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Lucas 7 |
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1 |
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Y cuando acabó todas sus palabras en
oídos del pueblo, entró en Capernaúm. |
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2 |
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Y el siervo de un centurión, al cual
éste tenía en estima, estaba enfermo y a punto de morir. |
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3 |
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Y cuando oyó de Jesús, le envió unos
ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. |
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4 |
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Y viniendo ellos a Jesús, en seguida le
rogaron, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; |
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5 |
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porque ama nuestra nación, y él nos
edificó una sinagoga. |
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6 |
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Entonces Jesús fue con ellos. Y cuando
ya no estaban lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos,
diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo
mi techo; |
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7 |
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por lo que ni siquiera me tuve por digno
de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano. |
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8 |
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Porque también yo soy hombre puesto bajo
autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a éste: Ve, y va; y al
otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. |
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9 |
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Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y
volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel
he hallado tanta fe. |
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10 |
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Y volviendo a casa los que habían sido
enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. |
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11 |
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Y aconteció el siguiente día, que Él iba
a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y
una gran multitud. |
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12 |
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Y cuando llegó cerca de la puerta de la
ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su
madre, la cual también era viuda; y había con ella mucha gente de la
ciudad. |
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13 |
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Y cuando el Señor la vio, se compadeció
de ella, y le dijo: No llores. |
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14 |
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Y acercándose, tocó el féretro; y los
que lo llevaban, se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti digo, levántate. |
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15 |
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Entonces se incorporó el que había
muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. |
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16 |
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Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a
Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios
ha visitado a su pueblo. |
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17 |
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Y esta fama de Él salió por toda Judea,
y por toda la región de alrededor. |
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18 |
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Y los discípulos de Juan le dieron las
nuevas de todas estas cosas. |
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19 |
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Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y
los envió a Jesús, preguntando: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o
esperaremos a otro? |
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20 |
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Y cuando los hombres vinieron a Él,
dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres
tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro? |
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21 |
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Y en la misma hora sanó a muchos de
enfermedades y plagas, y de malos espíritus; y a muchos ciegos dio la
vista. |
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22 |
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Y respondiendo Jesús, les dijo: Id,
decid a Juan lo que habéis visto y oído; que los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos
resucitan, y a los pobres es predicado el evangelio; |
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23 |
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y bienaventurado es aquel que no fuere
escandalizado en mí. |
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24 |
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Y cuando se fueron los mensajeros de
Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: ¿Qué salisteis a ver al
desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento? |
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25 |
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Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre
cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten ropaje
precioso, y viven en delicias, en los palacios de los reyes están. |
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26 |
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Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta?
Sí, os digo, y aun más que profeta. |
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27 |
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Éste es de quien está escrito: He aquí,
envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará tu camino
delante de ti. |
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28 |
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Porque os digo que entre los nacidos de
mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en
el reino de Dios, mayor es que él. |
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29 |
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Y al oírle todo el pueblo, y los
publicanos, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. |
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30 |
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Mas los fariseos y los doctores de la
ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo
bautizados por él. |
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31 |
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Y dijo el Señor: ¿A quién, pues,
compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? |
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32 |
