Hechos 8-14


 
Hechos 8
 
  1   Y Saulo consentía en su muerte. Y en aquel tiempo fue hecha una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
  2   Y unos varones piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran lamentación por él.
  3   Y Saulo asolaba la iglesia, y entraba por las casas, arrastrando hombres y mujeres, y los entregaba en la cárcel.
  4   Pero los que fueron esparcidos, iban por todas partes predicando la palabra.
  5   Entonces Felipe descendió a la ciudad de Samaria, y les predicaba a Cristo.
  6   Y el pueblo, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo los milagros que hacía.
  7   Porque espíritus inmundos, dando grandes voces salían de muchos poseídos; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;
  8   y había gran gozo en aquella ciudad.
  9   Pero había un hombre llamado Simón, el cual había ejercido la magia en aquella ciudad, y había engañado la gente de Samaria, diciéndose ser algún grande.
  10   Al cual oían todos atentamente desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Éste es el gran poder de Dios.
  11   Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas los había hechizado mucho tiempo.
  12   Pero cuando creyeron a Felipe, que les predicaba acerca del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, fueron bautizados, así hombres como mujeres.
  13   Entonces Simón mismo también creyó, y cuando fue bautizado, permaneció con Felipe, y viendo las maravillas y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
  14   Y los apóstoles que estaban en Jerusalén, habiendo oído que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan;
  15   los cuales habiendo descendido, oraron por ellos, para que recibiesen el Espíritu Santo;
  16   porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
  17   Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.
  18   Y cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
  19   diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos, reciba el Espíritu Santo.
  20   Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se adquiere con dinero.
  21   No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto; porque tu corazón no es recto delante de Dios.
  22   Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.
  23   Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.
  24   Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, que ninguna de estas cosas que habéis dicho, venga sobre mí.
  25   Y ellos, habiendo testificado y predicado la palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén, y en muchas aldeas de los samaritanos predicaron el evangelio.
  26   Y el ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.
  27   Entonces él se levantó, y fue. Y he aquí un etíope, eunuco, hombre de gran autoridad bajo Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros; y había venido a Jerusalén para adorar,
  28   se volvía, y sentado en su carro, leía el profeta Isaías.
  29   Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate, y júntate a este carro.
  30   Y corriendo Felipe hacia él, le oyó que leía el profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo que lees?
  31   Y dijo: ¿Cómo podré, a no ser que alguien me enseñe? Y rogó a Felipe que subiese, y se sentase con él.
  32   Y el lugar de la Escritura que leía, era éste: Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero mudo delante del trasquilador, así no abrió su boca.
  33   En su humillación su juicio fue quitado: Mas su generación, ¿quién la contará? Porque es quitada de la tierra su vida.
  34   Y respondiendo el eunuco a Felipe, dijo: Te ruego ¿de quién dice el profeta esto? ¿De sí mismo, o de algún otro?
  35   Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta Escritura, le predicó el evangelio de Jesús.
  36   Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
  37   Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y él respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
  38   Y mandó detener el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y le bautizó.
  39   Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y gozoso, siguió su camino.
  40   Pero Felipe se halló en Azoto; y pasando, predicaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

