Hechos 1-7


 
Hechos 1
 
  1   En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
  2   hasta el día en que fue llevado arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que Él escogió;
  3   a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, siendo visto de ellos por cuarenta días, y hablándoles acerca del reino de Dios.
  4   Y estando reunido con ellos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
  5   Porque Juan a la verdad bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos.
  6   Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
  7   Y Él les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
  8   mas recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, a la vez, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
  9   Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le llevó de delante de sus ojos.
  10   Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, he aquí dos varones en vestiduras blancas se pusieron junto a ellos;
  11   los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
  12   Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén camino de un sábado.
  13   Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelotes, y Judas hermano de Jacobo.
  14   Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
  15   Y en aquellos días Pedro se levantó en medio de los discípulos ( el número de las personas allí reunidas, era como de ciento veinte ), y dijo:
  16   Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura la cual el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús;
  17   que era contado con nosotros y tuvo parte en este ministerio.
  18   Éste, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.
  19   Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que significa, campo de sangre.
  20   Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su obispado.
  21   Por tanto, es necesario que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,
  22   comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.
  23   Y señalaron a dos; a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.
  24   Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra de estos dos cuál has escogido,
  25   para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.
  26   Y les echaron suertes, y cayó la suerte sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

 
Hechos 2
 
  1   Y cuando se cumplieron los días de Pentecostés, estaban todos unánimes en un mismo lugar.
  2   Y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
  3   y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
  4   Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
  5   Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones debajo del cielo.
  6   Y cuando esto fue divulgado, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
  7   Y estaban atónitos y maravillados, diciéndose unos a otros: He aquí, ¿no son galileos todos estos que hablan?
  8   ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en que hemos nacido?
  9   Partos y medos, y elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
  10   en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de Libia que está más allá de Cirene, y romanos extranjeros, tanto judíos como prosélitos,
  11   cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
  12   Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué significa esto?
  13   Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
  14   Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
  15   Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis, siendo apenas la hora tercera del día.
  16   Mas esto es lo que fue dicho por el profeta Joel:
  17   Y será que en los postreros días, dice Dios: Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Y vuestros jóvenes verán visiones; Y vuestros ancianos soñarán sueños:
  18   Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
  19   Y mostraré prodigios arriba en el cielo; y señales abajo en la tierra; sangre, y fuego, y vapor de humo:
  20   El sol se tornará en tinieblas; y la luna en sangre; antes que venga el día del Señor; grande y memorable;
  21   Y acontecerá que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
  22   Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros con milagros y prodigios, y señales que Dios hizo por medio de Él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis.
  23   A Éste, entregado por determinado consejo y presciencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole;
  24   al cual Dios resucitó, habiendo soltado los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser retenido de ella.
  25   Porque David dice de Él: Veía al Señor siempre delante de mí: Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
  26   Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua; Y aun mi carne descansará en esperanza;
  27   Porque no dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
  28   Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia.
  29   Varones hermanos, permitidme hablaros libremente del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
  30   Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de sus lomos, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono;
  31   viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su carne vio corrupción.
  32   A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
  33   Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ahora vosotros veis y oís.
  34   Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
  35   hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
  36   Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
  37   Y al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
  38   Entonces Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
  39   Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
  40   Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
  41   Así que, los que con gozo recibieron su palabra, fueron bautizados; y aquel día fueron añadidas a ellos como tres mil almas.
  42   Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones.
  43   Y vino temor sobre toda persona: y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
  44   Y todos los que habían creído estaban juntos; y tenían en común todas las cosas;
  45   y vendían sus propiedades, y sus bienes, y lo repartían a todos, según cada uno tenía necesidad.
  46   Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
  47   alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