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Semejantes son a los muchachos sentados
en la plaza, que dan voces unos a otros, y dicen: Os tañimos con flautas,
y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis. |
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33 |
|
Porque vino Juan el Bautista, que ni
comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. |
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34 |
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Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe,
y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos
y de pecadores. |
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35 |
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Mas la sabiduría es justificada de todos
sus hijos. |
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36 |
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Y le rogó uno de los fariseos, que
comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. |
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37 |
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Y he aquí una mujer de la ciudad que era
pecadora, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo,
trajo un frasco de alabastro con ungüento, |
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38 |
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y estando detrás a sus pies, llorando,
comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos
de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento. |
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39 |
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Y cuando vio esto el fariseo que le
había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta,
conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. |
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40 |
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Entonces respondiendo Jesús, le dijo:
Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro. |
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41 |
|
Un acreedor tenía dos deudores; el uno
le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; |
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42 |
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y no teniendo éstos con qué pagar,
perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? |
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43 |
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Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que
aquél al cual perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado. |
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44 |
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Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves
esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta
ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de
su cabeza. |
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45 |
|
No me diste beso, mas ésta, desde que
entré, no ha cesado de besar mis pies. |
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46 |
|
No ungiste mi cabeza con aceite; mas
ésta, ha ungido con ungüento mis pies. |
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47 |
|
Por lo cual te digo: Sus muchos pecados
son perdonados, porque amó mucho; mas a quien se le perdona poco, poco
ama. |
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48 |
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Y a ella le dijo: Tus pecados te son
perdonados. |
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49 |
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Y los que estaban juntamente sentados a
la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es Éste, que también
perdona pecados? |
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50 |
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Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha
salvado, ve en paz. |
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Lucas 8 |
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1 |
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Y aconteció después, que caminaba Él por
todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del
reino de Dios, y los doce con Él, |
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2 |
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y algunas mujeres que habían sido
curadas de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba
Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, |
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3 |
|
y Juana, esposa de Chuza, mayordomo de
Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. |
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4 |
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Y cuando se juntó una gran multitud, y
vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola: |
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5 |
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El sembrador salió a sembrar su semilla;
y sembrando, una parte cayó junto al camino, y fue hollada; y las aves
del cielo la comieron. |
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6 |
|
Y otra parte cayó sobre la piedra; y
nacida, se secó, porque no tenía humedad. |
|
7 |
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Y otra parte cayó entre espinos; y
creciendo los espinos juntamente, la ahogaron. |
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8 |
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Y otra parte cayó en buena tierra, y
nació, y llevó fruto a ciento por uno. Y hablando estas cosas, dijo a
gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. |
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9 |
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Y sus discípulos le preguntaron,
diciendo: ¿Qué significa esta parábola? |
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10 |
|
Y Él dijo: A vosotros es dado conocer
los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que
viendo no vean, y oyendo no entiendan. |
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11 |
|
Ésta es, pues, la parábola: La semilla
es la palabra de Dios. |
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12 |
|
Y los de junto al camino, éstos son los
que oyen; y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para
que no crean y sean salvos. |
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13 |
|
Y los de sobre la piedra, son los que
habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas éstos no tienen raíces;
que por un tiempo creen, mas en el tiempo de la prueba se apartan. |
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14 |
|
Y la que cayó entre espinos; éstos son
los que oyen; mas yéndose, son ahogados de los afanes y las riquezas y
los placeres de esta vida, y no llevan fruto. |
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15 |
|
Mas la que en buena tierra, éstos son
los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan
fruto con paciencia. |
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16 |
|
Ninguno que enciende un candil lo cubre
con una vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un
candelero, para que los que entran vean la luz. |
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17 |
