Hechos 15-21


 
Hechos 15
 
  1   Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos, diciendo: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre de Moisés, no podéis ser salvos.
  2   Así que, cuando Pablo y Bernabé tuvieron una disensión y contienda no pequeña con ellos, determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos, subiesen a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar acerca de esta cuestión.
  3   Ellos, pues, siendo encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
  4   Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y les contaron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
  5   Mas algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo que era necesario circuncidarlos y mandarles que guardasen la ley de Moisés.
  6   Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto.
  7   Y después de mucha discusión, levantándose Pedro, les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió entre nosotros, que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio, y creyesen.
  8   Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como a nosotros;
  9   y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
  10   Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
  11   Antes creemos que por la gracia del Señor Jesucristo somos salvos, del mismo modo que ellos.
  12   Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuántos milagros y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.
  13   Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oídme.
  14   Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.
  15   Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
  16   Después de esto volveré, y restauraré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar:
  17   Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace todas estas cosas.
  18   Conocidas son a Dios todas sus obras desde la eternidad.
  19   Por lo cual yo juzgo, que no se moleste a los que de los gentiles se convierten a Dios;
  20   sino que les escribamos que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de ahogado, y de sangre.
  21   Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
  22   Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir varones de ellos, y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé; a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos,
  23   y escribir por mano de ellos, de esta manera: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos: A los hermanos de los gentiles que están en Antioquía, y en Siria, y en Cilicia, saludos.
  24   Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, os han inquietado con palabras, trastornando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, a los cuales no dimos tal mandato,
  25   nos ha parecido bien, congregados en uno, elegir varones, y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
  26   hombres que han expuesto sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
  27   Así que, enviamos a Judas y a Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo mismo.
  28   Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias.
  29   Que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.
  30   Ellos entonces enviados, descendieron a Antioquía; y reuniendo la multitud, dieron la carta;
  31   la cual habiendo leído, se gozaron de la consolación.
  32   Y Judas y Silas, siendo también profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabra.
  33   Y pasando allí algún tiempo, fueron enviados de los hermanos a los apóstoles en paz.
  34   Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí aún.
  35   Y Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y predicando la palabra del Señor, también con muchos otros.
  36   Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos por todas las ciudades en que hemos predicado la palabra del Señor, para ver cómo están.
  37   Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
  38   mas a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.
  39   Y hubo tal contención entre ellos, que se apartaron el uno del otro; y Bernabé tomando a Marcos, navegó a Chipre,
  40   y Pablo escogiendo a Silas, partió encomendado de los hermanos a la gracia del Señor,
  41   y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.

 
Hechos 16
 
  1   Después llegó a Derbe, y a Listra; y he aquí, estaba allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, mas su padre era griego.
  2   De éste daban buen testimonio los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.
  3   Éste quiso Pablo que fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.
  4   Y como pasaban por las ciudades, les entregaban los decretos que habían sido ordenados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén para que los guardasen.
  5   Así que, las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.
  6   Y pasando a Frigia y a la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo predicar la palabra en Asia.
  7   Y como llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia; mas el Espíritu no se lo permitió.
  8   Y pasando a Misia, descendieron a Troas.
  9   Y de noche apareció a Pablo una visión: Un varón macedonio estaba en pie, y le rogaba, diciendo: Pasa a Macedonia, y ayúdanos.
  10   Y como él vio la visión, luego procuramos partir a Macedonia, dando por cierto que el Señor nos llamaba para que les predicásemos el evangelio.
  11   Zarpamos, pues, de Troas, y fuimos rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis;
  12   y de allí a Filipos, que es la ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
  13   Y el día sábado salimos de la ciudad, junto al río, donde solían hacer oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.
  14   Y una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.
  15   Y cuando fue bautizada, ella, y su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa; y nos constriñó a quedarnos.
  16   Y aconteció, que yendo nosotros a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu pitónico, la cual daba grande ganancia a sus amos adivinando.
  17   Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, los cuales nos enseñan el camino de salvación.
  18   Y esto hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora.
  19   Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades;
  20   y presentándolos ante los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,
  21   y predican costumbres, las cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.
  22   Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados rasgándoles sus ropas, mandaron azotarles con varas.
  23   Y después de haberles herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.
  24   El cual, habiendo recibido este mandato, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo.
  25   Mas a media noche, Pablo y Silas oraban, y cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.
  26   Entonces repentinamente fue hecho un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y luego todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron.
  27   Y despertando el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían escapado.
  28   Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún daño; pues todos estamos aquí.
  29   Él entonces, pidiendo luz, entró corriendo, y temblando, se derribó a los pies de Pablo y de Silas;
  30   y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
  31   Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.
  32   Y le hablaron la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa.
  33   Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizó luego él, y todos los suyos.
  34   Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de haber creído en Dios con toda su casa.
  35   Y cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres.
  36   Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que se os suelte, así que ahora salid, e id en paz.
  37   Entonces Pablo les dijo: Nos azotaron públicamente sin ser condenados; siendo hombres romanos, nos echaron en la cárcel; ¿y ahora nos echan secretamente? No, de cierto, sino dejad que vengan ellos mismos y nos saquen.
  38   Y los alguaciles dijeron estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.
  39   Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.
  40   Y saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.

