Lucas 1-6


 
Lucas 1
 
  1   Puesto que ya muchos han intentado poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros son ciertísimas,
  2   así como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra;
  3   me ha parecido también a mí, después de haber entendido perfectamente todas las cosas desde el principio, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
  4   para que conozcas la certeza de las cosas en las que has sido instruido.
  5   Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón, llamada Elisabet.
  6   Y ambos eran justos delante de Dios, andando irreprensibles en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
  7   Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
  8   Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios en el orden de su clase,
  9   conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte encender el incienso entrando en el templo del Señor.
  10   Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso.
  11   Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
  12   Y viéndole, se turbó Zacarías, y cayó temor sobre él.
  13   Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
  14   Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento.
  15   Porque será grande delante del Señor; y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
  16   Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos.
  17   Porque él irá delante de Él en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la sabiduría de los justos, para aparejar un pueblo preparado para el Señor.
  18   Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi esposa de edad avanzada.
  19   Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y soy enviado a hablarte y a darte estas buenas nuevas.
  20   Y he aquí estarás mudo y no podrás hablar, hasta el día que esto sea hecho, por cuanto no creíste a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
  21   Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que él se demorase en el templo.
  22   Y saliendo, no les podía hablar; y entendieron que había visto visión en el templo, porque les hablaba por señas, y quedó mudo.
  23   Y aconteció que cumpliéndose los días de su ministerio, se fue a su casa.
  24   Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se encubrió por cinco meses, diciendo:
  25   Así me ha hecho el Señor en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres.
  26   Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
  27   a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
  28   Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
  29   Mas ella, cuando le vio, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación sería ésta.
  30   Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
  31   Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
  32   Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y le dará el Señor Dios el trono de David su padre:
  33   Y reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin.
  34   Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
  35   Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado el Hijo de Dios.
  36   Y he aquí Elisabet tu parienta, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, que era llamada la estéril:
  37   Porque con Dios nada será imposible.
  38   Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
  39   Y en aquellos días levantándose María, se fue aprisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
  40   y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.
  41   Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
  42   y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
  43   ¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
  44   Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
  45   Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
  46   Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor;
  47   Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador,
  48   porque ha mirado la bajeza de su sierva; y he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
  49   Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; y santo es su nombre.
  50   Y su misericordia es en los que le temen, de generación en generación.
  51   Hizo valentía con su brazo: Esparció a los soberbios en las imaginaciones de sus corazones.
  52   Derribó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.
  53   A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.
  54   Socorrió a Israel su siervo, acordándose de su misericordia.
  55   Como habló a nuestros padres, a Abraham, y a su simiente para siempre.
  56   Y se quedó María con ella como tres meses, y se volvió a su casa.
  57   Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.
  58   Y oyeron sus vecinos y sus parientes que Dios había hecho para con ella grande misericordia, y se regocijaron con ella.
  59   Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban del nombre de su padre, Zacarías.
  60   Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será llamado.
  61   Y le dijeron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que se llame con ese nombre.
  62   Entonces hicieron señas a su padre, preguntándole cómo le quería llamar.
  63   Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
  64   Y luego fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
  65   Y vino temor sobre todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea fueron divulgadas todas estas cosas.
  66   Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor era con él.
  67   Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
  68   Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y ha redimido a su pueblo,
  69   y nos alzó cuerno de salvación en la casa de David su siervo,
  70   como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio del mundo;
  71   Que habríamos de ser salvos de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen;
  72   para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto;
  73   Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
  74   que nos habría de conceder, que liberados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos,
  75   en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida.
  76   Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar su camino;
  77   para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para remisión de sus pecados,
  78   por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la aurora nos visitó de lo alto,
  79   para dar luz a los que habitan en tinieblas y sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz.
  80   Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día que se mostró a Israel.

 
Lucas 2
 
  1   Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado.
  2   Este empadronamiento primero fue hecho siendo Cirenio gobernador de Siria.
  3   E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
  4   Y subió también José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
  5   para ser empadronado con María su esposa, desposada con él, la cual estaba a punto de dar a luz.
  6   Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
  7   Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
  8   Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
  9   Y he aquí, el ángel del Señor vino sobre ellos, y la gloria del Señor los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor.
  10   Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
  11   Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.
  12   Y esto os será por señal; hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
  13   Y repentinamente fue con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios, y decían:
  14   Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.
  15   Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado.
  16   Y vinieron aprisa, y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre.
  17   Y al verlo, hicieron notorio lo que les había sido dicho acerca del niño.
  18   Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
  19   Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
  20   Y se volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
  21   Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS; como fue llamado por el ángel antes que Él fuese concebido en el vientre.
  22   Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
  23   ( Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor ),
  24   y para ofrecer sacrificio, conforme a lo que está dicho en la ley del Señor; un par de tórtolas, o dos palominos.
  25   Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo era sobre él.
  26   Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.
  27   Y vino por el Espíritu al templo. Y cuando sus padres metieron al niño Jesús en el templo, para hacer por Él conforme a la costumbre de la ley,
  28   él entonces le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
  29   Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
  30   Porque han visto mis ojos tu salvación,
  31   La cual has aparejado en presencia de todos los pueblos;
  32   luz para revelación a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.
  33   Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él.
  34   Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, Éste es puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel; y por señal a la que será contradicho
  35   ( Y una espada traspasará también tu misma alma ), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
  36   Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual era grande de edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;
  37   y era viuda como de ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y oraciones.
  38   Y ésta, viniendo en la misma hora, también daba gracias al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
  39   Y cuando cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
  40   Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él.
  41   E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua.
  42   Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
  43   Y cuando cumplieron los días, regresando ellos, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.
  44   Y pensando que estaba en la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos;
  45   y como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
  46   Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles.
  47   Y todos los que le oían, se admiraban de su inteligencia, y de sus respuestas.
  48   Y cuando le vieron, se asombraron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
  49   Entonces Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
  50   Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
  51   Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
  52   Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