 
Hechos 3
 
  1   Y Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
  2   Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído; al cual ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
  3   Éste, como vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.
  4   Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
  5   Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir de ellos algo.
  6   Y Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; mas lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
  7   Y tomándole por la mano derecha le levantó; y luego fueron afirmados sus pies y tobillos;
  8   y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
  9   Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.
  10   Y sabían que él era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había sucedido.
  11   Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.
  12   Y viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?
  13   El Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob; el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, al cual vosotros entregasteis, y negasteis delante de Pilato, cuando éste había determinado dejarle en libertad.
  14   Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un hombre homicida;
  15   y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo cual nosotros somos testigos.
  16   Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, en su nombre le ha confirmado: Así que, la fe que por Él es, le ha dado esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
  17   Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes.
  18   Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que Cristo había de padecer.
  19   Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor,
  20   y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes predicado;
  21   a quien ciertamente es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de todos sus santos profetas que han sido desde el principio del mundo.
  22   Porque Moisés en verdad dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará Profeta de vuestros hermanos, como yo; a Él oiréis en todas las cosas que os hablare.
  23   Y será, que toda alma que no oyere a aquel Profeta, será desarraigada del pueblo.
  24   Sí, y todos los profetas desde Samuel y en adelante, cuantos han hablado, también han predicho estos días.
  25   Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.
  26   A vosotros primeramente, Dios, habiendo resucitado a su Hijo Jesús, le envió para que os bendijese, al convertirse cada uno de su maldad.

 
Hechos 4
 
  1   Y hablando ellos al pueblo, los sacerdotes y el magistrado del templo y los saduceos, vinieron sobre ellos,
  2   resentidos de que enseñasen al pueblo, y predicasen en Jesús la resurrección de los muertos.
  3   Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente; porque era ya tarde.
  4   Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.
  5   Y aconteció al día siguiente, que se juntaron en Jerusalén los príncipes de ellos, y los ancianos, y los escribas;
  6   y Anás, príncipe de los sacerdotes, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje sacerdotal;
  7   Y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
  8   Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Príncipes del pueblo, y ancianos de Israel:
  9   Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado;
  10   sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que por el nombre de Jesucristo de Nazaret, al que vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia sano.
  11   Este Jesús es la piedra reprobada de vosotros los edificadores, la cual es puesta por cabeza del ángulo.
  12   Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que debamos ser salvos.
  13   Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras e ignorantes, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.
  14   Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba con ellos, no podían decir nada en contra.
  15   Entonces mandaron que saliesen del concilio; y consultaban entre sí,
  16   diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, un milagro notable ha sido hecho por ellos, manifiesto a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.
  17   Sin embargo para que no se divulgue más por el pueblo, amenacémosles, para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.
  18   Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
  19   Mas Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios:
  20   Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
  21   y después de amenazarles más, y no hallando nada de qué castigarles, les dejaron ir por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que había sido hecho.
  22   Porque el hombre en quien había sido hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.
  23   Y puestos en libertad, vinieron a los suyos, y contaron todo lo que los príncipes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
  24   Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Señor, tú eres Dios, que hiciste el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay;
  25   que por boca de David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas?
  26   Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.
  27   Porque verdaderamente se juntaron contra tu santo Hijo Jesús al cual ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
  28   para hacer lo que tu mano y tu consejo habían antes determinado que había de ser hecho.
  29   Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y da a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra;
  30   y extiende tu mano para que sanidades, y milagros y prodigios sean hechos por el nombre de tu santo Hijo Jesús.
  31   Y como hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con denuedo.
  32   Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: y ninguno decía ser suyo propio lo que poseía; sino que tenían todas las cosas en común.
  33   Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y abundante gracia había sobre todos ellos.
  34   Y ningún necesitado había entre ellos; porque todos los que poseían heredades o casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido,
  35   y lo ponían a los pies de los apóstoles; y era repartido a cada uno según su necesidad.
  36   Entonces José, que fue llamado de los apóstoles por sobrenombre, Bernabé ( que interpretado es, hijo de consolación ), levita, natural de Chipre,
  37   como tuviese una heredad, la vendió, y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

