En este versículo la venganza de Dios amenazaba sobre los israelitas impíos e
incrédulos, que eran el pueblo visible de Dios, y quienes vivieron bajo los medios de la
gracia; pero quienes no obstante todas los obras maravillosas de Dios para con ellos,
permanecieron (como dice el v.28) desprovistos de consejos, no teniendo entendimiento en
ellos. De todos los cultivos del cielo, sacaron a luz frutos amargos y venenosos; como en
los dos versículos que preceden al texto. -La expresión que he escogido para mi texto, A
su tiempo su pie resbalará, parece indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y
destrucción a que están expuestos estos impios israelitas.
1. Estuvieron siempre expuestos a destrucción; como uno que permanece o camina en
lugares resbaladizos está siempre expuesto a la caída. Esto está implicado en la manera
de su destrucción cuando viene hacia ellos, estando representada por sus pies resbalando.
Lo mismo es expresado en el Salmo 73:18."Ciertamente los has puesto en deslizaderos;
en asolamientos los harás caer."
2. Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como
el que camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede
predecir si al siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae de un
sopetón sin advertencia, lo cual está también expresado en el Sal.73:18-19.
"Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo
han sido asolados de repente!"
3. Otra cosa implicada es, que están expuestos a caer por ellos mismos, sin ser
arrojados a tierra por la mano de otro; como aquel que permanece de pie o camina en suelo
resbaladizo no necesita otra cosa que su propio peso para caer al suelo.
4. La razón por la que no han caído todavía, ni caen ahora, es solamente porque el
tiempo señalado por Dios no ha llegado. Porque se dice que cuando ese esperado tiempo, o
momento señalado Ilegue, sus pies resbalarán. Luego se dejarán caer, de la manera en
que están inclinados a ello por su propio peso. Dios no lossostendrá ya más en estos
lugares resbaladizos, sino que los dejará ir; y luego, en ese mismo instante caerán en
destrucción; como aquel que se encuentra en suelos inclinados y resbalosos, o en el filo
de un abismo, que no puede mantenerse firme por sí solo; cuando se deja sin apoyo,
inmediatamente cae y se pierde.
La observación de estas palabras en las que voy a insistir ahora es ésta: "No
hay otra cosa que mantenga a los hombres impíos fuera del infierno en todo momento que el
mero placer de Dios." Por el mero placer de Dios quiero significar su placer
soberano, su voluntad arbitraria, no restringida por ninguna obligación, ni impedida por
ninguna dificultad, ni ninguna otra cosa; como si la pura voluntad de Dios no tuviera ni
un momento,en el menor grado, o en ningún otro aspecto, ningún lugar en la preservación
de los impíos. La verdad de esta observación aparece al considerar lo siguiente:
1. Dios no desea en ningún instante hacer muestra de su poder arrojando a los impíos
en el infierno. Los manos de los hombres no pueden ser fuertes cuando Dios se levanta; el
más fuerte no tiene poder para resistirle, ni puede librarse de sus manos. El no sólo es
capaz de arrojar a los impíos en el infierno, sino que puede hacerlo fácilmente. Algunas
veces un príncipe terrenal se encuentra con la dificultad de sujetar a un rebelde que ha
encontrado medios para fortificarse a sí mismo, y se ha hecho fuerto por el número de
sus seguidores. Pero no es así con Dios. No hay Fortaleza que sea defensa contra el poder
de Dios.
Aunque mano se una con mano, y una vasta multitud de los enemigos de Dios se combinen y
asocien, son fácilmente quebrados en pedazos. Son como grandes montones de paja ligera
ante el torbellion; o grandes cantidades de rastrojo seco ante llamas devoradoras.
Encontramos fácil pisotear y aplastar un gusano que vemos arrastrarse en la tierra;
también es fácil para nosotros cortar o chamuscar un hilo delgado que agarre cualquier
cosa; y así es fácil para Dios, cuando le place, arrojar a sus enemigos al infierno.
¿Qué somos nosotros para que permanezcamos de pie frente a El, ante cuya reprensión la
tierra tiembla, y las rocas son arrojadas?
2. Ellos merecen ser echados en el infierno; de manera que si la justicia divina se
encuentra en el camino, no hay objeción eficaz contra el uso del poder de Dios para
destruirlos. Antes, por el contrario, la justicia clama fuertemente por un castigo
infinito de sus pecados. La justicia divina dice del árbol que da a luz las uvas de
Sodoma, "córtalo, ¿para qué inutiliza también la tierra?" (Luc. 13:7). La
espada de la justicia divina está en cada momento blandeada sobre sus cabezas, y no es
otra cosa que la misericordia arbitraria y la pura voluntad de Dios que la detiene.