 
Hechos 9
 
  1   Y Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote,
  2   y pidió de él cartas para las sinagogas de Damasco, para que si hallase algunos de este Camino, ya fuesen hombres o mujeres, los trajese presos a Jerusalén.
  3   Y yendo por el camino, aconteció que llegando cerca de Damasco, súbitamente le cercó un resplandor de luz del cielo;
  4   Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
  5   Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
  6   Y él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
  7   Y los hombres que iban con Saulo, se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas no viendo a nadie.
  8   Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole de la mano, le metieron en Damasco;
  9   Y estuvo tres días sin ver, y no comió, ni bebió.
  10   Y había un discípulo en Damasco llamado Ananías, al cual el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor.
  11   Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora;
  12   y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y pone sus manos sobre él, para que recobre la vista.
  13   Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;
  14   y he aquí tiene autoridad de los príncipes de los sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
  15   Y le dijo el Señor: Ve; porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;
  16   porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
  17   Y Ananías fue, y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
  18   Y luego le cayeron de los ojos como escamas, y al instante recobró la vista; y levantándose, fue bautizado.
  19   Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
  20   Y luego predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que Éste es el Hijo de Dios.
  21   Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los príncipes de los sacerdotes?
  22   Pero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Éste, es el Cristo.
  23   Y después de muchos días, los judíos tomaron entre sí consejo para matarle;
  24   pero sus asechanzas fueron entendidas de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle.
  25   Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro en una canasta.
  26   Y cuando Saulo vino a Jerusalén, intentó juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que él era discípulo.
  27   Entonces Bernabé, tomándole, le trajo a los apóstoles, y les contó cómo había visto al Señor en el camino, y que Él le había hablado, y cómo en Damasco había predicado con denuedo en el nombre de Jesús.
  28   Y estaba con ellos, entrando y saliendo en Jerusalén;
  29   y hablaba con denuedo en el nombre del Señor Jesús; y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle.
  30   Y cuando lo supieron los hermanos, le trajeron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.
  31   Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, y Galilea, y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y fortalecidas por el Espíritu Santo se multiplicaban.
  32   Y aconteció que Pedro, visitándolos a todos, vino también a los santos que habitaban en Lyda.
  33   Y halló allí a cierto hombre llamado Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
  34   Y Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y al instante se levantó.
  35   Y le vieron todos los que habitaban en Lyda y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.
  36   Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que interpretado quiere decir, Dorcas. Ésta era llena de buenas obras y de limosnas que hacía.
  37   Y aconteció en aquellos días que enfermando, murió; la cual, después de lavada, la pusieron en un aposento alto.
  38   Y como Lyda estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No te detengas en venir a nosotros.
  39   Pedro entonces levantándose, fue con ellos. Y cuando llegó, le llevaron al aposento alto, y todas las viudas le rodearon, llorando, y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.
  40   Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió sus ojos, y viendo a Pedro, se incorporó.
  41   Y él, dándole la mano, la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
  42   Esto fue notorio por toda Jope; y muchos creyeron en el Señor.
  43   Y aconteció que se quedó muchos días en Jope, en casa de un cierto Simón, curtidor.