 
Hechos 17
 
  1   Y pasando por Amfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.
  2   Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados disputó con ellos de las Escrituras,
  3   enseñando y exponiendo, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que este Jesús, a quien yo os predico, es el Cristo.
  4   Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran multitud, y mujeres nobles no pocas.
  5   Mas los judíos que no eran creyentes se encelaron y tomaron consigo a unos hombres perversos, de lo peor, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
  6   Mas no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: ¡Estos que han trastornado al mundo también han venido acá!
  7   A los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos, hacen contrario a los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
  8   Y el pueblo y los magistrados de la ciudad se alborotaron al oír estas cosas.
  9   Mas habiendo obtenido fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
  10   Y de inmediato los hermanos, enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea; los cuales habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.
  11   Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
  12   Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres griegas distinguidas, y no pocos hombres.
  13   Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era predicada la palabra de Dios por Pablo, fueron también allá y alborotaron al pueblo.
  14   Entonces los hermanos, inmediatamente enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.
  15   Y los que conducían a Pablo, le llevaron hasta Atenas; y habiendo recibido mandamiento para Silas y Timoteo, de que viniesen a él tan pronto como pudiesen, partieron.
  16   Y esperándolos Pablo en Atenas, su espíritu se enardecía en él, viendo la ciudad dada a la idolatría.
  17   Así que, disputaba en la sinagoga con los judíos, y los religiosos; y en la plaza cada día con los que concurrían.
  18   Y ciertos filósofos de los epicúreos y de los estoicos, disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de dioses extraños; porque les predicaba a Jesús y la resurrección.
  19   Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva doctrina de que hablas?
  20   Pues traes a nuestros oídos ciertas cosas extrañas; queremos, pues, saber qué significan estas cosas.
  21   ( Porque todos los atenienses y los extranjeros que estaban allí, no se interesaban en ninguna otra cosa, sino en decir o en oír algo nuevo. )
  22   Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo veo que sois muy supersticiosos;
  23   porque pasando y mirando vuestros santuarios, también hallé un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquél, pues, que vosotros adoráis sin conocerle, a Éste yo os anuncio.
  24   El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay; Éste, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos;
  25   ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase algo; pues Él a todos da vida y aliento, y todas las cosas.
  26   Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de su habitación;
  27   para que busquen al Señor, si en alguna manera, palpando, le hallen; si bien no está lejos de cada uno de nosotros.
  28   Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque también linaje suyo somos.
  29   Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos de pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres.
  30   Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora demanda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
  31   por cuanto ha establecido un día en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón a quien Él designó; dando fe a todos con haberle resucitado de los muertos.
  32   Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.
  33   Y así Pablo salió de en medio de ellos.
  34   Mas algunos creyeron y se unieron a él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

 
Hechos 18
 
  1   Después de estas cosas, Pablo partió de Atenas y vino a Corinto.
  2   Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que recién había venido de Italia, y a Priscila su esposa ( porque Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma ), y vino a ellos.
  3   Y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaba; porque el oficio de ellos era hacer tiendas.
  4   Y disputaba en la sinagoga todos los sábados y persuadía a judíos y a griegos.
  5   Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo, constreñido en espíritu, testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo.
  6   Mas oponiéndose y blasfemando ellos, sacudiéndose él sus ropas, les dijo: Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza; yo limpio estoy; desde ahora me iré a los gentiles.
  7   Y partiendo de allí, entró en casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la casa del cual estaba junto a la sinagoga.
  8   Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados.
  9   Entonces el Señor en una visión de noche, dijo a Pablo: No temas, sino habla, y no calles;
  10   porque yo estoy contigo, y nadie vendrá sobre ti para dañarte; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
  11   Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
  12   Y siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo; y le llevaron al tribunal,
  13   diciendo: Éste persuade a los hombres a adorar a Dios contrario a la ley.
  14   Y cuando Pablo estaba por abrir su boca, Galión dijo a los judíos: Si se tratara de algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría.
  15   Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.
  16   Y los echó del tribunal.
  17   Entonces todos los griegos, tomando a Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; mas a Galión nada se le daba de ello.
  18   Y Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, despidiéndose de los hermanos, navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía voto.
  19   Y llegó a Éfeso, y los dejó allí. Mas él entrando en la sinagoga disputaba con los judíos,
  20   los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; pero él no accedió;
  21   sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde la fiesta que viene, en Jerusalén; mas otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso.
  22   Y habiendo arribado a Cesarea subió a Jerusalén; y después de saludar a la iglesia, descendió a Antioquía.
  23   Y después de pasar allí algún tiempo, partió, andando por orden la provincia de Galacia, y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.
  24   Y cierto judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras, vino a Éfeso.
  25   Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque sólo conocía el bautismo de Juan.
  26   Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; y cuando Priscila y Aquila le oyeron, le tomaron aparte, y le expusieron con más exactitud el camino de Dios.
  27   Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos escribieron, exhortando a los discípulos que le recibiesen; y venido él, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído.
  28   Porque con gran elocuencia convencía públicamente a los judíos, mostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.

