Lucas 13-18


 
Lucas 13
 
  1   Y en este mismo tiempo estaban allí unos que le contaban acerca de los galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con sus sacrificios.
  2   Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque han padecido tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
  3   Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
  4   O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos eran más pecadores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
  5   Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
  6   Dijo también esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
  7   Y dijo al viñador: He aquí estos tres años he venido a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿para qué ocupa aún la tierra?
  8   Él entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que cave a su alrededor, y la estercole.
  9   Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
  10   Y enseñaba en una sinagoga en sábado.
  11   Y he aquí había una mujer que tenía un espíritu de enfermedad dieciocho años, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
  12   Y cuando Jesús la vio, la llamó, y le dijo: Mujer, libre eres de tu enfermedad.
  13   Y puso sus manos sobre ella; y luego se enderezó, y glorificaba a Dios.
  14   Pero el príncipe de la sinagoga respondió indignado porque Jesús hubiese sanado en sábado, y dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de sábado.
  15   Entonces el Señor respondió, y le dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?
  16   Y esta hija de Abraham, que he aquí Satanás la había atado dieciocho años, ¿no debía de ser desatada de esta ligadura en día de sábado?
  17   Y diciendo Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios. Y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por Él.
  18   Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y a qué le compararé?
  19   Semejante es al grano de mostaza, que tomándolo un hombre lo sembró en su huerto; y creció, y fue hecho árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
  20   Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
  21   Semejante es a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
  22   Y pasaba por todas las ciudades y aldeas, enseñando, y avanzando hacia Jerusalén.
  23   Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y Él les dijo:
  24   Porfiad a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
  25   Después que el padre de familia se levantare y cerrare la puerta, y estando afuera comenzareis a tocar la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y Él respondiendo os dirá: No os conozco de dónde seáis.
  26   Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
  27   Pero Él dirá: Os digo que no sé de dónde seáis; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
  28   Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluidos.
  29   Y vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
  30   Y he aquí, hay postreros que serán primeros; y primeros que serán postreros.
  31   Aquel mismo día vinieron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
  32   Y Él les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día seré consumado.
  33   Sin embargo, es necesario que camine hoy, y mañana, y pasado mañana; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
  34   ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
  35   He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y de cierto os digo que no me veréis hasta que venga el tiempo cuando digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

 
Lucas 14
 
  1   Y aconteció un día sábado, que yendo a comer pan en casa de un príncipe de los fariseos, ellos le acechaban.
  2   Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de Él.
  3   Y respondiendo Jesús, habló a los doctores de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
  4   Y ellos callaron. Entonces Él tomándole, le sanó, y le despidió.
  5   Y les respondió, diciendo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cayere en un pozo, no lo sacará luego en día de sábado?
  6   Y no le podían replicar a estas cosas.
  7   Y observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, relató una parábola a los convidados, diciéndoles:
  8   Cuando fueres convidado de alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
  9   y el que te convidó a ti y a él, venga y te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a tomar el último lugar.
  10   Mas cuando fueres convidado, ve, y siéntate en el postrer lugar; para que cuando viniere el que te llamó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se sientan a la mesa.
  11   Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
  12   Y dijo también al que le había convidado: Cuando haces comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar, y te sea hecha recompensa.
  13   Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos;
  14   y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar; mas te será recompensado en la resurrección de los justos.
  15   Y oyendo esto uno de los que estaban sentados con Él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
  16   Él entonces le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
  17   Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está aparejado.
  18   Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
  19   Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
  20   Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
  21   Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y las calles de la ciudad, y mete acá a los pobres, los mancos, los cojos, y los ciegos.
  22   Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aún hay lugar.
  23   Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
  24   Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
  25   Y grandes multitudes iban con Él; y volviéndose les dijo:
  26   Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y esposa, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
  27   Y cualquiera que no trae su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
  28   Porque ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y cuenta el costo, si tiene lo que necesita para acabarla?
  29   No sea que después que haya puesto el fundamento, y no pueda acabarla, todos los que lo vieren comiencen a hacer burla de él,
  30   diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
  31   ¿O qué rey, yendo a hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si con diez mil puede salir al encuentro del que viene contra él con veinte mil?
  32   De otra manera, cuando el otro aún está lejos, le envía embajadores pidiéndole condiciones de paz.
  33   Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
  34   Buena es la sal; mas si la sal perdiere su sabor, ¿con qué se sazonará?
  35   Ni para la tierra, ni para el muladar es buena; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.

 
Lucas 15
 
  1   Y se acercaban a Él todos los publicanos y pecadores para oírle.
  2   Y murmuraban los fariseos y los escribas, diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come.
  3   Y Él les relató esta parábola, diciendo:
  4   ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
  5   Y hallándola, la pone sobre sus hombros con gozo;
  6   y viniendo a casa, reúne a sus amigos y a sus vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.
  7   Os digo, que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento.
  8   ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el candil, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
  9   Y cuando la halla, reúne a sus amigas y a sus vecinas, diciendo: Regocijaos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.
  10   Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
  11   Y dijo: Un hombre tenía dos hijos;
  12   y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me pertenece. Y él les repartió sus bienes.
  13   Y no muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, partió lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
  14   Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
  15   Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase puercos.
  16   Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los puercos; mas nadie le daba.
  17   Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
  18   Me levantaré, e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
  19   ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
  20   Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y fue movido a misericordia; y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
  21   Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
  22   Pero el padre dijo a sus siervos: Traed la mejor vestidura, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies;
  23   y traed el becerro grueso, y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
  24   porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
  25   Y su hijo mayor estaba en el campo; el cual cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
  26   y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
  27   Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido sano y salvo.
  28   Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
  29   Pero él respondiendo, dijo a su padre: He aquí tantos años te he servido, no habiendo desobedecido jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos.
  30   Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has matado para él el becerro grueso.
  31   Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
  32   Mas era necesario hacer fiesta y gozarnos, porque éste, tu hermano, muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