 
Hechos 10
 
  1   Y había un varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana,
  2   piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que daba muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre.
  3   Éste vio en visión claramente, como a la hora novena del día, al Ángel de Dios que entraba a él, y le decía: Cornelio.
  4   Y mirándole, tuvo miedo, y dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria delante de Dios.
  5   Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.
  6   Éste posa en casa de cierto Simón, curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que debes hacer.
  7   Y cuando se fue el Ángel que habló con Cornelio, éste llamó dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían;
  8   a los cuales, después de contarles todo, los envió a Jope.
  9   Y al día siguiente, yendo ellos de camino, y llegando cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora sexta;
  10   y le vino una gran hambre, y quiso comer; pero mientras ellos preparaban, le sobrevino un éxtasis;
  11   y vio el cielo abierto, y un vaso que descendía hacia él, como un gran lienzo atado de los cuatro cabos, y era bajado a la tierra;
  12   en el cual había de toda clase de cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
  13   Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
  14   Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
  15   Y le habló la voz la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
  16   Y esto fue hecho tres veces; y el vaso volvió a ser recogido en el cielo.
  17   Y mientras Pedro dudaba dentro de sí qué sería la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, que, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
  18   Y llamando, preguntaron si Simón que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí.
  19   Y mientras Pedro pensaba en la visión, el Espíritu le dijo: He aquí, tres hombres te buscan.
  20   Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos; porque yo los he enviado.
  21   Entonces Pedro, descendiendo a los hombres que le eran enviados por Cornelio, dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?
  22   Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y de buen testimonio en toda la nación de los judíos, fue avisado de Dios por un santo Ángel, de hacerte venir a su casa, y oír de ti palabras.
  23   Entonces les invitó a entrar, y los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
  24   Y al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes, y a sus amigos más cercanos.
  25   Y cuando Pedro entraba, Cornelio salió a recibirle; y postrándose a sus pies, le adoró.
  26   Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate; yo mismo también soy hombre.
  27   Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido.
  28   Y les dijo: Vosotros sabéis que es abominable a un varón judío juntarse o acercarse a extranjero; mas Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo;
  29   por lo cual, al ser llamado, vine sin objetar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
  30   Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayuno; y a la hora novena yo oraba en mi casa, y he aquí un varón se puso delante de mí en vestidura resplandeciente,
  31   y dijo: Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas han venido en memoria delante de Dios.
  32   Envía, pues, a Jope, y haz venir a un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; éste posa en casa de Simón, curtidor, junto al mar; el cual cuando venga, te hablará.
  33   Así que luego envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha encomendado.
  34   Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: A la verdad entiendo que Dios no hace acepción de personas;
  35   sino que en toda nación, del que le teme y hace justicia, Él se agrada.
  36   La palabra que Dios envió a los hijos de Israel, predicando la paz por Jesucristo; Éste es Señor de todos.
  37   Palabra que, vosotros sabéis, fue publicada por toda Judea; comenzando desde Galilea después del bautismo que Juan predicó,
  38   cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder; el cual anduvo haciendo el bien, y sanando a todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con Él.
  39   Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; al cual mataron colgándole en un madero.
  40   A Éste Dios resucitó al tercer día, y lo manifestó abiertamente,
  41   no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios antes había escogido, a nosotros que comimos y bebimos con Él, después que resucitó de los muertos.
  42   Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
  43   De Éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.
  44   Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra.
  45   Y los creyentes de la circuncisión, que habían venido con Pedro, estaban asombrados de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
  46   Porque los oían hablar en lenguas y magnificar a Dios. Entonces respondió Pedro:
  47   ¿Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
  48   Y les mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.

 
Hechos 11
 
  1   Y los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios.
  2   Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión contendían con él,
  3   diciendo: ¿Por qué has entrado a hombres incircuncisos, y has comido con ellos?
  4   Entonces comenzó Pedro a narrarles por orden lo sucedido, diciendo:
  5   Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; un vaso, como un gran lienzo, que descendía, que por los cuatro cabos era bajado del cielo, y venía hasta mí.
  6   En el cual al fijar los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
  7   Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come.
  8   Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca.
  9   Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
  10   Y esto fue hecho tres veces; y volvió todo a ser llevado arriba al cielo.
  11   Y he aquí, en seguida vinieron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí de Cesarea.
  12   Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Y estos seis hermanos también me acompañaron, y entramos en casa de un varón,
  13   el cual nos contó cómo había visto en su casa al Ángel, que se puso en pie, y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro;
  14   el cual te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.
  15   Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como sobre nosotros al principio.
  16   Entonces me acordé de la palabra del Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua; mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo.
  17   Así que, si Dios les dio el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?
  18   Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: De manera que también a los gentiles ha concedido Dios arrepentimiento para vida.
  19   Y los que habían sido esparcidos por causa de la persecución que se levantó con motivo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Chipre, y Antioquía, no predicando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos.
  20   Y de ellos había unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales cuando entraron en Antioquía, hablaron a los griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús.
  21   Y la mano del Señor era con ellos; y gran número creyó y se convirtió al Señor.
  22   Y la fama de estas cosas llegó a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía.
  23   El cual, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó; y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen en el Señor.
  24   Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe; y mucha gente fue añadida al Señor.
  25   Y Bernabé partió a Tarso a buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía.
  26   Y por todo un año se congregaron con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y los discípulos fueron llamados cristianos primeramente en Antioquía.
  27   Y en aquellos días descendieron de Jerusalén profetas a Antioquía.
  28   Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que había de haber una gran hambre en toda la tierra; lo cual sucedió en tiempo de Claudio César.
  29   Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar ayuda a los hermanos que habitaban en Judea:
  30   Lo cual también hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.

