Jueces 15-21


 
Jueces 15
 
  1   Y aconteció después de días, que en el tiempo de la siega del trigo, Sansón visitó a su esposa con un cabrito, diciendo: Entraré a mi esposa a la cámara. Mas el padre de ella no lo dejó entrar.
  2   Y dijo el padre de ella: Pensé que la aborrecías del todo, y la di a tu compañero. Mas su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar.
  3   Y Sansón les respondió: Yo seré sin culpa esta vez para con los filisteos, si mal les hiciere.
  4   Y fue Sansón y atrapó trescientas zorras, y tomando teas, y trabando aquéllas por las colas, puso entre cada dos colas una tea.
  5   Después, encendiendo las teas, echó las zorras en los sembradíos de los filisteos, y quemó las gavillas amontonadas y en pie, viñas y olivares.
  6   Y dijeron los filisteos: ¿Quién hizo esto? Y les fue dicho: Sansón, el yerno del timnateo, porque le quitó a su esposa y la dio a su compañero. Y vinieron los filisteos, y quemaron a fuego a ella y a su padre.
  7   Entonces Sansón les dijo: ¿Así lo habíais de hacer? mas yo me vengaré de vosotros, y después cesaré.
  8   Y los hirió pierna y muslo con gran mortandad; y descendió, y se fijó en la cueva de la peña de Etam.
  9   Y los filisteos subieron y acamparon en Judá, y se tendieron por Lehi.
  10   Y los varones de Judá les dijeron: ¿Por qué habéis subido contra nosotros? Y ellos respondieron: A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha hecho.
  11   Y vinieron tres mil hombres de Judá a la cueva de la peña de Etam, y dijeron a Sansón: ¿No sabes tú que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Por qué nos has hecho esto? Y él les respondió: Yo les he hecho como ellos me hicieron.
  12   Ellos entonces le dijeron: Nosotros hemos venido para prenderte, y entregarte en mano de los filisteos. Y Sansón les respondió: Juradme que vosotros no me mataréis.
  13   Y ellos le respondieron, diciendo: No, solamente te prenderemos, y te entregaremos en sus manos; mas no te mataremos. Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas, y le hicieron venir de la peña.
  14   Y así que vino hasta Lehi, los filisteos salieron gritando a su encuentro, y el Espíritu de Jehová descendió con poder sobre él, y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego, y las ataduras se cayeron de sus manos.
  15   Y hallando una quijada de asno fresca, extendió la mano y la tomó, e hirió con ella a mil hombres.
  16   Entonces Sansón dijo: Con la quijada de un asno, un montón, dos montones; Con la quijada de un asno herí mil hombres.
  17   Y sucedió que cuando acabó de hablar, arrojó de su mano la quijada, y llamó a aquel lugar Ramat-lehi.
  18   Y teniendo gran sed, clamó luego a Jehová, y dijo: Tú has dado esta gran salvación por mano de tu siervo: ¿y moriré yo ahora de sed, y caeré en mano de los incircuncisos?
  19   Entonces quebró Dios una muela que estaba en la quijada, y salieron de allí aguas, y bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por eso llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy.
  20   Y juzgó a Israel en días de los filisteos veinte años.