 
Lucas 16
 
  1   Y dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico, el cual tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él de que había disipado sus bienes.
  2   Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.
  3   Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, tengo vergüenza.
  4   Ya sé lo que haré para que cuando fuere quitado de la mayordomía, me reciban en sus casas.
  5   Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?
  6   Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
  7   Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
  8   Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho astutamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más astutos que los hijos de luz.
  9   Y yo os digo: Haceos amigos de las riquezas de maldad, para que cuando fallareis, os reciban en las moradas eternas.
  10   El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
  11   Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
  12   Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
  13   Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
  14   Y oían también todas estas cosas los fariseos, los cuales eran avaros, y se burlaban de Él.
  15   Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen en alta estima, delante de Dios es abominación.
  16   La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es predicado, y todos se esfuerzan por entrar en él.
  17   Pero es más fácil que pasen el cielo y la tierra, que fallar una tilde de la ley.
  18   Cualquiera que repudia a su esposa, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.
  19   Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
  20   Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas,
  21   y deseaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
  22   Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Y murió también el rico, y fue sepultado.
  23   Y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno.
  24   Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama.
  25   Y Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado, y tú atormentado.
  26   Y además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
  27   Y dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
  28   porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, para que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
  29   Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
  30   Él entonces dijo: No, padre Abraham; mas si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
  31   Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos.

 
Lucas 17
 
  1   Entonces dijo a los discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquél por quien vienen!
  2   Mejor le fuera si se le atase al cuello una piedra de molino, y se le lanzase en el mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.
  3   Mirad por vosotros. Si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
  4   Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.
  5   Y los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe.
  6   Y el Señor dijo: Si tuvieres fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
  7   ¿Y quién de vosotros teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo le dice luego: Pasa, siéntate a la mesa?
  8   ¿No le dice más bien: Adereza qué cene, y cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
  9   ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
  10   Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos.
  11   Y aconteció que yendo Él a Jerusalén, pasó por medio de Samaria y de Galilea.
  12   Y entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos,
  13   y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.
  14   Y cuando Él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios.
  15   Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz;
  16   y se postró sobre su rostro a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
  17   Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están?
  18   ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
  19   Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado.
  20   Y preguntándole los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, respondió y les dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia;
  21   ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está.
  22   Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá, cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
  23   Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis tras ellos, ni los sigáis.
  24   Porque como el relámpago, que resplandeciendo, alumbra de un extremo al otro bajo del cielo, así también será el Hijo del Hombre en su día.
  25   Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea rechazado de esta generación.
  26   Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
  27   Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día que Noé entró en el arca; y vino el diluvio, y destruyó a todos.
  28   Asimismo también como fue en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
  29   mas el día que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos.
  30   Así también será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
  31   En aquel día, el que estuviere en la azotea, y sus pertenencias en casa, no descienda a tomarlas; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás.
  32   Acordaos de la esposa de Lot.
  33   Cualquiera que procurare salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la perdiere, la salvará.
  34   Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; uno será tomado, y el otro será dejado.
  35   Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
  36   Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.
  37   Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? Y Él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.

 
Lucas 18
 
  1   Y les dijo también una parábola sobre que es necesario orar siempre, y no desmayar,
  2   diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
  3   Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: Hazme justicia de mi adversario.
  4   Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque no temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
  5   mas, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo, al fin me fastidie.
  6   Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto.
  7   ¿Y no cobrará Dios venganza por sus escogidos, que claman a Él día y noche, aunque sea longánimo para con ellos?
  8   Os digo que presto cobrará venganza por ellos. Pero cuando el Hijo del Hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?
  9   Y también dijo esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros:
  10   Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro publicano.
  11   El fariseo, puesto en pie, oró consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
  12   ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.
  13   Mas el publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
  14   Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
  15   Y también le traían los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendían.
  16   Mas Jesús llamándolos, dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
  17   De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
  18   Y le preguntó un príncipe, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  19   Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino sólo Dios.
  20   Los mandamientos sabes: No matarás. No adulterarás: No hurtarás: No dirás falso testimonio: Honra a tu padre y a tu madre.
  21   Y él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
  22   Y cuando Jesús, oyó esto, le dijo: Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
  23   Entonces él, al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
  24   Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
  25   Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
  26   Y los que oyeron esto, dijeron: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
  27   Y Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, posible es para Dios.
  28   Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
  29   Y Él les dijo: De cierto os digo, que nadie hay que haya dejado casa, padres, o hermanos, o esposa, o hijos, por el reino de Dios,
  30   que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el mundo venidero la vida eterna.
  31   Y tomando a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y serán cumplidas todas las cosas que fueron escritas por los profetas, acerca del Hijo del Hombre.
  32   Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado, y escupido.
  33   Y después que le hubieren azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
  34   Pero ellos no entendían nada de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se decía.
  35   Y aconteció que acercándose Él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
  36   y oyendo a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
  37   Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
  38   Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
  39   Y los que iban delante, le reprendían para que callase; mas él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
  40   Jesús entonces deteniéndose, mandó traerle a sí; y cuando él llegó, le preguntó,
  41   diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
  42   Y Jesús le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha salvado.
  43   Y al instante recibió la vista, y le seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo cuando lo vio, dio alabanza a Dios.

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