 
Hechos 12
 
  1   Y en el mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos.
  2   Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.
  3   Y viendo que había agradado a los judíos, procedió para prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura.
  4   Y habiéndole prendido, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro cuadrillas de soldados para que le guardasen; queriendo sacarle al pueblo después de la pascua.
  5   Así que, Pedro era guardado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
  6   Y cuando Herodes había de sacarle, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, preso con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta, guardaban la cárcel.
  7   Y he aquí, el ángel del Señor vino, y una luz resplandeció en la cárcel; y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate prestamente. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
  8   Y le dijo el ángel: Cíñete, y átate tus sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme.
  9   Y saliendo, le seguía; y no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía visión.
  10   Y como pasaron la primera y la segunda guardia, vinieron a la puerta de hierro que va a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él.
  11   Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo en verdad que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
  12   Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
  13   Y tocando Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha, llamada Rhode,
  14   la cual cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro, y dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
  15   Y ellos le dijeron: Estás loca. Mas ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Es su ángel.
  16   Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron, le vieron, y se quedaron maravillados.
  17   Mas él haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.
  18   Y luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
  19   Mas Herodes, como le buscó y no le halló, y habiendo interrogado a los guardas, ordenó que éstos fueran llevados a la muerte. Y él descendió de Judea a Cesarea, y se quedó allí.
  20   Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y los de Sidón; mas ellos vinieron de acuerdo ante él, y habiendo persuadido a Blasto, que era el camarero del rey, pedían paz; porque las tierras de ellos eran abastecidas por las del rey.
  21   Y un día señalado, Herodes vestido de ropa real, se sentó en el tribunal, y les arengó.
  22   Y el pueblo aclamaba, diciendo: ¡Voz de dios, y no de hombre!
  23   Y luego el ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.
  24   Mas la palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
  25   Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén cumplido su ministerio, tomando también consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.

 
Hechos 13
 
  1   Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, ciertos profetas y maestros; Bernabé, y Simón el que se llamaba Niger, y Lucio cireneo, y Manahén, que había sido criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
  2   Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.
  3   Y habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos, y los enviaron.
  4   Así que ellos, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia; y de allí navegaron a Chipre.
  5   Y llegados a Salamina, predicaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan en el ministerio.
  6   Y habiendo atravesado la isla hasta Pafos, hallaron un hombre hechicero, falso profeta, judío, llamado Barjesús;
  7   el cual estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Éste, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.
  8   Mas les resistía Elimas, el hechicero ( que así se interpreta su nombre ), procurando apartar de la fe al procónsul.
  9   Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando sus ojos en él,
  10   dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia: ¿No cesarás de torcer los caminos rectos del Señor?
  11   Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por un tiempo. Y luego cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese de la mano.
  12   Entonces el procónsul, viendo lo que había sido hecho, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
  13   Y zarpando de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia. Y Juan, apartándose de ellos, se regresó a Jerusalén.
  14   Y ellos pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga un día de sábado, se sentaron.
  15   Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los príncipes de la sinagoga enviaron a ellos, diciendo: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
  16   Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios, oíd:
  17   El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
  18   Y por un tiempo como de cuarenta años soportó sus costumbres en el desierto;
  19   y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió por herencia sus tierras.
  20   Y después de esto, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.
  21   Luego demandaron rey; y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años.
  22   Y quitado éste, les levantó por rey a David, del cual dio también testimonio, diciendo: He hallado a David, hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, el cual hará todo lo que yo quiero.
  23   De la simiente de éste, conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel;
  24   predicando Juan, antes de su venida, el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
  25   Y cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy yo? No soy yo Él. Mas, he aquí, viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de sus pies.
  26   Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación.
  27   Porque los que habitaban en Jerusalén, y sus príncipes, no conociendo a Éste, ni las palabras de los profetas que se leen todos los sábados, al condenarle, las cumplieron.
  28   Y aunque no hallaron en Él causa de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
  29   Y habiendo cumplido todas las cosas que de Él estaban escritas, quitándole del madero, le pusieron en el sepulcro.
  30   Mas Dios le resucitó de los muertos.
  31   Y Él fue visto por muchos días de los que habían subido juntamente con Él de Galilea a Jerusalén, los cuales son sus testigos al pueblo.
  32   Y nosotros os anunciamos el evangelio de aquella promesa que fue hecha a los padres,
  33   la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros; resucitando a Jesús; como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
  34   Y que le resucitó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David.
  35   Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción.
  36   Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación por la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción.
  37   Mas Aquél a quien Dios resucitó, no vio corrupción.
  38   Os sea, pues, notorio, varones hermanos, que por Éste os es predicada remisión de pecados,
  39   y por Él, todos los que creen, son justificados de todas las cosas que no pudieron ser justificados por la ley de Moisés.
  40   Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
  41   Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desvaneceos: Porque yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis, aunque alguien os la contare.
  42   Y cuando los judíos salieron de la sinagoga, los gentiles les rogaron que el sábado siguiente les predicasen estas palabras.
  43   Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los religiosos prosélitos siguieron a Pablo y a Bernabé; los cuales hablándoles, les persuadían a que permaneciesen en la gracia de Dios.
  44   Y el sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad a oír la palabra de Dios.
  45   Mas los judíos, al ver el gentío, se llenaron de celos, y se oponían a lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
  46   Entonces Pablo y Bernabé, tomando denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas ya que la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
  47   Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto por luz de los gentiles, para que seas por salvación hasta lo último de la tierra.
  48   Y los gentiles oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
  49   Y la palabra del Señor era publicada por toda aquella región.
  50   Mas los judíos instigaron a mujeres piadosas y honestas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus términos.
  51   Ellos entonces sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio.
  52   Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