3. Ellos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno. No sólo merecen
justamente ser arrojados alli, sino que la sentencia de la ley de Dios, esa regla eterna e
immutable de justicia que Dios ha fijado entre El y la humanidad, ha ido en su contra, y
permanece en su contra; de manera que ya están dispuestos para el infierno. "El que
no cree, ya ha sido condenado" (Juan 3:18). De modo que cada inconverso pertenece
propiamente al infierno; ese es su lugar; de alli es él. "Vosotros sois de
abajo" (Juan 8:23), y allí estáis atados; es el lugar que la justicia, la palabra
de Dios, y la sentencia de su ley immutable les han asignado.
4. Ellos ahora son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresado en los
tormentos del infierno. Y la razón por la que no bajan al infierno en cualquier momento,
no es porque Dios, en cuyo poder están, no está entonces muy enojado con ellos, como lo
está con muchas criaturas miserables que ahora están siendo atormentadas en el infierno,
y allí sienten y experimentan el furor de su ira. Si, Dios está más eno-jado con otros
tantos que ahora están en la tierra; sí, sin duda lo está con muchos que están ahora
en estacongregación, con quienes está airado con más facilidad que con muchos de los
que se encuentran ahora en las llamas del infierno. Pero no es porque Dios se haya
olvidado de su impiedad ni se resienta por ello la razón por la que no desata su mano y
los corta. Dios no es enconjunto como uno de ellos, para ellos su condenación no se
duerme; el abismo está preparado, el fuego ya está listo, el horno esta caliente, listo
para recibirlos; las llamas se inflaman y arden. La espada resplandeciente está afilada y
se sostiene sobre ellos, y el abismo ha abiertosu boca bajo ellos.
5. El diablo esta listo para caer sobre ellos y asirlos para sí; momento que Dios
permitirá. Ellos le pertenecen; él tiene sus almas en su posesión y bajo su dominio. La
Escritura los representa como sus buenas dadivas (Luc.11:13). Los demonios los vigilan;
siempre están a su diestra por ellos; permanecen esperando por ellos como leones
hambrientos y codiciosos que ven su presa y esperan tenerla, pero por el momento se
retienen. Si Dios retirara su mano, por la cual ellos son restringidos, volarían sobre
sus pobres almas. La serpiente antigua los mira con asombro; el infierno abre su amplia
boca para recibirlos; y si Dios lo permitiera serían apresuradamente tragados y se
perderían.
6. En las almas de los impíos reinan principios infernales que estuvieran actualmente
encendidos y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios.
En la naturaleza de cada hombre carnal está colocado un fundamento para los tormentos del
infierno. Hay esos principios corrompidos reinando y en plena posesión de ellos, que son
la semilla del infierno de fuego. Estos principios son activos y poderosos, excesivos y
violentos en su naturaleza, y si no fuera por la mano restringente de Dios pronto
estallarían y se inflamarían de la misma manera que loharían las corrupciones y
enemistad en los corazones de las almas condenadas, y engendrarían los mismos tormentos
que crean en ellos. Las almas de los impíos son comparadas en la Escritura al mar en
tempestad (Is.57:20). Por el presente, Dios restringe su impiedad por medio de su gran
poder, de la misma manera en que hace con las coléricas ondas del mar turbulento,
diciendo, "hasta aquí llegarás y no pasarás;" pero si Dios retirara ese poder
restringente, rápidamente se llevaría todo por delante. El pecado es la ruina y la
miseria del alma; es destructiva en su naturaleza; y si Dios lo dejara sin restricción no
faltaría nada para hacer al alma algo perfectamente miserable. La corrupción del
corazón del hombre es inmoderada e ilimitada en su furia; y mientras el impío vive aquí
es como un fuego contenido por las restricciones de Dios, que si fuera dejado en libertad
atacaría con fuego el curso de la naturaleza; y ya que el corazón es ahora un montón de
pecado, de no ser restringido, inmediatamente convertiría el alma en un horno ardiente, o
en un horno de fuego y azufre.
7. No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de
la muerte a la mano. No es seguridad para un hombre natural el que está ahora en salud ni
el que no vea ninguna manera en la que pueda ahora partir inmediatamente de este mundo por
algún accidente, ni el que no haya ningú peligro visible en ningún aspecto en sus
circunstancias. La experiencia múitiple y continua del mundo en todas lasedades muestra
que no hay evidencia de que un hombre no está en el borde de la eternidad, y de que el
próximo paso no sea en otro mundo. Lo invisible, el olvido de modos y medios por los que
las personas salen súbita- mente del mundo son innumerables e inconcebibles. Los hombres
inconversos caminan sobre el abismo del infierno en una cubierta podrida, y hay
innumerables lugares tan débiles en esta cubierta que no pueden soportar su peso; lugares
que además no se ven a simple vista. Las flechas de la muerte vuelan a mediodía sin ser
vistas; la vista más aguda no las puede discerner. Dios tiene tantas maneras diferentes e
inescrutables de tomar al impío fuera del mundo y enviarlos al infierno, que no hay nada
que haga parecer que Dios tuviera necesidad de estar a expensas de un milagro, o salirse
fuera del curso de su providencia, para destruir al impío en cualquier instante. Todos
los medios por los que los impíos parten del mundo están de tal manera en las manos de
Dios, y tan universal y absolutamente sujetos a su poder y determinación, que no depende
sino de la pura voluntad de Dios el que los pecadores vayan en cualquier momento al
infierno, el que los medios nunca sean usados o estén involucrados en el caso.
