Lucas 19-24


 
Lucas 19
 
  1   Y entrando Jesús pasó por Jericó.
  2   Y he aquí un varón llamado Zaqueo, el cual era principal de los publicanos, y era rico;
  3   y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
  4   Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
  5   Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
  6   Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
  7   Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
  8   Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
  9   Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
  10   Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
  11   Y oyendo ellos estas cosas, Él prosiguió y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque pensaban que pronto había de ser manifestado el reino de Dios.
  12   Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver.
  13   Y llamó diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: Negociad entre tanto que vengo.
  14   Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
  15   Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
  16   Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
  17   Y él le dice: Bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
  18   Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha ganado cinco minas.
  19   E igualmente dijo a éste: Tú también sé sobre cinco ciudades.
  20   Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
  21   porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
  22   Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
  23   ¿por qué, pues, no diste mi dinero al banco, para que al venir yo, lo hubiera recibido con los intereses?
  24   Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene diez minas.
  25   Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
  26   Pues yo os digo que a todo el que tiene le será dado; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
  27   Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mí.
  28   Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
  29   Y aconteció, que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,
  30   diciendo: Id a la aldea de enfrente; y entrando en ella, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo.
  31   Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
  32   Y fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.
  33   Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
  34   Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
  35   Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, pusieron a Jesús encima.
  36   Y yendo Él, tendían sus mantos por el camino.
  37   Y cuando Él llegó ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,
  38   diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
  39   Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud, le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
  40   Y Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaren, las piedras clamarían.
  41   Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
  42   diciendo: ¡Oh si hubieses conocido, aun tú, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
  43   Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con vallado, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho,
  44   y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
  45   Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
  46   diciéndoles: Escrito está: Mi casa, es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
  47   Y enseñaba cada día en el templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle.
  48   Y no hallaban qué hacer, porque todo el pueblo estaba muy atento oyéndole.

 
Lucas 20
 
  1   Y aconteció un día, que enseñando Él al pueblo en el templo, y predicando el evangelio, vinieron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
  2   y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta autoridad?
  3   Respondiendo entonces Jesús, les dijo: Os preguntaré yo también una cosa; respondedme:
  4   El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
  5   Mas ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
  6   Y si decimos: De los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están convencidos que Juan era profeta.
  7   Y respondieron que no sabían de dónde era.
  8   Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas.
  9   Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y partió lejos por mucho tiempo.
  10   Y al tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; mas los labradores, le golpearon, y le enviaron vacío.
  11   Y volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también golpearon, y ultrajándole, le enviaron vacío.
  12   Y volvió a enviar un tercer siervo; y ellos también a éste hirieron, y le echaron fuera.
  13   Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá le respetarán cuando le vean.
  14   Mas los labradores, viéndole, pensaron entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle para que la heredad sea nuestra.
  15   Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
  16   Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
  17   Mas Él mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta vino a ser cabeza del ángulo?
  18   Cualquiera que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre el que ella cayere, le desmenuzará.
  19   Y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; mas temieron al pueblo.
  20   Y acechándole enviaron espías que se fingiesen justos, para sorprenderle en palabras, y así poder entregarle a la potestad y autoridad del gobernador.
  21   Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de personas; sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
  22   ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
  23   Mas Él, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
  24   Mostradme una moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
  25   Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César; y a Dios, lo que es de Dios.
  26   Y no pudieron prenderle en sus palabras delante del pueblo; y se maravillaron de su respuesta, y callaron.
  27   Entonces vinieron unos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, y le preguntaron,
  28   diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo esposa, y él muriere sin hijos, que su hermano tome a su esposa, y levante simiente a su hermano.
  29   Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.
  30   Y el segundo la tomó como esposa, el cual también murió sin hijos.
  31   Y la tomó el tercero; asimismo también los siete; y murieron sin dejar descendencia.
  32   Y a la postre de todos murió también la mujer.
  33   En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será esposa? porque los siete la tuvieron por esposa.
  34   Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este mundo se casan, y se dan en casamiento;
  35   pero los que fueren tenidos por dignos de aquel mundo y la resurrección de los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.
  36   Porque no pueden morir ya más; porque son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
  37   Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob.
  38   Porque Él no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para Él.
  39   Y respondiéndole unos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
  40   Y no osaron más preguntarle algo.
  41   Y Él les dijo: ¿Cómo dicen que Cristo es hijo de David?
  42   Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
  43   entre tanto que pongo a tus enemigos por estrado de tus pies.
  44   Así que David le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
  45   Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
  46   Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
  47   Que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.