 
Hechos 5
 
  1   Pero un varón llamado Ananías, con Safira su esposa, vendió una heredad,
  2   y retuvo parte del precio, sabiéndolo también su esposa; y trayendo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.
  3   Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y te quedases con parte del precio de la heredad?
  4   Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
  5   Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y expiró. Y vino gran temor sobre todos los que lo oyeron.
  6   Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
  7   Y pasado un lapso como de tres horas, entró también su esposa, no sabiendo lo que había acontecido.
  8   Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.
  9   Y Pedro le dijo: ¿Por qué concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
  10   Y al instante cayó a los pies de él, y expiró; y entrados los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.
  11   Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.
  12   Y por mano de los apóstoles eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
  13   Y de los demás, ninguno osaba juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente.
  14   Y más creyentes se añadían al Señor, multitudes, así de hombres como de mujeres;
  15   tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y en lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.
  16   Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos ellos eran sanados.
  17   Entonces se levantó el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, que es la secta de los saduceos, y se llenaron de celos;
  18   y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.
  19   Mas el ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo:
  20   Id, y puestos en pie en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.
  21   Y habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.
  22   Mas cuando llegaron los oficiales, y no los hallaron en la cárcel, volvieron y dieron aviso,
  23   diciendo: De cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro.
  24   Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el magistrado del templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
  25   Y viniendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo.
  26   Entonces fue el magistrado con los oficiales, y los trajo sin violencia; porque temían ser apedreados por el pueblo.
  27   Y trayéndolos, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó,
  28   diciendo: ¿No os ordenamos rigurosamente, que no enseñaseis en este nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre.
  29   Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.
  30   El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un madero.
  31   A Éste Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados.
  32   Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
  33   Ellos, oyendo esto, se enfurecieron, y tomaron consejo para matarlos.
  34   Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, honorable ante todo el pueblo, mandó que hiciesen sacar un momento a los apóstoles,
  35   y les dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer.
  36   Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de como cuatrocientos hombres; el cual fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados, y reducidos a nada.
  37   Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del empadronamiento, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Éste también pereció; y todos los que le obedecían fueron dispersados.
  38   Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
  39   mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.
  40   Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los dejaron libres.
  41   Y ellos partieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por su Nombre.
  42   Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

 
Hechos 6
 
  1   Y en aquellos días, multiplicándose el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que sus viudas eran desatendidas en el ministerio cotidiano.
  2   Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.
  3   Buscad, pues, hermanos, siete varones de entre vosotros de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos sobre este trabajo.
  4   Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra.
  5   Y lo dicho agradó a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas, y a Nicolás, prosélito de Antioquía:
  6   A éstos presentaron delante de los apóstoles, los cuales orando les impusieron las manos.
  7   Y crecía la palabra de Dios, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; y una gran multitud de los sacerdotes obedecía a la fe.
  8   Y Esteban, lleno de fe y de poder, hacía grandes prodigios y milagros entre el pueblo.
  9   Entonces se levantaron unos de la sinagoga que se llama de los libertinos, y cireneos, y alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban.
  10   Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
  11   Entonces sobornaron a unos hombres que dijeron: Le hemos oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.
  12   Y alborotaron al pueblo, y a los ancianos y a los escribas; y tomándole, le trajeron al concilio.
  13   Y pusieron testigos falsos, que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley:
  14   Porque le hemos oído decir que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y mudará las costumbres que nos dio Moisés.
  15   Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.