8. La prudencia y el cuidado de los hombres natu- rales para preserver sus propias
vidas, o el cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningú
momento. De esto dan testimonio la providencia divina y la experiencia universal. Hay la
clara evi- dencia de que la propia sabiduría de los hombres no es seguridad para ellos
cuando están frente a la muerte; si fuera de otra manera veríamos alguna diferencia
entre los hombres sabios y politicos y los demás con respecto a su propensión a una
muerte temprana e inesperada; pero ¿cómo es esto en los hechos? "También morirá
el sabio como el necio" (Ecl.2:16).
9. Todas las luchas y maquinaciones que los hom- bres impíos usan para escapar del
infierno, mientras continúan rechazando a Cristo, permaneciendo así como impíos, no les
libra del infierno en ningún momento. Casi todo hombre natural que oye del infierno se
adula a sí mismo de que escapará; depende de sí mismo para su seguridad; se lisonjea a
si mismo en lo que ha hecho, en lo que está haciendo, o en lo que intenta hacer. Cada
quien dispone cosas en su mente sobre cómo evitará la condenación, y se engaña a si
mismo planeando su propio bien, y pensando que sus esquemas no fallarán. Ellos oyen sin
embargo que son pocos los que se salvan, y que la mayor parte de los hombres que han
muerto hasta ahora han ido al infierno; pero cada quien se imagina que planea mejores
cosas para su escape que lo que otros han hecho. El no pretende ir a ese lugar de
tormento; dice dentro de si que intenta tomar cuidado eficaz, y ordenar las cosas de tal
manera que no falle.
Pero los hijos insensatos de los hombres se engañan miserablemente a Si mismos en sus
propios esquemas, y en confianza de su propia fuerza y sabiduria; no confían en más que
una mera sombra. La mayoria de esos que hasta ahora han vivido bajo los mismos medios de
gracia y han muerto, han ido indudablemente al infierno; la razón no es que ellos no eran
tan sabios como los que ahora estan vivos; no fue porque no planearon cosas que les
aseguraran su escape. Si pudiéramos hablar con ellos, y preguntaries, uno por uno, si
ellos esperaban cuando vivos y cuando oian hablar acerca del infierno que serian objetos
de esa miseria, indudablemente escucharíamos uno por uno contestar: "No, yo nunca
pretendí venir aquí; había dispuesto las cosas de otra manera en mi mente; pensé haber
planeado el bien para mi; ideé un buen patrón. Intenté tomar un cuidado eficaz; pero
vino sobre mí inesperadamente. No lo esperaba en ese momento y de esa manera; vino como
un ladrón. La muerte me burló. La ira de Dios fue demasiado rápida para mi. 0h mi
maldita insensatez! Me estaba engañando y agradando con sueños vanos acerca de lo que yo
haría en el más allá; y cuando me encontraba diciendo, 'paz y seguridad,'vino sobre mi
destrucción repentina."
10. Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa
que haya dado, de mantener al hombre natural fuera del infierno. Ciertamente Dios no ha
dado promesas acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la
muerte eterna, sino aquellas que están contenidas en el pacto de gracia, las promesas son
sí y amén. Pero segu- ramente aquellos que no son hijos del pacto, que no creen en
ninguna de las promesas, no tienen interés en las promesas del pacto de gracia, y no
tienen interés en el Mediador del pacto. De manera que, aunque alguno haya tenido imagi-
naciones y pretensiones acerca de promesas hechas a hombres naturales que buscan con
sinceridad, es claro y manifiesto que no importa los dolores que un hombre natural sufra
en la religión, ni las oraciones que haga, asta que no crea en Cristo, Dios no está de
ninguna anera bajo la obligación de librarlo en ningún momento de la destrucción
eterna. De manera que así es que los hombres naturales son tornados en la mano de Dios
sobre el abismo del infierno; se han merecido el fiero abismo, y ya están sentenciados a
él; Dios ha sido terriblemente provocado, su ira es tan grande hacia ellos como la de
esos que están actualmente sufriendo las ejecuciones de la furia de su ira en el
infierno, y no han hecho nada en lo más mínimo para apaciguar o disminuir ese enojo, ni
está Dios atado en lo más minimo a ninguna promesa de levantarlos en ningún momento.