 
Jueces 16
 
  1   Y fue Sansón a Gaza, y vio allí una mujer ramera, y entró a ella.
  2   Y fue dicho a los de Gaza: Sansón es venido acá. Y lo rodearon, y le asecharon toda aquella noche a la puerta de la ciudad; y estuvieron callados toda aquella noche, diciendo: Hasta la luz de la mañana; entonces lo mataremos.
  3   Mas Sansón durmió hasta la media noche; y a la media noche se levantó, y tomando las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y se fue, y se subió con ellas a la cumbre del monte que está delante de Hebrón.
  4   Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.
  5   Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale y mira en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo atormentemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien piezas de plata.
  6   Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser atormentado.
  7   Y Sansón le respondió: Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén secos, entonces me debilitaré, y seré como cualquiera de los hombres.
  8   Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes que aún no se habían secado, y ella le ató con ellos.
  9   Y ella tenía unos hombres al acecho en una cámara. Entonces ella le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y él rompió los mimbres, como se rompe una cuerda de estopa cuando siente el fuego; y no se supo en qué consistía su fuerza.
  10   Entonces Dalila dijo a Sansón: He aquí tú me has engañado, y me has dicho mentiras; descúbreme pues, ahora, yo te ruego, cómo podrás ser atado.
  11   Y él le dijo: Si me ataren fuertemente con cuerdas nuevas, con las cuales ninguna cosa se haya hecho, yo me debilitaré, y seré como cualquiera de los hombres.
  12   Y Dalila tomó cuerdas nuevas, y le ató con ellas, y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y los espías estaban en una cámara. Mas él las rompió de sus brazos como un hilo.
  13   Y Dalila dijo a Sansón: Hasta ahora me engañas, y tratas conmigo con mentiras. Dime, pues, ahora cómo podrás ser atado. Él entonces le dijo: Si tejieres siete guedejas de mi cabeza con la tela.
  14   Y ella hincó la estaca, y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Mas despertando él de su sueño, arrancó la estaca del telar con la tela.
  15   Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has revelado aún en qué consiste tu gran fuerza.
  16   Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.
  17   Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo para Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré, y seré como todos los hombres.
  18   Y viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los príncipes de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los príncipes de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero.
  19   Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas; y llamado un hombre, le rapó las siete guedejas de su cabeza, y comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él.
  20   Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras, y me escaparé: no sabiendo que Jehová ya se había apartado de él.
  21   Mas los filisteos echaron mano de él, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas de bronce, para que moliese en la cárcel.
  22   Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.
  23   Entonces los príncipes de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios, y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo.
  24   Y viéndolo el pueblo, loaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros.
  25   Y aconteció que, alegrándose el corazón de ellos, dijeron: Llamad a Sansón, para que divierta delante de nosotros. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y servía de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas.
  26   Y Sansón dijo al joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme tentar las columnas sobre las que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas.
  27   Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y todos los príncipes de los filisteos estaban allí; y en el techo había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el escarnio de Sansón.
  28   Entonces Sansón clamó a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos, por mis dos ojos.
  29   Asió luego Sansón las dos columnas del medio sobre las cuales descansaba la casa, y estribó en ellas, la una con la mano derecha, y la otra con la izquierda;
  30   Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Y estribando con toda su fuerza, cayó la casa sobre los príncipes, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y fueron muchos más los que de ellos mató al morir, que los que había matado en su vida.
  31   Y descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Y él juzgó a Israel veinte años.

 
Jueces 17
 
  1   Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía.
  2   El cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, por lo que tú maldecías, y de los cuales me hablaste, he aquí que yo tengo este dinero; yo lo había tomado. Entonces su madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.
  3   Y luego que él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre, su madre dijo: Yo ciertamente he dedicado de mi mano este dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora pues, yo te lo devuelvo.
  4   Mas él devolvió el dinero a su madre, y su madre tomó doscientos siclos de plata, y los dio al fundidor; y él le hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en casa de Micaía.
  5   Y este hombre Micaía tenía una casa de dioses, e hizo un efod y terafim, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.
  6   En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía como mejor le parecía.
  7   Y había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita; y peregrinaba allí.
  8   Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá, para ir a donde encontrase lugar; y llegando al monte de Efraín, vino a casa de Micaía, para de allí hacer su camino.
  9   Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde encuentre lugar.
  10   Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y me serás en lugar de padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, y vestidura, y tu comida. Y el levita se quedó.
  11   Acordó pues el levita en morar con aquel hombre, y él lo tenía como a uno de sus hijos.
  12   Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y estaba en casa de Micaía.
  13   Entonces Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me hará bien, porque tengo un levita por sacerdote.