 
Hechos 7
 
  1   Entonces el sumo sacerdote dijo: ¿Es esto así?
  2   Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán,
  3   y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que te mostraré.
  4   Entonces salió de la tierra de los caldeos, y habitó en Harán: y de allí, muerto su padre, le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
  5   Y no le dio herencia en ella, ni siquiera para asentar un pie; mas le prometió que la daría en posesión a él, y a su simiente después de él, cuando él aún no tenía hijo.
  6   Y le dijo Dios así: Que su simiente sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y maltratarían, por cuatrocientos años.
  7   Mas yo juzgaré, dijo Dios, la nación a la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar.
  8   Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
  9   Y los patriarcas, movidos de envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios era con él,
  10   y le libró de todas sus aflicciones, y le dio gracia y sabiduría en la presencia de Faraón, rey de Egipto, el cual le puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
  11   Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande aflicción; y nuestros padres no hallaban alimentos.
  12   Y como oyese Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
  13   Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y el linaje de José fue manifestado a Faraón.
  14   Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas.
  15   Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él y nuestros padres;
  16   y fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que compró Abraham a precio de dinero de los hijos de Hamor de Siquem.
  17   Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
  18   hasta que se levantó otro rey que no conocía a José.
  19   Éste, usando de astucia con nuestro linaje, maltrató a nuestros padres, para que expusiesen a peligro de muerte a sus niños, a fin de que no viviesen.
  20   En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue hermoso a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre.
  21   Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le tomó, y le crió como a hijo suyo.
  22   Y Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en palabras y en hechos.
  23   Y cuando cumplió la edad de cuarenta años, le vino a su corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
  24   Y viendo a uno que era maltratado, le defendió, y matando al egipcio, vengó al oprimido.
  25   Y él pensaba que sus hermanos entendían que Dios les había de dar libertad por su mano; pero ellos no lo habían entendido.
  26   Y al día siguiente, riñendo ellos, se les mostró, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?
  27   Entonces el que maltrataba a su prójimo, le empujó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez sobre nosotros?
  28   ¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al egipcio?
  29   Al oír esta palabra, Moisés huyó, y se hizo extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
  30   Y pasados cuarenta años, el Ángel del Señor le apareció en el desierto del monte Sinaí, en una llama de fuego en una zarza.
  31   Y mirándolo Moisés, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor,
  32   diciendo: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar.
  33   Entonces le dijo el Señor: Quita los zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás tierra santa es.
  34   Ciertamente, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
  35   A este Moisés, al cual habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez?, a éste envió Dios por príncipe y libertador por mano del Ángel que le apareció en la zarza.
  36   Éste los sacó, habiendo hecho prodigios y señales en la tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años.
  37   Éste es aquel Moisés, el cual dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de entre vuestros hermanos, como yo; a Él oiréis.
  38   Éste es aquél que estuvo en la iglesia en el desierto con el Ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; y recibió los oráculos de vida para dárnoslos:
  39   Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto,
  40   diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
  41   Y en aquellos días hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaron en la obra de sus manos.
  42   Entonces Dios se apartó, y los entregó a que sirviesen al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, oh casa de Israel?
  43   Antes, trajisteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Remfan: Figuras que os hicisteis para adorarlas: Os transportaré, pues, más allá de Babilonia.
  44   Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como Dios les ordenó, hablando a Moisés que lo hiciese según el modelo que había visto.
  45   El cual también nuestros padres metieron con Josué en la posesión de los gentiles, los cuales Dios echó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David;
  46   el cual halló gracia delante de Dios, y pidió hacer tabernáculo para el Dios de Jacob.
  47   Mas Salomón le edificó casa.
  48   Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice:
  49   El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor: ¿O cuál es el lugar de mi reposo?
  50   ¿No hizo mi mano todas estas cosas?
  51   Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
  52   ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
  53   que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.
  54   Y cuando oyeron estas cosas, se enfurecieron en sus corazones, y crujían los dientes contra él.
  55   Más él, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús en pie a la diestra de Dios,
  56   y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre en pie a la diestra de Dios.
  57   Entonces dando grandes voces, y tapándose sus oídos, arremetieron a una contra él.
  58   Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestiduras a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
  59   Y apedrearon a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
  60   Y arrodillándose, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.

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