombre muerto oír la voz de Dios? ¿Pudo Lázaro oír la voz de Jesús? La respuesta es, "Por supuesto que no. El no podía oír la voz del Salvador; él estaba muerto". Pero él sí escuchó la voz de Cristo. El oyó, y vino fuera.

Del mismo modo, los muertos espiritualmente de sí mismos no pueden oír con entendimiento el llamado del Evangelio. Aquellos que responden lo hacen tan sólo porque Dios les da oídos espirituales para oír. Así como Dios le dió al muerto Lázaro oídos físicos para oír y fuerza para responder, así Dios nos da oídos espirituales para escuchar si El nos está atrayendo hacia Sí. Apocalipsis 3:20 no enseña libre albedrío. Simplemente indica que si tenemos oídos para oír, entonces responderemos, pero los oídos para oír deben venir de Dios.

Es significativo que Dios repetidamente declara en el libro de Apocalipsis: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias" (Apocalipsis 3:6). Solamente aquellos a quienes Dios está atrayendo, aquellos a quienes Dios está salvando, tendrán esa clase de oído. Por tanto, este versículo también da corroboración Bíblica a la enseñanza histórica de total depravación.

Debemos de concluir que el principio de total depravación es completamente bíblico y que resistirá el examen más minucioso de las Escrituras, pero es absolutamente opuesto a la idea del libre albedrío. Un evangelio que promueve la idea de que cualquiera tiene libre albedrío para escoger a Dios es contrario a la Biblia.

Cuando no somos salvos, nuestra voluntad está vendida al pecado y a Satanás. Podríamos insistir que nuestra voluntad es libre, pero en nuestra condición no salva, nuestra voluntad es siempre contraria a la voluntad de Dios. Nunca por nosotros mismos vendremos a Dios porque la Biblia recalca, "no hay quien busque a Dios" (Romanos 3:11). Si usted desea llamar a eso "libre albedrío", el que siempre vayamos en contra de Dios, hágalo si quiere, pero ese no es el significado adscrito al libre albedrío cuando la gente dice, "De mi propia voluntad he decidido ser salvo". Su significado es que cualquiera puede venir a Cristo por un acto de su voluntad, el cual no está bajo ninguna coacción de Dios. Del mismo modo, la idea de que Dios nunca impondrá Su voluntad sobre quienes rechazan a Cristo y sobre quienes así permanecen perdidos de su propia libre voluntad es una imposibilidad Bíblica y una doctrina peligrosa.  Cuando Josué ordenó al antiguo Israel "escogeos hoy a quién sirváis" (Josué 24:15), ¿estaba Josué sugiriendo que el hombre tiene libre albedrío? Cuando leemos Josué 24:15 cuidadosamente, descubrimos que el mandato de Josué de escoger no consistía en elegir entre Dios y Baal, sino que era elegir entre una falsa religión y la otra. En Josué 24:15 leemos;

"Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis;
Si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres,
cuando estuvieron de esa otra parte del río,
o a los dioses de los Amorreos en cuya tierra habitáis:
que yo y mi casa serviremos a Jehová"

Dios no nos da la alternativa de sí o no creeremos en Cristo. Dios manda a la raza humana a creer en Cristo. Leemos en I de Juan 3:23:

"Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre
de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos unos a otros
como nos lo ha mandado".

Si algunos versículos en la Biblia implican que una alternativa tiene que ser escogida, Dios siempre manda cuál debe escogerse. El mandato es que debemos volvernos a Dios. Debemos fielmente llevar el Evangelio, incluyendo el mandato de Dios de creer en Cristo.

Debemos darnos cuenta de que solamente aquellos a quienes Dios atrae - aquellos a quienes El ha escogido para salvación - obedecerán y reaccionarán a la oferta del Evangelio. También debemos darnos cuenta de que hemos sido comisionados por Dios para hacer la oferta del Evangelio a fin de que el programa de salvación de Dios se cumpla en las vidas de aquellos cuya voluntad El inclina a responder y a creer.

Nunca debemos de agregar declaraciones a la presentación del Evangelio a efecto de que la elección final sea del hombre y no de Dios. Muchos predicadores agregan declaraciones tales como: "Dios ha hecho Su parte y ahora depende de tí", "Dios por su gracia ha pagado tus pecados pero depende de tí el aceptar Su perdón"; "Dios ha hecho todo lo que debía hacer; el resto depende de tí", y "Dios es un caballero: El ha provisto para tu salvación, pero El no te forzará a aceptarla".

Esas declaraciones dicen que nuestra salvación está basada en el obrar de Dios más nuestra obra; son parte y complemento con el concepto de que el hombre tiene libre albedrío. Esas declaraciones ignoran el hecho de que nuestra salvación es "no por obras" (Efesios 2:9), y que el hombre está muerto en sus pecados. No hay reconocimiento del terrible significado de un evangelio de obras/gracia.

La aserción común de mucha gente hoy de que el hombre debe "aceptar" al Señor Jesús como su Salvador está basada en la premisa de que el hombre tiene libre voluntad. La verdad es, recibimos a Cristo porque Dios nos lo da a El como un regalo (Juan 6:37). Dios inclina nuestra voluntad; Dios nos atrae; Dios nos da la salvación. Nosotros recibimos el don de salvación sin ningún esfuerzo ú obra de nuestra parte.

¿Cuál de estos himnos está usted dispuesto a cantar?

(1) "No fui yo quien te escogí, Dios,
Porque, Señor, eso no podría ser así;
Este corazón aún te rechazaría a Tí,
De no haberme escogido Tú a mí".
O:
(2) "No fue que Tú me escogiste a mí,
Pues, Señor, eso no podría ser así;
Tu corazón aún me rechazaría,
De no haberte escogido yo a Tí"

El primero es el himno Bíblico. Cuando "nosotros hemos decidido seguir a Jesús", en verdad es la acción de Dios moviéndonos a nosotros. No podemos tomar crédito alguno. ¡La alabanza corresponde al precioso Señor Jesucristo. Dios da el arrepentimiento! ¡A Dios sea la gloria!

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