 
Lucas 3
 
  1   Y en el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
  2   siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
  3   Y él vino por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados,
  4   como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
  5   Todo valle será llenado, y se bajará todo monte y collado; y lo torcido será enderezado, y los caminos ásperos serán allanados;
  6   y toda carne verá la salvación de Dios.
  7   Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
  8   Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
  9   Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
  10   Y la gente le preguntaba, diciendo: ¿Qué, pues, haremos?
  11   Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.
  12   Y vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?
  13   Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
  14   Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dice: No hagáis extorsión a nadie ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.
  15   Y el pueblo estaba en expectativa, y se preguntaban todos en sus corazones en cuanto a Juan, si él sería el Cristo.
  16   Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado: Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.
  17   Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y juntará el trigo en su alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
  18   Y así, muchas otras cosas predicaba al pueblo en su exhortación.
  19   Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
  20   sobre todas ellas, añadió además ésta; que encerró a Juan en la cárcel.
  21   Y aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,
  22   y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia.
  23   Y el mismo Jesús comenzaba a ser como de treinta años, siendo ( como se creía ) hijo de José, hijo de Elí,
  24   hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
  25   hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli, hijo de Nagai,
  26   hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Simeí, hijo de José, hijo de Judá,
  27   hijo de Joana, hijo de Rhesa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
  28   hijo de Melqui, hijo de Abdi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
  29   hijo de José, hijo de Eliezer, hijo de Joreim, hijo de Matat, hijo de Leví,
  30   hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,
  31   hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David,
  32   hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Boaz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
  33   hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
  34   hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
  35   hijo de Serug, hijo de Reu, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
  36   hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
  37   hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
  38   hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

 
Lucas 4
 
  1   Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto
  2   por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días; pasados los cuales, luego tuvo hambre.
  3   Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
  4   Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.
  5   Y le llevó el diablo a un monte alto, y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra.
  6   Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me es entregada, y a quien quiero la doy.
  7   Si tú, pues, me adorares, todos serán tuyos.
  8   Y respondiendo Jesús, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
  9   Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre las almenas del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo;
  10   porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;
  11   y: En sus manos te sostendrán, para que no tropieces tu pie en piedra.
  12   Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
  13   Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo.
  14   Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y salió su fama por toda la tierra de alrededor.
  15   Y Él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos.
  16   Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y entró el día sábado en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
  17   Y le fue dado el libro del profeta Isaías. Y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
  18   El Espíritu del Señor está sobre mí: Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: Me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón: Para predicar libertad a los cautivos: Y a los ciegos vista: Para poner en libertad a los quebrantados:
  19   Para predicar el año agradable del Señor.
  20   Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó: Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él.
  21   Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.
  22   Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es Éste el hijo de José?
  23   Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
  24   Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra.
  25   Pero en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, en que hubo una gran hambre en toda la tierra;
  26   pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
  27   Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpio, sino Naamán el sirio.
  28   Entonces todos en la sinagoga fueron llenos de ira, oyendo estas cosas;
  29   y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual la ciudad de ellos estaba edificada, para despeñarle.
  30   Pero Él, pasando por en medio de ellos, se fue.
  31   Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los sábados.
  32   Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
  33   Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
  34   diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
  35   Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
  36   Y todos estaban asombrados, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
  37   Y su fama se divulgaba por todos los lugares contiguos.
  38   Y levantándose, salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón estaba con una gran fiebre; y le rogaron por ella.
  39   Y acercándose a ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó; y ella levantándose luego, les servía.
  40   Y a la puesta del sol, todos aquellos que tenían enfermos de diversas enfermedades, los traían a Él; y Él ponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.
  41   Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios. Mas reprendiéndolos no les dejaba hablar; porque sabían que Él era el Cristo.
  42   Y siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando hasta Él; le detenían para que no se fuera de ellos.
  43   Pero Él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades yo predique el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
  44   Y predicaba en las sinagogas de Galilea.