 
Jueces 18
 
  1   En aquellos días no había rey en Israel. Y en aquellos días la tribu de Dan buscaba posesión para sí donde morase, porque hasta entonces no le había caído suerte entre las tribus de Israel por heredad.
  2   Y los hijos de Dan enviaron de su tribu cinco hombres de sus términos, hombres valientes, de Zora y Estaol, para que reconociesen y explorasen bien la tierra; y les dijeron; Id y reconoced la tierra. Éstos vinieron al monte de Efraín, hasta la casa de Micaía, y allí posaron.
  3   Y como estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegándose allá, le dijeron: ¿Quién te ha traído por acá? ¿Y qué haces aquí? ¿Y qué tienes tú por aquí?
  4   Y él les respondió: De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su sacerdote.
  5   Y ellos le dijeron: Pregunta pues, ahora a Dios, para que sepamos si este viaje que hacemos será próspero.
  6   Y el sacerdote les respondió: Id en paz, que vuestro viaje que hacéis es delante de Jehová.
  7   Entonces aquellos cinco hombres partieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los sidonios; sin que nadie en aquella región los humillase en cosa alguna; y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie.
  8   Volviendo pues, ellos a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: ¿Qué hay? y ellos respondieron:
  9   Levantaos, subamos contra ellos; porque nosotros hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena: ¿y vosotros os quedáis quietos? no seáis perezosos en poneros en marcha para ir a poseer la tierra.
  10   Cuando allá llegareis, vendréis a una gente confiada, y a una tierra muy espaciosa; pues Dios la ha entregado en vuestras manos; lugar donde no hay falta de cosa alguna que haya en la tierra.
  11   Y partiendo los de Dan de allí, de Zora y de Estaol, seiscientos hombres armados con armas de guerra,
  12   subieron y acamparon en Quiriat-jearim, en Judá; de donde aquel lugar fue llamado el campo de Dan, hasta hoy; está detrás de Quiriat-jearim.
  13   Y pasando de allí al monte de Efraín, vinieron hasta la casa de Micaía.
  14   Entonces aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, dijeron a sus hermanos: ¿No sabéis como en estas casas hay efod y terafim, e imagen de talla y de fundición? Mirad pues, lo que habéis de hacer.
  15   Y llegándose allá, vinieron a la casa del joven levita en casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba.
  16   Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de Dan, estaban armados con sus armas de guerra a la entrada de la puerta.
  17   Y subiendo los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá, y tomaron la imagen de talla, y el efod, y el terafim, y la imagen de fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados con armas de guerra.
  18   Entrando pues, aquellos en la casa de Micaía, tomaron la imagen de talla, el efod, y el terafim, y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo: ¿Qué hacéis vosotros?
  19   Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel?
  20   Y se alegró el corazón del sacerdote; el cual tomando el efod y el terafim, y la imagen, se vino entre la gente.
  21   Y ellos tornaron y se fueron; y pusieron los niños, y el ganado y el bagaje, delante de sí.
  22   Y cuando ya se habían alejado de la casa de Micaía, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaía, se juntaron, y siguieron a los hijos de Dan.
  23   Y dando voces a los de Dan, éstos volvieron sus rostros, y dijeron a Micaía: ¿Qué tienes que has juntado gente?
  24   Y él respondió: Habéis llevado mis dioses que yo hice, y al sacerdote, y os fuisteis: ¿Qué más me queda? ¿Y a qué propósito me decís: Qué tienes?
  25   Y los hijos de Dan le dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida, y la vida de los tuyos.
  26   Y yéndose los hijos de Dan su camino, y viendo Micaía que eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa.
  27   Y ellos llevando las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía, llegaron a Lais, al pueblo reposado y seguro; y los hirieron a filo de espada, y prendieron fuego a la ciudad.
  28   Y no hubo quien los defendiese, porque estaban lejos de Sidón, y no tenían comercio con nadie. Y la ciudad estaba en el valle que hay en Bet-rehob. Luego reedificaron la ciudad, y habitaron en ella.
  29   Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre, hijo de Israel, bien que antes se llamaba la ciudad Lais.
  30   Y los hijos de Dan se levantaron la imagen de talla; y Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Manasés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan, hasta el día del cautiverio de la tierra.
  31   Y se levantaron la imagen de Micaía, la cual él había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.