 
Hechos 14
 
  1   Y aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud así de judíos, como de griegos.
  2   Pero los judíos que fueron incrédulos, incitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
  3   Con todo eso, ellos se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que señales y milagros fuesen hechos por las manos de ellos.
  4   Mas el vulgo de la ciudad estaba dividido; y unos estaban con los judíos, y otros con los apóstoles.
  5   Y cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus príncipes, se arrojaron para afrentarlos y apedrearlos,
  6   entendiéndolo ellos, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la tierra de alrededor.
  7   Y allí predicaban el evangelio.
  8   Y en Listra se hallaba sentado cierto hombre, imposibilitado de sus pies, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había andado.
  9   Éste oyó hablar a Pablo; el cual fijó sus ojos en él, y como vio que tenía fe para ser sanado,
  10   dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo.
  11   Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en lengua licaónica: Los dioses en semejanza de hombres han descendido a nosotros.
  12   Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra.
  13   Entonces el sacerdote de Júpiter, que estaba delante de la ciudad de ellos, trayendo toros y guirnaldas delante de las puertas, quería ofrecer sacrificio con el pueblo.
  14   Y como lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgando sus ropas, corrieron hacia la multitud, dando voces,
  15   y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, y os predicamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar, y todo cuanto en ellos hay.
  16   El cual en las edades pasadas dejó a todas las gentes andar en sus propios caminos;
  17   si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.
  18   Y diciendo estas cosas, apenas hicieron desistir al pueblo, para que no les ofreciesen sacrificio.
  19   Entonces vinieron ciertos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
  20   Mas rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad, y al siguiente día, partió con Bernabé para Derbe.
  21   Y habiendo predicado el evangelio a aquella ciudad, y después de enseñar a muchos, volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía,
  22   confirmando el alma de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe; y diciéndoles que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios
  23   Y cuando les ordenaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en el cual habían creído.
  24   Y habiendo pasado por Pisidia vinieron a Panfilia.
  25   Y después de predicar la palabra en Perge, descendieron a Atalia.
  26   Y de allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.
  27   Y habiendo llegado, reuniendo la iglesia, relataron todo lo que había hecho Dios con ellos, y de cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
  28   Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.

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