|
Porque nada hay oculto, que no haya de
ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a
luz. |
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18 |
|
Mirad pues cómo oís; porque a todo el
que tiene, le será dado; y a todo el que no tiene, aun lo que parece
tener le será quitado. |
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19 |
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Entonces vinieron a Él su madre y sus
hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud. |
|
20 |
|
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre
y tus hermanos están fuera, y quieren verte. |
|
21 |
|
Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi
madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la
ponen por obra. |
|
22 |
|
Y aconteció un día que Él entró en una
barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y
partieron. |
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23 |
|
Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y
sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y
peligraban. |
|
24 |
|
Y viniendo a Él, le despertaron,
diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, increpó al
viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza. |
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25 |
|
Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y
atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es
Éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? |
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26 |
|
Y arribaron a la tierra de los
gadarenos, que está al lado opuesto de Galilea. |
|
27 |
|
Y llegando Él a tierra, le salió al
encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo;
y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. |
|
28 |
|
Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y
postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús,
Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. |
|
29 |
|
( Porque mandaba al espíritu inmundo que
saliese del hombre; porque hacía mucho tiempo que le arrebataba; y le
guardaban preso con cadenas y grillos; pero rompiendo las cadenas, era
arrastrado del demonio a los desiertos. ) |
|
30 |
|
Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te
llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. |
|
31 |
|
Y le rogaban que no les mandase ir al
abismo. |
|
32 |
|
Y había allí un hato de muchos puercos
que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y
los dejó. |
|
33 |
|
Y los demonios, salidos del hombre,
entraron en los puercos; y el hato se arrojó por un despeñadero en el
lago, y se ahogó. |
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34 |
|
Y cuando los que los apacentaban, vieron
lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y
por los campos. |
|
35 |
|
Y salieron a ver lo que había
acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían
salido los demonios, sentado a los pies de Jesús; vestido, y en su
juicio cabal, y tuvieron miedo. |
|
36 |
|
Y los que lo habían visto, les contaron
cómo había sido sanado aquel endemoniado. |
|
37 |
|
Entonces toda la multitud de la tierra
de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuese de ellos; porque
tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió. |
|
38 |
|
Y aquel hombre de quien habían salido
los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le
despidió, diciendo: |
|
39 |
|
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán
grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la
ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. |
|
40 |
|
Y aconteció que cuando Jesús volvió, la
multitud le recibió con gozo; porque todos le esperaban. |
|
41 |
|
Y he aquí un varón llamado Jairo, que
era príncipe de la sinagoga, vino, y postrándose a los pies de Jesús, le
rogaba que entrase en su casa; |
|
42 |
|
porque tenía una hija única, como de
doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, la multitud le apretaba. |
|
43 |
|
Y una mujer que tenía flujo de sangre
hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía,
y por ninguno había podido ser curada, |
|
44 |
|
llegándose por detrás, tocó el borde de
su manto; y luego se estancó el flujo de su sangre. |
|
45 |
|
Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado?
Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la
multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado? |
|
46 |
|
Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado;
porque sé que ha salido poder de mí. |
|
47 |
|
Entonces, viendo la mujer que no se
había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró
delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo luego
había sido sanada. |
|
48 |
|
Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu
fe te ha sanado; ve en paz. |
|
49 |
|
Hablando aún Él, vino uno del príncipe
de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro. |
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50 |
|
Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo:
No temas; cree solamente, y será sana. |
|
51 |
|
Y entrado en casa, no dejó entrar a
nadie, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la
muchacha. |
|
52 |
|
Y lloraban todos, y hacían duelo por
ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme. |
|
53 |
|
Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba
muerta. |
|
54 |
|
Mas Él echó fuera a todos, y tomándola
de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate. |
|
55 |
|
Entonces su espíritu volvió, y se
levantó luego; y Él mandó que le diesen de comer. |
|
56 |
|
Y sus padres estaban atónitos; a los
cuales Él mandó, que a nadie dijesen lo que había sido hecho. |
|
Lucas 9 |
|
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1 |
|
Entonces llamando a sus doce discípulos,
les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar
enfermedades. |
|
2 |
|
Y los envió a predicar el reino de Dios,
y a sanar a los enfermos. |
|
3 |
|
Y les dijo: No toméis nada para el
camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas
cada uno. |
|
4 |
|
Y en cualquier casa en que entrareis,
quedad allí, y de allí salid. |
|
5 |
|
Y si algunos no os recibieren, saliendo
de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio
contra ellos. |
|
6 |
|
Y saliendo, recorrían todas las aldeas,
predicando el evangelio, y sanando por todas partes. |
|
7 |
|
Y oyó Herodes el tetrarca todas las
cosas que Él hacía; y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha
resucitado de los muertos; |
|
8 |
|
y otros: Elías ha aparecido; y otros:
Algún profeta de los antiguos ha resucitado. |
|
9 |
|
Y dijo Herodes: A Juan yo decapité;
¿quién, pues, será Éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba
verle. |
|
10 |
|
Y cuando los apóstoles regresaron, le
contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró
aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida. |
|
11 |
|
Y cuando la gente lo supo, le siguieron;
y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que
necesitaban ser curados. |
|
12 |
|
Y cuando comenzó a declinar el día;
llegan los doce, y le dicen: Despide la multitud, para que vayan a las
aldeas, y campos de alrededor, y se alojen y hallen alimentos; porque
aquí estamos en lugar desierto. |
|
13 |
|
Y Él les dijo: Dadles vosotros de comer.
Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos
que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud. |
|
14 |
|
Y eran como cinco mil hombres. Entonces
dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en
cincuenta. |
|
15 |
|
Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a
todos. |
|
16 |
|
Y tomando los cinco panes y los dos
pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos
para que pusiesen delante de la multitud. |
|
17 |
|
Y comieron todos, y se saciaron; y
alzaron lo que les sobró, doce canastos de pedazos. |
|
18 |
|
Y aconteció que estando Él aparte
orando, estaban con Él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién
dice la gente que soy yo? |
|
19 |
|
Y ellos respondiendo, dijeron: Juan el
Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha
resucitado. |
|
20 |
|
Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que
soy yo? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios. |
|
21 |
|
Mas Él, amonestándoles, les mandó que a
nadie dijesen esto, |
|
22 |
|
diciendo: Es necesario que el Hijo del
Hombre padezca muchas cosas, y sea rechazado de los ancianos, y de los
príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y que sea muerto, y
resucite al tercer día. |
|
23 |
|
Y decía a todos: Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame. |
|
24 |
|
Porque el que quisiere salvar su vida,
la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la
salvará. |
|
25 |
|
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si
ganare todo el mundo, y se pierde a sí mismo, o se destruye? |
|
26 |
|
Porque el que se avergonzare de mí y de
mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando viniere
en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. |
|
27 |
|
Y os digo en verdad, que hay algunos de
los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino
de Dios. |
|
28 |
|
Y aconteció como ocho días después de
estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a
orar. |
|
29 |
|
Y entre tanto que oraba, la apariencia
de su rostro se hizo otra, y su vestidura blanca y resplandeciente. |
|
30 |
|
Y he aquí dos varones que hablaban con
Él, los cuales eran Moisés y Elías; |
|
31 |
|
que aparecieron con gloria, y hablaban
de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén. |
|
32 |
|
Y Pedro y los que estaban con Él,
estaban cargados de sueño; y despertando, vieron su gloria, y a los dos
varones que estaban con Él. |
|
33 |
|
Y aconteció que apartándose ellos de Él,
Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí, y hagamos
tres tabernáculos, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no
sabiendo lo que decía. |
|
34 |
|
Y diciendo él esto, vino una nube que
los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. |
|
35 |
|
Y vino una voz desde la nube, que decía:
Éste es mi Hijo amado; a Él oíd. |
|
36 |
|
Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado
solo; y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada a nadie de
lo que habían visto. |
|
37 |
|
Y aconteció que al día siguiente, cuando
descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro. |
|
38 |
|
Y he aquí, un hombre de la multitud
clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo; porque es mi
único hijo; |
|
39 |
|
y he aquí un espíritu le toma, y de
repente da gritos; y le sacude y le hace echar espuma, e hiriéndole
difícilmente se aparta de él. |
|
40 |
|
Y rogué a tus discípulos que le echasen
fuera, y no pudieron. |
|
41 |
|
Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros,
y os he de soportar? Trae acá tu hijo. |
|
42 |
|
Y cuando aun se iba acercando, el
demonio le derribó y le sacudió violentamente; mas Jesús reprendió al
espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y lo devolvió a su padre. |
|
43 |
|
Y todos estaban maravillados de la
grandeza de Dios. Y admirándose todos de todas las cosas que Jesús hacía,
dijo a sus discípulos: |
|
44 |
|
Dejad que estas palabras penetren en
vuestros oídos, porque el Hijo del Hombre será entregado en manos de
hombres. |
|
45 |
|
Mas ellos no entendían esta palabra, y
les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle de
esta palabra. |
|
46 |
|
Entonces entraron en disputa, de cuál de
ellos sería el mayor. |
|
47 |
|
Mas Jesús, viendo los pensamientos del
corazón de ellos, tomó a un niño, y lo puso junto a sí, |
|
48 |
|
y les dijo: Cualquiera que reciba a este
niño en mí nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí,
recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos
vosotros, ése será el más grande. |
|
49 |
|
Entonces respondiendo Juan, dijo:
Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se
lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. |