 
Jueces 19
 
  1   En aquellos días, cuando no había rey en Israel, hubo un levita que moraba como peregrino en los lados del monte de Efraín, el cual se había tomado mujer concubina de Belén de Judá.
  2   Y su concubina cometió adulterio contra él, y se fue de él a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá por tiempo de cuatro meses.
  3   Y se levantó su marido, y la siguió, para hablarle amorosamente y hacerla volver, llevando consigo un criado suyo y un par de asnos; y ella le metió en la casa de su padre.
  4   Y viéndole el padre de la joven, le salió a recibir gozoso; y le detuvo su suegro, padre de la joven, y quedó en su casa tres días, comiendo y bebiendo, y reposando allí.
  5   Y al cuarto día, como se levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse, y el padre de la joven dijo a su yerno: Conforta tu corazón con un bocado de pan, y después os iréis.
  6   Y se sentaron ellos dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: Yo te ruego que te quieras quedar aquí esta noche, y se alegrará tu corazón.
  7   Y levantándose el varón para irse, el suegro le constriñó a que tornase y pasase allí la noche.
  8   Y al quinto día levantándose de mañana para irse, le dijo el padre de la joven: Te ruego que confortes ahora tu corazón. Y se detuvieron hasta que ya declinaba el día, y comieron ambos juntos.
  9   Se levantó luego el varón para irse, él, y su concubina, y su criado. Entonces su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí el día declina para ponerse el sol, te ruego que pases aquí la noche; he aquí que el día se acaba, duerme aquí, para que se alegre tu corazón; y mañana os levantaréis temprano a vuestro camino, y te irás a tu casa.
  10   Mas el hombre no quiso pasar allí la noche, sino que se levantó y partió, y llegó hasta enfrente de Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos aparejados, y con su concubina.
  11   Y estando ya junto a Jebús, el día había declinado mucho; y dijo el criado a su señor: Ven ahora, y vámonos a esta ciudad de los jebuseos, para que pasemos en ella la noche.
  12   Y su señor le respondió: No iremos a ninguna ciudad de extranjeros, que no sea de los hijos de Israel; antes pasaremos hasta Gabaa. Y dijo a su criado:
  13   Ven, lleguemos a uno de esos lugares, para pasar la noche en Gabaa, o en Ramá.
  14   Pasando pues, caminaron, y se les puso el sol junto a Gabaa, que pertenece a Benjamín.
  15   Y se apartaron del camino para entrar a pasar allí la noche en Gabaa; y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los recibiese en casa para pasar la noche.
  16   Y he aquí un hombre viejo, que a la tarde venía del campo de trabajar; el cual era del monte de Efraín, y moraba como peregrino en Gabaa, pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín.
  17   Y alzando el viejo los ojos, vio a aquel viajante en la plaza de la ciudad, y le dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes?
  18   Y él respondió: Pasamos de Belén de Judá a los lados del monte de Efraín, de donde yo soy; y partí hasta Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay quien me reciba en casa,
  19   aunque nosotros tenemos paja y de comer para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado que está con tu siervo; no nos hace falta nada.
  20   Y el hombre viejo dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda sea solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza.
  21   Y metiéndolos en su casa, dio de comer a sus asnos; y ellos se lavaron los pies, y comieron y bebieron.
  22   Y cuando estaban gozosos, he aquí, que los hombres de aquella ciudad, hombres hijos de Belial, rodearon la casa, golpeando las puertas, y diciendo al hombre viejo dueño de la casa: Saca fuera el hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.
  23   Y saliendo a ellos aquel varón, amo de la casa, les dijo: No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal, pues que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta maldad.
  24   He aquí mi hija virgen, y la concubina de él; yo os las sacaré ahora; humilladlas, y haced con ellas como os pareciere, y no hagáis a este hombre cosa tan infame.
  25   Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina, la sacó fuera; y ellos la conocieron, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba.
  26   Y ya que amanecía, la mujer vino, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que se hizo de día.
  27   Y levantándose de mañana su señor, abrió las puertas de la casa, y salió para ir su camino, y he aquí, la mujer su concubina estaba tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral.
  28   Y él le dijo: Levántate, y vámonos. Mas ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar.
  29   Y llegando a su casa, tomó un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce pedazos, y los envió por todos los términos de Israel.
  30   Y todo el que lo veía, decía: Jamás se ha hecho ni visto cosa semejante, desde el tiempo que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, dad consejo, y hablad.