 
Lucas 21
 
  1   Y mirando, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
  2   Y vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos blancas.
  3   Y dijo: De verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos.
  4   Porque todos éstos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
  5   Y a unos que decían del templo que estaba adornado de hermosas piedras y dones, dijo:
  6   En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
  7   Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas hayan de suceder?
  8   Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; el tiempo está cerca; por tanto, no vayáis en pos de ellos.
  9   Y cuando oyereis de guerras y sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; mas aún no es el fin.
  10   Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;
  11   Y habrá grandes terremotos en varios lugares, y hambres y pestilencias; y habrá espantos y grandes señales del cielo.
  12   Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y os traerán ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.
  13   Y se os tornará para testimonio.
  14   Poned, pues, en vuestro corazón no pensar antes cómo habéis de responder;
  15   porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual ninguno de vuestros adversarios podrá resistir ni contradecir.
  16   Y seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros.
  17   Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.
  18   Mas ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.
  19   En vuestra paciencia poseed vuestras almas.
  20   Y cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción está cerca.
  21   Entonces los que estuvieren en Judea, huyan a los montes; y los que estuvieren en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.
  22   Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
  23   Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que amamanten en aquellos días! porque habrá gran angustia sobre la tierra, e ira sobre este pueblo.
  24   Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos.
  25   Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de naciones en confusión; bramando el mar y las olas;
  26   desfalleciendo los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que vendrán sobre la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
  27   Y entonces verán al Hijo del Hombre, viniendo en una nube con poder y gran gloria.
  28   Y cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.
  29   Y les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles:
  30   Cuando ya brotan, viéndolo, de vosotros mismos sabéis que el verano ya está cerca.
  31   Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
  32   De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
  33   El cielo y la tierra pasarán; mas mis palabras no pasarán.
  34   Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
  35   Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
  36   Velad, pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
  37   Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
  38   Y por la mañana todo el pueblo venía a Él para oírle en el templo.