|
50 |
|
Jesús le dijo: No se lo prohibáis;
porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. |
|
51 |
|
Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo
en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a
Jerusalén. |
|
52 |
|
Y envió mensajeros delante de sí, los
cuales fueron y entraron en una aldea de samaritanos, para aparejar para
Él. |
|
53 |
|
Pero no le recibieron, porque su
apariencia era como de ir a Jerusalén. |
|
54 |
|
Y viendo esto sus discípulos Jacobo y
Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del
cielo, y los consuma, así como hizo Elías? |
|
55 |
|
Entonces volviéndose Él, los reprendió,
diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; |
|
56 |
|
porque el Hijo del Hombre no ha venido
para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a
otra aldea. |
|
57 |
|
Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo
en el camino: Señor, te seguiré a dondequiera que fueres. |
|
58 |
|
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo tienen nidos; mas el Hijo del Hombre no
tiene donde recostar su cabeza. |
|
59 |
|
Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor,
déjame que primero vaya y entierre a mi padre. |
|
60 |
|
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos
entierren a sus muertos; y tú, ve, y predica el reino de Dios. |
|
61 |
|
Entonces también dijo otro: Te seguiré,
Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa. |
|
62 |
|
Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su
mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. |
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Lucas 10 |
|
|
1 |
|
Después de estas cosas, designó el Señor
también a otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de su
faz, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir. |
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2 |
|
Y les decía: La mies a la verdad es
mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que
envíe obreros a su mies. |
|
3 |
|
Id, he aquí yo os envío como corderos en
medio de lobos. |
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4 |
|
No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado;
y a nadie saludéis por el camino. |
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5 |
|
En cualquier casa donde entréis,
primeramente decid: Paz sea a esta casa. |
|
6 |
|
Y si hubiere allí algún hijo de paz,
vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. |
|
7 |
|
Y posad en aquella misma casa, comiendo
y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No
os paséis de casa en casa. |
|
8 |
|
Y en cualquiera ciudad donde entrareis y
os recibieren, comed lo que os pusieren delante; |
|
9 |
|
Y sanad a los enfermos que en ella
hubiere, y decidles: El reino de Dios se ha acercado a vosotros. |
|
10 |
|
Mas en cualquier ciudad donde entrareis,
y no os recibieren, saliendo por sus calles, decid: |
|
11 |
|
Aun el polvo que se nos ha pegado de
vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros: Pero esto sabed, que el reino
de Dios se ha acercado a vosotros. |
|
12 |
|
Y os digo que será más tolerable el
castigo para Sodoma en aquel día, que para aquella ciudad. |
|
13 |
|
¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!
que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechas las maravillas que se han
hecho en vosotras, hace ya mucho tiempo, que sentadas en cilicio y
ceniza, se habrían arrepentido. |
|
14 |
|
Por tanto, en el juicio, será más
tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. |
|
15 |
|
Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres
levantada, hasta el infierno serás arrojada. |
|
16 |
|
El que a vosotros oye, a mí me oye; y el
que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí desecha, desecha
al que me envió. |
|
17 |
|
Y volvieron los setenta con gozo,
diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. |
|
18 |
|
Y Él les dijo: Yo vi a Satanás caer del
cielo como un rayo. |
|
19 |
|
He aquí os doy potestad de hollar sobre
las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo,
y nada en ningún modo os dañará. |
|
20 |
|
Mas no os regocijéis en esto de que los
espíritus se os sujetan; antes regocijaos de que vuestros nombres están
escritos en el cielo. |
|
21 |
|
En aquella misma hora Jesús se regocijó
en su espíritu, y dijo: Te doy gracias, oh Padre, Señor del cielo y de
la tierra, que escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las
has revelado a los niños. Sí Padre, porque así te agradó. |
|
22 |
|
Todas las cosas me son entregadas de mi
Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el
Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar. |
|
23 |
|