 
Jueces 20
 
  1   Entonces salieron todos los hijos de Israel, y se reunió la congregación como un solo hombre, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa.
  2   Y los principales de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, se hallaron presentes en la reunión del pueblo de Dios, cuatrocientos mil hombres de a pie que sacaban espada.
  3   Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Y dijeron los hijos de Israel: Decid cómo fue esta maldad.
  4   Entonces el varón levita, marido de la mujer muerta, respondió y dijo: Yo llegué a Gabaa de Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche.
  5   Y levantándose contra mí los de Gabaa, rodearon sobre mí la casa por la noche, con idea de matarme, y amancillaron a mi concubina tanto que ella murió.
  6   Entonces tomando yo mi concubina, la corté en pedazos, y los envié por todo el término de la posesión de Israel: por cuanto han hecho maldad y crimen en Israel.
  7   He aquí todos vosotros sois hijos de Israel; dad aquí vuestro parecer y consejo.
  8   Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni ninguno de nosotros volverá a su casa.
  9   Esto es lo que haremos ahora a Gabaa; contra ella subiremos por sorteo.
  10   Tomaremos diez hombres de cada cien por todas las tribus de Israel, y cien de cada mil, y mil de cada diez mil, que lleven provisiones para el pueblo, para que yendo contra Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la abominación que ha cometido en Israel.
  11   Y se juntaron todos los hombres de Israel contra la ciudad, ligados como un solo hombre.
  12   Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es ésta que ha sido hecha entre vosotros?
  13   Entregad, pues, ahora aquellos hombres, hijos de Belial, que están en Gabaa, para que los matemos, y barramos el mal de Israel. Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus hermanos los hijos de Israel.
  14   Antes los de Benjamín se juntaron de las ciudades de Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel.
  15   Y fueron contados en aquel tiempo los hijos de Benjamín de las ciudades, veintiséis mil hombres que sacaban espada, sin los que moraban en Gabaa, que fueron por cuenta setecientos hombres escogidos.
  16   De toda aquella gente había setecientos hombres escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no erraban.
  17   Y fueron contados los varones de Israel, fuera de Benjamín, cuatrocientos mil hombres que sacaban espada, todos estos eran hombres de guerra.
  18   Se levantaron luego los hijos de Israel, y subieron a la casa de Dios, y consultaron a Dios, diciendo: ¿Quién de nosotros subirá primero a la guerra contra los hijos de Benjamín? Y Jehová respondió: Judá subirá primero.
  19   Levantándose, pues, de mañana los hijos de Israel, acamparon contra Gabaa.
  20   Y salieron los hijos de Israel a combatir contra Benjamín; y los varones de Israel ordenaron la batalla contra ellos junto a Gabaa.
  21   Saliendo entonces de Gabaa los hijos de Benjamín, derribaron en tierra aquel día veintidós mil hombres de los hijos de Israel.
  22   Mas reanimándose el pueblo, los varones de Israel volvieron a ordenar la batalla en el mismo lugar donde la habían ordenado el primer día.
  23   Porque los hijos de Israel subieron, y lloraron delante de Jehová hasta la tarde, y consultaron a Jehová, diciendo: ¿Subiremos otra vez a pelear con los hijos de Benjamín mi hermano? Y Jehová les respondió: Subid contra él.
  24   Entonces los hijos de Israel se acercaron contra los hijos de Benjamín el segundo día.
  25   Y aquel segundo día, saliendo Benjamín de Gabaa contra ellos, derribaron por tierra otros dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada.