 
Hechos 19
 
  1   Y aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, habiendo pasado por las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,
  2   les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo desde que creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído que hay Espíritu Santo.
  3   Entonces les dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
  4   Y Pablo les dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, esto es, en Cristo Jesús.
  5   Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
  6   Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
  7   Y eran por todos unos doce varones.
  8   Y entrando en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, disputando y persuadiendo acerca del reino de Dios.
  9   Pero cuando algunos se endurecieron y no creyeron, sino que maldijeron el Camino delante de la multitud, él se apartó de ellos y apartó a los discípulos, disputando cada día en la escuela de un tal Tyrano.
  10   Y esto fue hecho por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
  11   Y hacía Dios milagros incomparables por mano de Pablo;
  12   de tal manera que aun los pañuelos o delantales de su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían de ellos.
  13   Pero algunos de los judíos, vagabundos exorcistas, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuramos por Jesús, el que Pablo predica.
  14   Y había siete hijos de un tal Sceva, judío, príncipe de los sacerdotes, que hacían esto.
  15   Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?
  16   Y el hombre en quien estaba el espíritu malo saltó sobre ellos, y dominándolos, prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa, desnudos y heridos.
  17   Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
  18   Y muchos de los que habían creído venían, confesando, y dando cuenta de sus hechos.
  19   Asimismo muchos de los que habían practicado la magia, trajeron sus libros, y los quemaron delante de todos; y contando el precio de ellos, se halló ser cincuenta mil piezas de plata.
  20   Así crecía poderosamente la palabra del Señor, y prevalecía.
  21   Y pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.
  22   Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
  23   Y en aquel tiempo hubo un alboroto no pequeño acerca del Camino.
  24   Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba a los artífices no poca ganancia;
  25   a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza;
  26   y veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha persuadido y apartado a muchas gentes, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.
  27   Y no solamente hay peligro de que este negocio se nos deshaga, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea desechado, y venga a ser destruida su majestad, la cual adora toda Asia y el mundo.
  28   Y oyendo esto, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!
  29   Y toda la ciudad se llenó de confusión; y arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo, a una se abalanzaron al teatro.
  30   Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.
  31   También algunos de los principales de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él rogándole que no se presentase en el teatro.
  32   Unos, pues, gritaban una cosa, y otros, otra; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayoría de ellos no sabían por qué se habían reunido.
  33   Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, haciendo señal con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo.
  34   Mas cuando supieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!
  35   Entonces el escribano, cuando hubo apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de los efesios es adoradora de la gran diosa Diana, y de la imagen caída de Júpiter?
  36   Y ya que esto no puede ser contradicho, conviene que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente;
  37   pues habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos, ni blasfemadores de vuestra diosa.
  38   Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se hacen, y procónsules hay; acúsense unos a otros.
  39   Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.
  40   Porque estamos en peligro de ser acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso.
  41   Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.