 
Lucas 5
 
  1   Y aconteció, que estando Él junto al lago de Genezaret, la multitud se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios.
  2   Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
  3   Y entrado en una de estas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
  4   Y cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
  5   Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
  6   Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
  7   E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
  8   Lo cual viendo Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
  9   Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado;
  10   y asimismo a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres.
  11   Y cuando trajeron las barcas a tierra, dejándolo todo, le siguieron.
  12   Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, se postró sobre su rostro, y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
  13   Y extendiendo su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
  14   Y Él le mandó que no lo dijese a nadie; mas ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
  15   Pero su fama mucho más se extendía, y grandes multitudes se juntaban para oírle y ser sanados por Él de sus enfermedades.
  16   Mas Él se apartaba al desierto, y oraba.
  17   Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos.
  18   Y he aquí unos hombres que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico; y procuraban meterle, y ponerle delante de Él.
  19   Y no hallando por donde meterle a causa de la multitud, subieron a la azotea, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
  20   Y al ver Él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
  21   Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, diciendo: ¿Quién es Éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
  22   Y Jesús, percibiendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?
  23   ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
  24   Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo al paralítico ): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
  25   Y al instante, se levantó en presencia de ellos, y tomando el lecho en que había estado acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
  26   Y todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
  27   Y después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
  28   Y dejándolo todo, se levantó, y le siguió.
  29   Y Leví hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban sentados a la mesa con ellos.
  30   Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
  31   Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
  32   No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
  33   Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero tus discípulos comen y beben?
  34   Y Él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
  35   Pero los días vendrán cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
  36   Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo lo rompe, y el remiendo sacado del nuevo no armoniza con el viejo.
  37   Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.
  38   Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y ambos se conservan.
  39   Y ninguno que bebiere el añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.

 
Lucas 6
 
  1   Y aconteció en el segundo sábado después del primero, que pasando Él por los sembradíos, sus discípulos arrancaban espigas, y comían, restregándolas con las manos.
  2   Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados?
  3   Respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
  4   cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
  5   Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado.
  6   Y aconteció también en otro sábado, que Él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
  7   Y le acechaban los escribas y los fariseos, si sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle.
  8   Mas Él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
  9   Entonces Jesús les dice: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en sábados hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla?
  10   Y mirándolos a todos alrededor, dice al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra.
  11   Y ellos se llenaron de ira; y hablaban entre sí de qué harían a Jesús.
  12   Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
  13   Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles.
  14   A Simón, al cual también llamó Pedro, y a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé,
  15   Mateo y Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón el que se llama Zelotes;
  16   Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que también fue el traidor.
  17   Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea y de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades;
  18   y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos; y fueron sanados.
  19   Y toda la multitud procuraba tocarle; porque poder salía de Él, y sanaba a todos.
  20   Y alzando Él los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
  21   Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
  22   Bienaventurados seréis, cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apartaren de sí, y os vituperaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
  23   Regocijaos en aquel día, y saltad de gozo; porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; porque así hacían sus padres a los profetas.
  24   Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque tenéis vuestro consuelo.
  25   ¡Ay de vosotros, los que estáis llenos! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
  26   ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros! Porque así hacían sus padres a los falsos profetas.
  27   Mas a vosotros los que oís, digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
  28   Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
  29   Y al que te hiriere en una mejilla, dale también la otra; y al que te quitare la capa, no le impidas llevar aun la túnica.
  30   Y a cualquiera que te pidiere, dale; y al que tomare lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
  31   Y como queréis que os hagan los hombres, así también hacedles vosotros:
  32   Porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
  33   Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
  34   Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracia tendréis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
  35   Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.
  36   Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
  37   No juzguéis, y no seréis juzgados: No condenéis, y no seréis condenados: Perdonad, y seréis perdonados.
  38   Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir.
  39   Y les dijo una parábola: ¿Puede el ciego guiar al ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?
  40   El discípulo no es mayor que su maestro; mas todo el que es perfecto, será como su Maestro.
  41   ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y la viga que está en tu propio ojo no consideras?
  42   ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en tu ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
  43   Porque no es buen árbol el que da mal fruto; ni árbol malo el que da buen fruto.
  44   Porque cada árbol por su fruto es conocido. Porque no cosechan higos de los espinos, ni vendimian uvas de las zarzas.
  45   El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.
  46   ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
  47   Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras, y las hace, os enseñaré a quién es semejante:
  48   Semejante es al hombre que edificó una casa, y cavó profundo, y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino un torrente, el río dio con ímpetu contra aquella casa, mas no la pudo mover; porque estaba fundada sobre la roca.
  49   Mas el que oye y no hace, es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y cayó luego; y fue grande la ruina de aquella casa.

Retorno