  26   Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí delante de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la tarde; y sacrificaron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.
  27   Y los hijos de Israel preguntaron a Jehová ( porque el arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días,
  28   y Finees, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba delante de ella en aquellos días ), y dijeron: ¿Volveré aún a salir en batalla contra los hijos de Benjamín mi hermano, o me quedaré quieto? Y Jehová dijo: Subid, que mañana yo lo entregaré en tu mano.
  29   Y puso Israel emboscadas alrededor de Gabaa.
  30   Subiendo entonces los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el tercer día, ordenaron la batalla delante de Gabaa, como las otras veces.
  31   Y saliendo los hijos de Benjamín contra el pueblo, alejados que fueron de la ciudad, comenzaron a herir a algunos del pueblo, matándolos como las otras veces por los caminos, uno de los cuales sube a Betel, y el otro a Gabaa en el campo; y mataron unos treinta hombres de Israel.
  32   Y los hijos de Benjamín decían: Vencidos son delante de nosotros, como antes. Mas los hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos.
  33   Entonces, levantándose todos los de Israel de su lugar, se pusieron en orden en Baal-tamar: y también las emboscadas de Israel salieron de su lugar, del prado de Gabaa.
  34   Y vinieron contra Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel, y la batalla comenzó a agravarse; mas ellos no sabían que el mal se acercaba sobre ellos.
  35   E hirió Jehová a Benjamín delante de Israel; y mataron los hijos de Israel aquel día veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada.
  36   Y vieron los hijos de Benjamín que eran derrotados; pues los hijos de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque estaban confiados en las emboscadas que habían puesto detrás de Gabaa.
  37   Entonces los hombres de las emboscadas acometieron prontamente a Gabaa, y se extendieron, e hirieron a filo de espada a toda la ciudad.
  38   Ya los israelitas habían concertado con las emboscadas, que éstas hiciesen mucho fuego, para que subiese gran humo de la ciudad.
  39   Y cuando los de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a derribar heridos de Israel unos treinta hombres, y ya decían: Ciertamente ellos han caído delante de nosotros, como en la primera batalla.
  40   Mas cuando la llama comenzó a subir de la ciudad, una columna de humo, los benjamitas miraron hacia atrás; y he aquí que el fuego de la ciudad subía al cielo.
  41   Entonces se volvieron los hombres de Israel, y los de Benjamín se llenaron de temor; porque vieron que el mal había venido sobre ellos.
  42   Volvieron, por tanto, la espalda delante de Israel hacia el camino del desierto; mas el escuadrón los alcanzó, y los que salían de las ciudades los destruían en medio de ellos.
  43   Así cercaron a los de Benjamín, y los persiguieron y fácilmente los aplastaron frente a Gabaa, hacia donde nace el sol.
  44   Y cayeron de Benjamín dieciocho mil hombres, todos ellos hombres de guerra.
  45   Volviéndose luego, huyeron hacia el desierto, a la peña de Rimón, y de ellos recogieron cinco mil hombres en los caminos; y fueron persiguiéndolos aun hasta Gidom, y mataron de ellos dos mil hombres.
  46   Así todos los que de Benjamín murieron aquel día, fueron veinticinco mil hombres que sacaban espada, todos ellos hombres de guerra.
  47   Pero se volvieron y huyeron al desierto a la peña de Rimón seiscientos hombres, los cuales estuvieron en la peña de Rimón cuatro meses:
  48   Y los hombres de Israel tornaron a los hijos de Benjamín, y los hirieron a filo de espada, así a los hombres de cada ciudad como a las bestias y todo lo que encontraron; también pusieron fuego a todas las ciudades que hallaron.