 
Hechos 20
 
  1   Y después que cesó el alboroto, Pablo llamó a los discípulos, y abrazándoles, se despidió, y partió para ir a Macedonia.
  2   Y habiendo recorrido aquellas regiones, después de exhortarles con abundancia de palabras, vino a Grecia.
  3   Y estuvo allí tres meses. Y cuando los judíos le pusieron acechanza, estando él por navegar a Siria, decidió regresarse por Macedonia.
  4   Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, y de los tesalonicenses, Aristarco y Segundo, y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
  5   Éstos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
  6   Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días vinimos a ellos a Troas, en donde estuvimos siete días.
  7   Y el primer día de la semana, reuniéndose los discípulos para partir el pan, Pablo les predicaba, y habiendo de partir al día siguiente; alargó su discurso hasta la media noche.
  8   Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos.
  9   Y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, cayó en un sueño profundo; y como Pablo predicaba largamente, se quedó dormido y cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
  10   Entonces descendió Pablo y se derribó sobre él, y abrazándole, dijo: No os turbéis, que su vida está en él.
  11   Y cuando subió otra vez, y hubo partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba, y así partió.
  12   Y trajeron al joven vivo, y fueron consolados no poco.
  13   Y nosotros subiendo en el navío, navegamos a Asón, para recibir de allí a Pablo; pues él así había determinado, queriendo él ir por tierra.
  14   Y como se encontró con nosotros en Asón, tomándole vinimos a Mitilene.
  15   Y navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quíos, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo reposado en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
  16   Porque Pablo había determinado navegar adelante de Éfeso, por no detenerse en Asia; pues se apresuraba para, si le fuese posible, estar en Jerusalén el día de Pentecostés.
  17   Y desde Mileto envió a Éfeso, e hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
  18   Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he conducido entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia;
  19   sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
  20   y cómo nada que os fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
  21   testificando a los judíos y a los griegos arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo.
  22   Y he aquí, ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
  23   salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que prisiones y tribulaciones me esperan.
  24   Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
  25   Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
  26   Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;
  27   porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
  28   Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.
  29   Porque yo sé esto, que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
  30   Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí.
  31   Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
  32   Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para sobreedificar, y daros herencia con todos los santificados.
  33   No he codiciado plata, u oro, o vestidura de nadie.
  34   Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y para los que están conmigo, estas manos me han servido.
  35   En todo os he enseñado que trabajando así, es necesario sobrellevar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
  36   Y habiendo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
  37   Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose sobre el cuello de Pablo, le besaban,
  38   entristeciéndose sobre todo por las palabras que había dicho, que ya no volverían a ver su rostro. Y le acompañaron hasta el barco.

 
Hechos 21
 
  1   Y aconteció que después de separarnos de ellos, zarpamos y vinimos camino directo a Coos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
  2   Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.
  3   Y cuando avistamos a Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y vinimos a Tiro; porque el barco había de descargar allí su cargamento.
  4   Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.
  5   Y cuando cumplimos aquellos días, partimos, y nos encaminaron todos, con sus esposas e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la ribera, oramos.
  6   Y abrazándonos unos a otros, subimos al barco, y ellos se volvieron a sus casas.
  7   Y nosotros, cumplida la navegación, vinimos de Tiro a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
  8   Y al día siguiente, partiendo Pablo y los que con él estábamos, vinimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, el cual era uno de los siete, posamos con él.
  9   Y éste tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
  10   Y deteniéndonos allí por muchos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo.
  11   Y aconteció que después de separarnos de ellos, zarpamos y vinimos camino directo a Coos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.
  12   Y cuando oímos esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.
  13   Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
  14   Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
  15   Y después de estos días, tomando nuestro bagaje, subimos a Jerusalén.
  16   Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a un Mnasón, de Chipre, un discípulo antiguo, con el cual posaríamos.
  17   Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.
  18   Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes;
  19   y después de saludarlos, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.
  20   Y cuando ellos lo oyeron, glorificaron al Señor, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley.
  21   Y están informados acerca de ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no han de circuncidar a los hijos, ni andar según las costumbres.
  22   ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto; porque oirán que has venido.
  23   Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre sí:
  24   Toma a éstos contigo, y purifícate con ellos, y paga con ellos para que rasuren sus cabezas, y todos entiendan que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti; sino que tú también andas ordenadamente, y guardas la ley.
  25   Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito y acordado que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo que fue sacrificado a los ídolos, y de sangre, y de estrangulado, y de fornicación.
  26   Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, hasta que una ofrenda fuese ofrecida por cada uno de ellos.
  27   Y cuando estaban por cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,
  28   dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Éste es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, y la ley, y este lugar; y además ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar.
  29   ( Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, efesio, al cual pensaban que Pablo había metido en el templo. )
  30   Así que toda la ciudad se agitó, y se agolpó el pueblo; y tomando a Pablo, le arrastraron fuera del templo, y luego las puertas fueron cerradas.
  31   Y cuando iban a matarle, fue dado aviso al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada.
  32   Éste, de inmediato tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo hacia ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo.
  33   Entonces llegando el tribuno, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas; y preguntó quién era, y qué había hecho.
  34   Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.
  35   Y como llegó a las gradas, aconteció que fue llevado en vilo por los soldados a causa de la violencia del pueblo;
  36   porque la multitud del pueblo venía detrás, gritando: ¡Fuera con él!
  37   Y cuando estaban por meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Me permites decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
  38   ¿No eres tú aquel egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres sicarios?
  39   Entonces Pablo le dijo: Yo de cierto soy hombre judío, de Tarso, ciudad no insignificante de Cilicia; y te ruego que me permitas hablar al pueblo.
  40   Y cuando él se lo permitió, Pablo estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo, y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:

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