El diablo está esperando por ellos, el infierno está abierto de par en par para
ellos, las llamas se reúnen y centellean a su alrededor, los atraparán y tragarán; el
fuego contenido en sus corazones está luchando para estallar; y ellos no tienen ningún
interés en ningún mediador; no hay medios al alcance que les puedan servir de seguridad.
En resumen, no tienen refugio, nada de que aferrarse; todo lo que los preserva en todo
instante es la pura voluntad y la paciencia no pactual ni obligada de un Dios
encolerizado.
APLICACION
Este terrible tema puede ser útil para hacer despertar algunas personas inconversas en
esta congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra
fuera de Cristo. Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de
ti. Allí está el espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; alli está
la ancha boca del infierno abierta de par en par; y no tienes nada sobre que permanecer en
pie, ni nada de donde agarrarte; no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es
tan sólo el poder y el puro placer de Dios el que te soporta.
Posiblemente no eres sensible a esto; te ves fuera del infierno, pero no ves la mano de
Dios en ello; pero contempla otras cosas, como el buen estado de tu con- stitución
corporal, el cuidado de tu propia vida, y los medios que usas para tu preservación. Pero
verdaderamente estas cosas son nada; si Dios retirara su mano, ellas no te beneficiarían
más en cuanto a evitar tu caída, que lo que hace el delgado aire al sujetar una persona
que se suspende en él.
Tu impiedad te hace como si fueras tan pesado como el plomo, y te dirigirá hacia abajo
con gran peso y presión directo al infierno; y si Dios te dejara caer, inmediatamente te
sumergerías y rápidamente descenderías dentro del golfo sin fondo; y tu constitución
saludable, y tu propio cuidado y prudencia, y tu mejor plan, y toda tu justicia, no
tendrían más influencia para sujetarte y librarte del infierno, que lo que una tela de
araña puede hacer para frenar una roca al caer.
De no ser por el soberano placer de Dios, la tierra no te sostendría un instante
porque eres una carga para ella. La creación gime contigo; la criatura está hecha sujeta
a la esclavitud de tu corrupción, no para ayudarte voluntariamente a servir al pecado y a
Satanás; la tierra no produce su incremento voluntariamente para satisfacer tus pasiones;
ni es voluntariamente un escenario sobre el que tus impiedades actúen; el aire no te
sirve voluntariamente para mantener la llama de vida de tus órganos vitales, mientras
pasas tu vida al servicio de los enemigos de Dios. Las criaturas de Dios son buenas, y
fueron hechas para que el hombre sirviera a Dios con ellas, y para que no sirvieran
voluntariamente a ningún otro propósito, y para que gimieran cuando eran usadas para
propósitos tan directamente contrarios a su naturaleza y fin. El mundo te vomitaría de
no ser por la mano soberana de Aquel que lo tiene sujetado en esperanza. Las negras nubes
de la ira de Dios están ahora flotando directamente sobre sus cabezas, llenas de
terribles tormentas y truenos; y de no ser por la mano restringente de Dios hubieran
reventado inmediatamente sobre ti. El placer soberano de Dios, por el presente, detiene su
viento agitado; de otro modo vendria con furia, y tu destrucción llegaría como
torbellino. Serias como la paja menuda del suelo de trillo del verano.
La ira de Dios es como grandes aguas que están destinadas para el presente; aumentan
más y más, y crecen más y más, hasta que la salida sea dada. Y mientras se detenga la
corriente, más rápido y poderoso será su curso cuando sean desatadas. Es verdad que el
juicio contra tus obras perversas no ha sido ejecutado todavia; los diluvios de la
venganza de Dios han sido retenidos; pero tu culpa entretanto está constantemente
aumentando, y está cada día atesorando más ira; las aguas están aumentando
constantemente, y creciendo más y más poderosas; y no hay nada fuera del puro placer de
Dios que refrene las aguas, las cuales no quieren ser detenidas, y presionan duramente
para ir hacia adelante. Si Dios tan sólo retirara su mano de la compuerta, se abriría
inmediatamente, y los fieros diluvios del furor e ira de Dios empujarian con furia
inconcebible, y vendría sobre ti con poder omnipotente; y si tu fuera fuera diez mil
veces mayor que lo que es, sí, diez mil veces mayor que la fuerza del más corpulento y
robusto diablo en el infierno, no sería nada para resistirla o soportarla.