 
Jueces 21
 
  1   Y los varones de Israel habían jurado en Mizpa, diciendo: Ninguno de nosotros dará su hija a los de Benjamín por esposa.
  2   Y vino el pueblo a la casa de Dios, y se estuvieron allí hasta la tarde delante de Dios; y alzando su voz hicieron gran llanto, y dijeron:
  3   Oh Jehová Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido esto en Israel, que falte hoy de Israel una tribu?
  4   Y al día siguiente el pueblo se levantó de mañana, y edificaron allí altar, y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz.
  5   Y dijeron los hijos de Israel: ¿Quién de todas las tribus de Israel no subió a la reunión cerca de Jehová? Porque se había hecho gran juramento contra el que no subiese a Jehová en Mizpa, diciendo: Sufrirá muerte.
  6   Y los hijos de Israel se arrepintieron a causa de Benjamín su hermano, y dijeron: Una tribu es hoy cortada de Israel.
  7   ¿Qué haremos en cuanto a esposas para los que han quedado? Nosotros hemos jurado por Jehová que no les hemos de dar nuestras hijas por esposas.
  8   Y dijeron: ¿Hay alguno de las tribus de Israel que no haya subido a Jehová en Mizpa? Y hallaron que ninguno de Jabes-galaad había venido al campo a la reunión:
  9   Porque el pueblo fue contado, y no hubo allí varón de los moradores de Jabes-galaad.
  10   Entonces la congregación envió allá doce mil hombres de los más valientes, y les mandaron, diciendo: Id y herid a filo de espada a los moradores de Jabes-galaad, y las mujeres y niños.
  11   Mas haréis de esta manera; mataréis a todo varón, y a toda mujer que hubiere conocido ayuntamiento de varón.
  12   Y hallaron de los moradores de Jabes-galaad cuatrocientas doncellas que no habían conocido hombre en ayuntamiento de varón, y las trajeron al campo en Silo, que es en la tierra de Canaán.
  13   Toda la congregación envió luego a hablar a los hijos de Benjamín que estaban en la peña de Rimón, y los llamaron en paz.
  14   Y volvieron entonces los de Benjamín; y les dieron por esposas las que habían guardado vivas de las mujeres de Jabes-galaad; mas no les bastaron éstas.
  15   Y el pueblo tuvo dolor a causa de Benjamín, de que Jehová hubiese hecho mella en las tribus de Israel.
  16   Entonces los ancianos de la congregación dijeron: ¿Qué haremos acerca de esposas para los que han quedado? Porque han sido muertas las mujeres de Benjamín.
  17   Y dijeron: Que haya herencia para los que han escapado de Benjamín, y no sea exterminada una tribu de Israel.
  18   Pero nosotros no les podemos dar esposas de nuestras hijas, porque los hijos de Israel han jurado, diciendo: Maldito el que diere esposa a los de Benjamín.
  19   Y dijeron: He aquí cada año hay fiesta de Jehová en Silo, que está al norte de Betel, y al lado oriental del camino que sube de Betel a Siquem, y al sur de Lebona.
  20   Y mandaron a los hijos de Benjamín, diciendo: Id, y poned emboscada en las viñas,
  21   y estad atentos; y he aquí, si las hijas de Silo salieren a bailar en corros, vosotros saldréis de las viñas, y arrebataréis cada uno esposa para sí de las hijas de Silo, y os iréis a tierra de Benjamín.
  22   Y será que cuando sus padres o sus hermanos vinieren a quejarse ante nosotros, nosotros les diremos: Tened piedad de ellos por causa de nosotros; pues que nosotros en la guerra no tomamos esposas para todos; que vosotros no se las habéis dado, para que ahora seáis culpables.
  23   Y los hijos de Benjamín lo hicieron así; pues tomaron esposas conforme a su número, pillando de las que danzaban; y yéndose luego, se regresaron a su heredad, y reedificaron las ciudades, y habitaron en ellas.
  24   Entonces los hijos de Israel se fueron también de allí, cada uno a su tribu y a su familia, saliendo de allí cada uno a su heredad.
  25   En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos.

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