 
Lucas 22
 
  1   Y se acercaba el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es llamada la Pascua.
  2   Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
  3   Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
  4   y éste fue y habló con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados, de cómo se lo entregaría.
  5   Y ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
  6   Y prometió, y buscó oportunidad para entregárselo en ausencia del pueblo.
  7   Y vino el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la pascua.
  8   Y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, aparejadnos la pascua para que comamos.
  9   Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que aparejemos?
  10   Y Él les dijo: He aquí cuando entrareis en la ciudad, os encontrará un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
  11   y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
  12   Entonces él os mostrará un gran aposento alto aderezado; aparejad allí.
  13   Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y aparejaron la pascua.
  14   Y llegada la hora, se sentó a la mesa, y con Él los doce apóstoles.
  15   Y les dijo: ¡Con cuánto anhelo he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
  16   Porque os digo que no comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
  17   Y tomando la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
  18   porque os digo, que no beberé del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
  19   Y tomando el pan, dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
  20   De igual manera, después que hubo cenado, tomó también la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre, que por vosotros es derramada.
  21   Mas he aquí, conmigo en la mesa, la mano del que me entrega.
  22   Y a la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; mas ¡ay de aquel hombre por el cual es entregado!
  23   Ellos entonces comenzaron a preguntar entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
  24   Y hubo también entre ellos una disputa, de quién de ellos sería el mayor.
  25   Y Él les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que sobre ellos tienen autoridad, son llamados bienhechores;
  26   mas no así vosotros; antes el que es mayor entre vosotros, sea como el menor; y el que es príncipe, sea como el siervo.
  27   Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pero yo soy entre vosotros como el que sirve.
  28   Mas vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.
  29   Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,
  30   para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
  31   Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
  32   mas yo he rogado por ti para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
  33   Y él le dijo: Señor, presto estoy a ir contigo a la cárcel, y aun a la muerte.
  34   Y Él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces.
  35   Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.
  36   Entonces les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
  37   Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fue contado; porque lo que concierne a mí, cumplimiento tiene.
  38   Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y Él les dijo: Basta.
  39   Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
  40   Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
  41   Y Él se apartó de ellos como a un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
  42   diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
  43   Y le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
  44   Y estando en agonía, oraba más intensamente; y fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
  45   Y cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo de tristeza;
  46   y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad que no entréis en tentación.
  47   Y mientras Él aún hablaba, he aquí una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y se acercó a Jesús para besarle.
  48   Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
  49   Y viendo los que estaban con Él lo que estaba por acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
  50   Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
  51   Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó.
  52   Entonces Jesús dijo a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados del templo, y a los ancianos que habían venido contra Él: ¿Como contra un ladrón habéis salido, con espadas y palos?
  53   Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
  54   Y prendiéndole le trajeron, y le metieron en casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
  55   Y habiendo encendido fuego en medio de la sala, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.
  56   Pero una criada le vio que estaba sentado al fuego, y observándole, dijo: Éste también con Él estaba.
  57   Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
  58   Y un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no soy.
  59   Y como una hora después, otro afirmó, diciendo: Verdaderamente éste también estaba con Él, porque es galileo.
  60   Y Pedro dijo: Hombre, no sé qué dices. Y al instante, mientras él aún hablaba, el gallo cantó.
  61   Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
  62   Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
  63   Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de Él y le golpeaban;
  64   y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza quién es el que te golpeó.
  65   Y muchas otras blasfemias decían contra Él.
  66   Y cuando fue de día, se reunieron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio de ellos,
  67   diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y Él les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
  68   y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
  69   Desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
  70   Entonces todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y Él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
  71   Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

 
Lucas 23
 
  1   Levantándose entonces toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.
  2   Y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos hallado que Éste pervierte la nación; y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que Él mismo es Cristo; un Rey.
  3   Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo Él, dijo: Tú lo dices.
  4   Y Pilato dijo a los príncipes de los sacerdotes, y a la gente: Ninguna falta hallo en este hombre.
  5   Mas ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
  6   Entonces Pilato, al oír, de Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
  7   Y luego que supo que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, el cual también estaba en Jerusalén en aquellos días.
  8   Y Herodes, viendo a Jesús, se gozó mucho, pues hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de Él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer algún milagro.
  9   Y le preguntaba con muchas palabras; mas Él nada le respondió.
  10   Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.
  11   Mas Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y le volvió a enviar a Pilato.
  12   Y aquel mismo día Pilato y Herodes entre ellos se hicieron amigos; porque antes estaban enemistados entre sí.
  13   Entonces Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados, y al pueblo,
  14   les dijo: Me habéis presentado a Éste como un hombre que pervierte al pueblo; y he aquí, yo, habiéndole interrogado delante de vosotros, no he hallado en este hombre falta alguna de aquellas cosas de que le acusáis.
  15   Y ni aun Herodes; porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho.
  16   Le castigaré, pues, y le soltaré.
  17   Y tenía necesidad de soltarles uno en la fiesta.
  18   Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: Fuera con Éste, y suéltanos a Barrabás.
  19   ( El cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y por un homicidio. )
  20   Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús.
  21   Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
  22   Y él les dijo la tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho Éste? No he hallado culpa de muerte en Él; le castigaré, pues, y le soltaré.
  23   Pero ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los príncipes de los sacerdotes prevalecieron.
  24   Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían;
  25   y les soltó a aquél que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, al cual habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
  26   Y llevándole, tomaron a un Simón cireneo, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase en pos de Jesús.
  27   Y le seguía una gran multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban.
  28   Mas Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
  29   Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron.
  30   Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
  31   Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?
  32   Y llevaban también con Él a otros dos, que eran malhechores, a ser muertos.
  33   Y cuando llegaron al lugar que es llamado El Calvario, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
  34   Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestiduras, echaron suertes.
  35   Y el pueblo estaba mirando; y los príncipes con ellos se burlaban de Él, diciendo: A otros salvó: sálvese a sí mismo, si Él es el Cristo, el escogido de Dios.
  36   Y los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
  37   y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
  38   Y había también sobre Él un título escrito con letras griegas, y latinas, y hebreas: ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
  39   Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
  40   Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿No temes tú a Dios, aun estando en la misma condenación?
  41   Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas Éste ningún mal hizo.
  42   Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
  43   Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
  44   Y era como la hora sexta, y hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
  45   Y el sol se oscureció; y el velo del templo se rasgó por el medio.
  46   Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
  47   Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
  48   Y toda la multitud de los que estaban presentes a este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
  49   Y todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
  50   Y he aquí había un varón llamado José, el cual era consejero y un varón bueno y justo
  51   ( Éste, no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos ), de Arimatea, ciudad de los judíos, y quien también esperaba el reino de Dios.
  52   Éste fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
  53   Y bajándolo, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún nadie había sido puesto.
  54   Y era el día de la preparación; y estaba para comenzar el sábado.
  55   Y las mujeres que con Él habían venido de Galilea, también le acompañaron y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
  56   Y regresando, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y reposaron el sábado, conforme al mandamiento.