El arco de la ira de Dios está encorvado, la flecha lista en la cuerda, y la justicia
dirige la flecha a tu corazón, y estira el arco, y no es otra cosa que el mero placer de
Dios, y el que un Dios airado que sin ninguna promesa y obligación del todo, retiene la
flecha de embriagarse con tu sangre. Asi todos los que de ustedes nunca han pasado por un
gran cambio de corazón, por el gran poder del Espiritu de Dios sobre sus almas; todos los
que de ustedes nunca han nacido de nuevo, ni han sido hechos nuevas criaturas, ni han sido
levantados de la muerte en el pecado a un nuevo estado, ni han experimentado la luz y la
vida, están en las manos de un Dios airado. Aunque hayan reformado sus vidas en muchas
cosas, y hayan tenido afecciones religiosas, y hayan podido mantener cierta forma de
religión con sus familiares y cercanos, y aún en la casa de Dios, no es otra cosa que Su
mero placer que los preserva de ser consumidos en la destrucción eterna. No importa cuán
poco convencidos estén ahora de la verdad que oyen, a su tiempo estarán plenemente
convencidos de ella. Aquellos que han partido estando en las mismas circunstancias en que
están ustedes, ven que asi fue con ellos; porque la destrucción vino bruscamente sobre
la mayoría de ellos; cuando no la esperaban, y mientras esta- ban diciendo, 'paz y
seguridad.'Ahora ven, que esas cosas en las que dependían para la paz y la seguridad, no
eran más que un aire delgado y una sombra vacia. El Dios que te sostiene sobre el abismo
del infierno, mas que uno que sostenga una araña, o cualquier insecto asqueroso sobre el
fuego, te aborrece, y ha sido terriblemente provocado. Su ira hacia ti se enciende como
fuego; te ve como digno, pero no para otra cosa que para ser echado en el fuego; es tan
puro de ojos que no puede mantenerte a su vista; eres diez mil veces más abominable a sus
ojos que lo que la serpiente venenosa más odiada es a los nuestros. Le has ofendido
infinitamente más que lo que un rebelde obstinado ofende a su principe; y sin embargo, no
es otra cosa que su mano la que te sostiene de caer en el fuego en cualquier momento. No
debe ser atribuido a nadie más el que no hayas ido al infierno la última noche; el que
hayas sufrido otra vez el despertar en este mundo, después de haber cerrado los ojos para
dormir. Y no hay otra razón que dar de por qué no has caído en el infierno desde que te
levantaste en la mañana, que el hecho de que la mano de Dios te ha sostenido. No hay otra
razón que dar de porq ué no has ido al infierno, desde que te sentaste aqui en la casa
de Dios, provocando sus ojos puros por tu modo pecaminoso e impío de atender a su solemne
adoración. Si, no hay otra cosa que dar como razón de por qué no caes en el infierno en
este preciso momento. Oh, pecador, considera el terrible peligro en que estás. Es sobre
un horno de ira, un abismo amplio y sin fondo, lleno del fuego de la ira, en el que estás
soportado por la mano de Dios, cuya ira ha sido provocada e inflamada tanto contra ti,
como contra muchos de los ya condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo delgado, con
las llamas de la ira divina destelleando alrededor, y listas en todo momento para
chamuscarlo y quemarlo en dos; y no tienes interés ni por un instante en ningún
Mediador, ni en nada en qué aferrarte para salvarte a ti mismo, ni para librarte de las
llamas de la ira. Ni siquiera hay algo en ti, nada de lo que hayas hecho ni puedas hacer,
para inducir a Dios a per- donarte. Por eso te pido que consideres los siguientes puntos
de modo más particular:
1. Mira de quien es la ira. Es la ira de un Dios infinito. Si fuera solamente la ira de
un hombre, aunque fuera la del príncipe más poderoso, sería comparativamente pequeña
para ser considerada. La ira de reyes es mucho más terrible, especialmente la de monarcas
absolutos, que tienen las posesiones y las vidas de sus súbditos enteramente en su poder
para disponer de ellas a su mera voluntad. "Como rugido de cachorro de león es el
terror del rey; el que to enfurece peca contra sí mismo" (Prov.20:2). El súbdito
que se encoleriza mucho contra un príncipe arbitrario, está expuesto a sufrir los
tormentos más extremos que el arte humano puede inventar o que el poder humano puede
infligir. Pero las más grandes potestades terre- nales, en su mayor majestad y fuerza,
cuando están vestidos de sus más grandes terrores, no son mas que gusanos débiles y
despreciables de la tierra en comparación al Gran y Todopoderoso Creador y Rey del cielo
y a tierra. Es en realidad poco lo que ellos pueden hacer n el momento en que ellos están
más encolerizados, y cuando han ejercido el extremo de su furia. Todos los reyes de la
tierra son como langostas ante Dios; son nada y menos que nada; tanto su amor como su odio
son tornados en poco. La ira del gran Rey de reyes es tanto más terrible que la de ellos,
como lo es su majestad. "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el
cuerpo, y duspués nada máss pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer:
Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno;
sí, os digo, a éste temed" (Luc. 12:4,5).