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo
en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis: |
|
24 |
|
Porque os digo que muchos profetas y
reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que
oís, y no lo oyeron. |
|
25 |
|
Y he aquí un doctor de la ley se levantó
y dijo, para probarle: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? |
|
26 |
|
Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la
ley? ¿Cómo lees? |
|
27 |
|
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas,
y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. |
|
28 |
|
Y le dijo: Bien has respondido; haz esto,
y vivirás. |
|
29 |
|
Mas él, queriéndose justificar a sí
mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? |
|
30 |
|
Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales
le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. |
|
31 |
|
Y aconteció, que descendió un sacerdote
por aquel camino, y viéndole, pasó por el otro lado. |
|
32 |
|
Y asimismo un levita, llegando cerca de
aquel lugar, y viéndole, pasó por el otro lado. |
|
33 |
|
Pero un samaritano que transitaba,
pasando por donde él estaba, al verle, tuvo compasión de él; |
|
34 |
|
y acercándose, vendó sus heridas,
echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó al
mesón, y cuidó de él. |
|
35 |
|
Y otro día al partir, sacó dos denarios,
y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más
gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré. |
|
36 |
|
¿Quién, pues, de estos tres te parece
que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones? |
|
37 |
|
Y él dijo: El que mostró con él
misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. |
|
38 |
|
Y aconteció que yendo ellos, entró Él en
una aldea; y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa. |
|
39 |
|
Y ésta tenía una hermana que se llamaba
María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. |
|
40 |
|
Pero Marta se distraía en muchos
servicios; y vino a Él, diciendo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi
hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude. |
|
41 |
|
Y respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, estás afanada y turbada con muchas cosas: |
|
42 |
|
Pero una cosa es necesaria; y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada. |
|
Lucas 11 |
|
|
1 |
|
Y aconteció que estaba Él orando en
cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor,
enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. |
|
2 |
|
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre
nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. |
|
3 |
|
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. |
|
4 |
|
Y perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. |
|
5 |
|
Y también les dijo: ¿Quién de vosotros
tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: Amigo, préstame
tres panes, |
|
6 |
|
porque un amigo mío ha venido a mí de
camino, y no tengo qué ponerle delante; |
|
7 |
|
y él, desde adentro respondiendo, dijere:
No me seas molesto; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo
en cama; no puedo levantarme y dártelos? |
|
8 |
|
Os digo, que aunque no se levante a
dárselos por ser su amigo, mas por su importunidad, se levantará y le
dará todo lo que necesite. |
|
9 |
|
Y yo os digo: Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. |
|
10 |
|
Porque todo aquel que pide, recibe; y el
que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. |
|
11 |
|
¿Y quién de vosotros, siendo padre, si
su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de
pescado, le dará una serpiente? |
|
12 |
|
¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión? |
|
13 |
|
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis
dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? |
|
14 |
|
Y estaba Él lanzando un demonio, el cual
era mudo; y aconteció que salido fuera el demonio, el mudo habló y la
gente se maravillaba. |
|
15 |
|
Mas algunos de ellos decían: Por
Belcebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios. |
|
16 |
|
Y otros, tentándole, le pedían señal del
cielo. |
|
17 |
|
Mas Él, conociendo los pensamientos de
ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y una
casa dividida contra sí misma, cae. |
|
18 |
|
Y si también Satanás está dividido
contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? pues decís que por Belcebú
echo yo fuera los demonios. |
|
19 |
|
Pues si yo echo fuera los demonios por
Belcebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces. |
|
20 |
|
Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera
los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. |
|
21 |
|
Cuando el hombre fuerte armado guarda su