 
Lucas 24
 
  1   Y el primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
  2   Y hallaron removida la piedra del sepulcro.
  3   Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
  4   Y aconteció, que estando ellas perplejas de esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
  5   y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
  6   No está aquí, mas ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,
  7   diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
  8   Entonces ellas se acordaron de sus palabras.
  9   Y regresando del sepulcro, dijeron todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
  10   Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, las que dijeron estas cosas a los apóstoles.
  11   Pero a ellos les parecían como locura las palabras de ellas, y no las creían.
  12   Entonces levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y asomándose hacia adentro, miró los lienzos puestos solos; y se fue maravillándose en sí mismo de aquello que había acontecido.
  13   Y he aquí, el mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como a sesenta estadios de Jerusalén.
  14   E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.
  15   Y aconteció que mientras conversaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminó con ellos.
  16   Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen.
  17   Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis y estáis tristes?
  18   Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú sólo un forastero en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?
  19   Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, el cual fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;
  20   y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados, le entregaron a condenación de muerte, y le crucificaron.
  21   Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel, y además de todo esto, hoy es el tercer día que estas cosas acontecieron.
  22   Aunque también unas mujeres de entre nosotros nos han asombrado, las cuales antes del amanecer fueron al sepulcro;
  23   y no hallando su cuerpo, vinieron, diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que Él vive.
  24   Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más a Él no le vieron.
  25   Entonces Él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
  26   ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
  27   Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les declaró en todas las Escrituras lo concerniente a Él.
  28   Y llegando a la aldea a donde iban; Él hizo como que iba más lejos.
  29   Pero ellos le constriñeron, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
  30   Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, y partió, y les dio.
  31   Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas Él se desapareció de su vista.
  32   Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
  33   Y levantándose en la misma hora, se regresaron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos.
  34   Que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
  35   Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
  36   Y estando ellos hablando estas cosas, Jesús mismo se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.
  37   Entonces ellos espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.
  38   Mas Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos en vuestros corazones?
  39   Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
  40   Y habiendo dicho esto, les mostró las manos y los pies.
  41   Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
  42   Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel.
  43   Y Él lo tomó, y comió delante de ellos.
  44   Y les dijo: Éstas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros; que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los Salmos.
  45   Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
  46   y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
  47   y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
  48   Y vosotros sois testigos de estas cosas.
  49   Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre: mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos con poder de lo alto.
  50   Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
  51   Y aconteció que bendiciéndolos, fue apartado de ellos, y llevado arriba al cielo.
  52   Y ellos, habiéndole adorado, se regresaron a Jerusalén con gran gozo;
  53   y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.

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