2. Es a la furia de su ira a la que estás expuesto. A menudo leemos de la furia de
Dios; como en Is.59:18. "Como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a
sus adversarios." Así también Is.66:15. "Porque he aquí que Jehová vendrá
con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su represión
con llama de fuego." Y en muchos otros lugares. También Ap.19:15; allí leemos de
"el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso." Las palabras
son en extremo terribles. Si solamente se hubiera dicho, "la ira de Dios," los
términos implicarían algo infinitamente terrible; pero es "el furor y la ira de
Dios." iLa furia de Dios! ¡el furor de Jehová! ¡Oh, cuán terrible debe ser eso!
¿Quién puede pronunciar o concebir lo que estas expresiones implican en sí mismas? Pero
además, "el furor y la ira del Dios Todopoderoso." Como si hubiera una gran
manifestación de su poder omnipo- tente en lo que el furor de su ira realiza; como si la
omnipotencia estuviera encolerizada y ejercida de tal manera que los hombres no pueden
ejercer su fuerza en contra del furor de su ira. Oh! entonces, ¡cuál será la
consecuencia! ¡Qué será de aquellos pobres qusanos que la sufrirán! ¿Quién tendrá
manos fuertes para esto? ¿Qué corazón la podrá resistir? ¡A qué terrible, indecible,
inconcebible profundidad de miseria está sumergida la pobre criatura que esté sujeta a
esto! Considera esto, tú que estás aqui presente, y aún permaneces en un estado no
regenerado. Que Dios eje- cutará el furor de su enojo, implica, que El infligirá su ira
sin piedad. Cuando Dios observe la extremidad inefable de tu caso, y vea tu tormento estar
tan vastamente desproporcionado a tu fuerza, y vea cómo tu pobre alma es molida, y se
hunde como si estuviera en tinieblas infinitas; no tendrá compasión de ti, no
contenderá las ejecuciones de su ira, y ni siquiera aligerará su mano no habrá
moderación ni misericordia, no apaciguará su viento agitado; no tendrá cuidado de tu
bienestar, ni será en ningún sentido cuidadoso, a menos que sufras mucho más en
cualquier otra manera, que lo que sufrirías con lo que la justicia estricta requiere.
Nada será retenido por el hecho de que sea demasiado fuerte de sobrellevar. "Pues
también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y
gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré (Ez.8:18). Ahora Dios está presto a
tener piedad de ti; este es un día de misericordia; puedes gritar ahora con el aliento de
obtener misericordia. Pero cuando el día de misericordia pase, tus gritos y chillidos de
lamento y dolor serán en vano; estarás enteramente perdido y alejado de Dios, como para
que nadie se interese en tu bienestar. Dios no tendrá otra cosa que hacer contigo que
ponerte a sufrir miseria; no continuarás en existencia para otro fin que no sea ese;
porque serás un vaso de ira preparado para destrucción; y no habrá otro uso para este
vaso, que ser llenado a plenitud de ira. Dios estará tan lejos de tener piedad de ti
cuando grites, que se dice que solamente "reirá y se burlará"
(Prov.1:25,26ss).
Cuán terribles son esas palabras, las cuales proceden del gran Dios, "los pisé
con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas
mis ropas" (Is.63:3). Es quizás imposible concebir otras palabras que expresen con
más claridad la idea de despre- cio, odio, y furia de indignación. Si clamas a Dios para
que tenga piedad de ti, El estará tan lejos de hacer tal cosa en tu doloroso caso, o de
mostrarte ningún cuidado o favor, que, en lugar de ello, te hollará bajo sus pies. Y
aunque sabrá que no podrás sobrellevar el peso de la omnipotencia sobre ti, no tendrá
consideración, sino que te aplastará bajo sus pies sin misericordia; hará volar tu
sangre al molerte, y salpicará sobre sus vestidos, de tal manera que manchará todas sus
ropas. No sólo te odiará, sino que te tendrá bajo el desprecio más extremo; no habrá
otro lugar más adecuado para ti que el estar bajo sus pies, ser pisoteado como el fango
de las calles.
3. La miseria a la que estás expuesto es aquella que Dios infligrá con el fin de
mostrarte lo que la ira de Jehová es. Dios ha tenido en su corazón el mostrar a los
ángeles y a los hombres cuán excelente es su amor, y también cuan terrible es su ira.
Algunas veces los reyes terrenales tienen en mente mostrar cuán terrible es su ira, por
los castigos extremos que ejecutan en contra de aquellos que le provocan. Nabucodonosor,
ese monarca poderoso y orgulloso del imperio caldeo, estuvo presto a mostrar su ira cuando
se encolerizó contra Sadrac, Mesac y Abednego; y de esa manera dió orden de que el fiero
horno ardiente fuera calentado siete veces más de como estaba. Sin duda, fue levantado al
grado más extremo de furor que el arte humano podia levantar.
Pero el gran Dios está también presto a mostrar su ira, y magnificar su terrible
majestad y omnipotencia, en los sufrimientos extremos de sus enemigos. "¿Y qué, si
Dios, querien domostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los
vasos de ira preparados para destrucción?" (Rom.9:22). Y viendo que ésta es su
diseño, aquello que El ha determinado, mostrar cuán terrible es la ira, la furia y el
furor de Jehová cuando no es refrenada, El lo llevará a cabo. Sucederá ante un tes-
tigo algo que será espantoso. Cuando el gran Dios airado se haya levantedo y ejecutado su
terrible venganza sobre el pobre pecador, y cuando el miserable esté sufriendo el peso y
el poder infinito de su indignación, entonces Dios llamará al universo completo para que
contemple esa terrible majestad y omnipotencia que será vista en elia. "Y los
pueblos serán como cal quemada; como espinos cortados serán quemados con fuego. Oíd,
los que estáis lejos, lo que he hecho; y vosotros los que estáis cerca, conoced mi
poder. Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipóritas"
(Is.33:12-14). Asi sera con aquellos de ustedes que están en un estado de no conversion,
si continuán en él. El poder infinito, la majestad y lo terrible del Dios omnipotente
será magnificado sobre ti, en la inefable fuerza de tus tormentos. Serás atormentado en
la presencia de los san- tos ángeles, y en la del Cordero; y cuando te encuentres en ese
estado de sufrimiento, los habitantes gloriosos del cielo irán y verán el terrible
espectáculo, para que puedan ver lo que es la ira y el furor del Todopoderoso; y cuando
lo hayan visto, caerán y adorarán es gran poder y majestad. "Y de mes en mes, y de
día de reposo, en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mi, dijo Jehová. Y
saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su
gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre"
(Is.66:23-24).
4. Es una ira eterna. Sería terrible sufrir este furor y esta ira del Dios
Todopoderoso por un momento; pero debes sufrirla por toda la eternidad. No habrá fin para
esta aguda y horrible miseria. Cuando mires hacia delante, verás un largo para siempre,
una duración infinita ante ti, la cual tragará tus pensamientos, y sor- prenderá tu
alma; y estarás absolutamente desesperado de no tener liberación, de no tener fin, de no
mitigar, de no tener reposo del todo. Conocerás ciertamente que deberás consumirte
luchando contra esta venganza todopoderosa y ausente de misericordia durante largas
edades, millones de millones de edades. Y cuando así lo hayas hecho, cuando esas tantas
edades hayan pasado sobre ti de esa manera, conocerás que eso es sólo un punto de lo que
queda. De manera que tu castigo será verdaderamente infinito. ¡0h, quién puede expresar
cuál es el estado del alma en tales circunstancias! Todo lo que podamos decir acerca de
ello solamente da una rep- resentación muy débil; es inexpresable e inconcebible, porque
"¿quién conoce el poder de la ira de Dios?"
¡Cuán terrible es el estado de esos que diariamente y a cada hora están en peligro
de esta gran ira y miseria infinita! Pero ese es el lúgubre caso de cada alma en esta
congregación que todavia no ha nacido de nuevo, no importa cuán moralistas, estrictos,
sobrios y religiosos puedan ser. ¡Oh, si tan sólo consideraras esto, ya seas joven o
viejo! Hay razón para pensar, que hay muchos ahora en esta congregación oyendo este
discurso, que eventualmente serán sujetos de esta miseria por toda la eternidad. No
sabemos quiénes son, ni en qué asientos están, ni qué pensamientos tienen ahora. Puede
que ahora están cómodos, y oigan todas estas cosas sin mucha turbación, y están ahora
engafidndose a sí mis- mos de que ellos no son esas personas, prometiéndose también que
escaparán. Si conociéramos de una per sona, sólo de una en esta congregación, que
fuera sujeto de esta miseria, ¡qué terrible sería pensar en ello! Si supiéramos quíen
es, ¡qué vista más terrible fuera el mirar a tal persona! ¡Cómo surgiría un grito de
lamento amargo por él de parte del resto de la congregación! Pero ¡ay! en lugar de uno,
¡cuántos de ustedes recor- darán este discurso en el infierno! Sería un milagro si
algunos de los que están ahora presentes no se encontraran en el infierno dentro de poco
tiempo, o antes de que este año termine. Y no seria un milagro si algunas personas, de
las que ahora están aquí sentadas en algunos asientos de esta casa de reunión, en
salud, qui- etos y seguros, se encuentren allí antes de mañana en la mañana. Aquellos
de ustedes que continúen en un estado natural, que piensen que serán librados del
infierno más tiempo, ¡estarán allí en poco tiempo! su condenación no se tarda;
vendrá velozmente, y, con toda probabilidad, muy prontamente, sobre muchaos de ust- edes.
Ustedes tienen razón al admirarse de que no están ya en el infierno. Es dudoso el caso
de algunos que ust- edes han visto y conocido, que nunca merecieron el infierno más que
ustedes, y que una vez parecieron igualmente estar vivos como ustedes.
Su caso ha per- dido toda esperanza; ahora están gritando en extrema miseria y
perfecta desesperación; pero ustedes están aquí en la tierra de los vivientes, en la
casa de Dios, y tienen una oportunidad de obtener salvación. ¡Qué no darían esas
pobres, condenadas y desesperanzadas almas por un día de oportunidad como el que ahora
disfrutas! Y ahora tienes una oportunidad extraordinaria, un día en el que Cristo tiene
ampliamente abierta la puerta de la misericordia, permanece allí llamando, y gritando con
alta voz a los pobres pecadores; un día en el que muchos están uniéndose a El, y
apresurándose a entrar en el reino de Dios. Muchos vienen diariamente del este, oeste,
norte y sur; muchos que estuvieron últimamente en la misma condición miserable en que
están ustedes, y que ahora están en un estado de alegría, con sus cora- zones llenos de
amor por aquel que los amó y los lavó de sus pecados con su propia sangre, y se gozan en
la esperanza de la gloria de Dios.¡Cuán terrible será ser echado a un lado en aquel
día! ¡Ver a tantos festejando, mientras te estás consumiendo y pereciendo! !Ver a
tantos regocijándose y cantando con gozo del corazón, mientras tienes motivo para
lamentarte con pena inte- rior, y clamar a gritos con vejación del espíritu! ¿Cómo
pueden descansar aun un momento en tal condición? ¿No son sus almas tan preciosas como
las almas de la gente de Suffield (un pueblo de las inmediaciones) que están yendo a
Cristo día tras día? No hay muchos de ustedes aqui que han vivido un largo tiempo en el
mundo, y hasta este día no han nacido de nuevo? y son así extranjeros de la nación de
Israel, y no han hecho otra cosa desde su existencia que atesorar ira en contra del día
de la ira?
Oh, señores, su caso, en una manera especial, es peligroso en extremo. Su culpa y
dureza de corazón es extremadamente grande. No ven ustedes cómo generalmente las per-
sonas de su edad son pasados por alto y dejados en el notable presente y maravillosa
dispensación de la mis- ericordia de Dios? Tienen necesidad de considerarse a ustedes
mismos, y despertar por completo del sueño. No pueden Ilevar la carga del furor y la ira
del Dios infinito. Y ustedes, hombres y mujeres jóvenes, negarán esta preciosa época
que ahora disfrutan, cuando tantos otros de su edad están renunciando a todas las
vanidades juveniles, y yendo a Christo? Tienen ahora una oportunidad extraordinaria; pero
si la rechazan, les pasará como a esas personas que gastaron todos los días preciosos de
su juventud en el pecado, y ahora han pasado a un estado de ceguera y endurecimiento. Y
ustedes, hijos, que están sin convertir, no saben que van al infierno, a sobrellevar la
terrible ira de ese Dios, que ahora está enojado contigo cada día y noche? Estarán
ustedes con- tentos de ser hijos del diablo, cuando tantos otros niños en la tierra
están convertidos, y han venido a ser los hijos santos y alegres del Rey de reyes? Que
cada uno que esté sin Cristo, y colgando sobre el abismo del infierno, ya sea anciano o
anciana, de mediana edad, joven o niños, oigan ahora los fuertes llamados de la palabra y
la providencia de Dios. Este año aceptable del Señor, un día de tanto favor para
algunos, será sin lugar a dudas un dia de notable venganza para otros. Los corazones de
los hombres se endurecerían, y su culpa se incrementaría aprisa en un día como éste,
si niegan salud a sus almas. Nunca hubo tanto peligro para estas personas de ser
entragadas a la dureza de corazón y ceguera de mente. Dios ahora parece estar reuniendo
apresuradamente a sus escogidos de todas partes de la tierra; y probablemente la mayor
parte de los adultos que se salvarán, serán traídos dentro de poco tiempo, y será como
el gran repartimiento del Espíritu sobre los judios en los días de los apóstoles. Los
elegidos obtendrán la salvación, y el resto será cegado. Si éste fuera tu caso,
maidecirás este día eternamente, y maldecirás el dia en que naciste al ver el tiempo de
repartimiento del Espíritu, y desearás haber muerto e ido al infierno antes de haberlo
contemplado. Ahora, indudablemente, como lo fue en los dias de Juan el Bautista, el hacha
está colocada de una manera extraordinaria a la raíz de los árboles, para que todo
árbol que no dé buen fruto, sea cortado, y arrojado al fuego. Por tanto, que todo aquel
que esté sin Cristo, despierte ahora y huya de la ira por venir. La ira del Dios
Todopoderoso se cierne ahora sobre una gran parte de esta congregación. Que cada uno huya
de Sodoma: "Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí, escapen al monte,
no sea que perezcan."
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