palacio, en paz está lo que posee. |
|
22 |
|
Mas si viniere otro más fuerte que él, y
le vence, le quita todas las armas en que confiaba, y reparte sus
despojos. |
|
23 |
|
El que no es conmigo, contra mí es; y el
que conmigo no recoge, desparrama. |
|
24 |
|
Cuando el espíritu inmundo sale del
hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice:
Regresaré a mi casa de donde salí. |
|
25 |
|
Y viniendo, la halla barrida y adornada. |
|
26 |
|
Entonces va, y toma otros siete
espíritus peores que él; y entrados, habitan allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero. |
|
27 |
|
Y aconteció que diciendo estas cosas,
una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el
vientre que te trajo, y los pechos que mamaste. |
|
28 |
|
Y Él dijo: Antes bienaventurados los que
oyen la palabra de Dios, y la guardan. |
|
29 |
|
Y juntándose la multitud, comenzó a
decir: Esta generación mala es: Demandan señal, mas señal no le será
dada, sino la señal de Jonás el profeta. |
|
30 |
|
Porque como Jonás fue señal a los
ninivitas, así también será el Hijo del Hombre a esta generación. |
|
31 |
|
La reina del Sur se levantará en juicio
con los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los
fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí uno mayor
que Salomón en este lugar. |
|
32 |
|
Los hombres de Nínive se levantarán en
juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de
Jonás se arrepintieron; y he aquí uno mayor que Jonás en este lugar. |
|
33 |
|
Nadie pone en oculto el candil
encendido, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que
entran vean la luz. |
|
34 |
|
La luz del cuerpo es el ojo; así que si
tu ojo fuere sincero, también todo tu cuerpo será iluminado; mas si
fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso. |
|
35 |
|
Mira pues, que la luz que en ti hay, no
sea tinieblas. |
|
36 |
|
Así que, si todo tu cuerpo está lleno de
luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como
cuando una lámpara con su resplandor te alumbra. |
|
37 |
|
Y luego que hubo hablado, le rogó un
fariseo que comiese con él; y entrado Jesús, se sentó a la mesa. |
|
38 |
|
Y el fariseo, cuando lo vio, se
maravilló de que no se lavó antes de comer. |
|
39 |
|
Y el Señor le dijo: Ahora, vosotros los
fariseos limpiáis lo de fuera de la copa y del plato; pero por dentro
estáis llenos de rapiña y de maldad. |
|
40 |
|
Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no
hizo también lo de dentro? |
|
41 |
|
Pero dad limosna de lo que tenéis; y he
aquí, todo os es limpio. |
|
42 |
|
Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que
diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza; mas el juicio y el amor
de Dios pasáis por alto. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo
otro. |
|
43 |
|
¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las
primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. |
|
44 |
|
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! que sois como sepulcros encubiertos, y los hombres que andan
encima no lo saben. |
|
45 |
|
Y respondiendo uno de los doctores de la
ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a
nosotros. |
|
46 |
|
Y Él dijo: ¡Ay de vosotros también,
doctores de la ley! que abrumáis a los hombres con cargas pesadas de
llevar; mas vosotros ni aun con un dedo las tocáis. |
|
47 |
|
¡Ay de vosotros! que edificáis los
sepulcros de los profetas, y los mataron vuestros padres. |
|
48 |
|
De cierto dais testimonio que consentís
en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron,
mas vosotros edificáis sus sepulcros. |
|
49 |
|
Por tanto, la sabiduría de Dios también
dijo: Enviaré a ellos profetas y apóstoles; y de ellos a unos matarán y
a otros perseguirán; |
|
50 |
|
para que de esta generación sea
demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la
fundación del mundo; |
|
51 |
|
desde la sangre de Abel, hasta la sangre
de Zacarías, que murió entre el altar y el templo. De cierto os digo:
Será demandada de esta generación. |
|
52 |
|
¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que
habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y
a los que entraban se lo impedisteis. |
|
53 |
|
Y diciéndoles estas cosas, los escribas
y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera, para provocarle a
que hablase de muchas cosas; |
|
54 |
|
acechándole, y procurando cazar algo de
su boca para acusarle. |
|
Lucas 12 |
|
|
1 |
|
En esto, juntándose una innumerable
multitud, tanto que unos a otros se hollaban, comenzó a decir a sus
discípulos primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es
hipocresía. |
|
2 |
|
Porque nada hay encubierto, que no haya
de ser revelado; ni oculto, que no haya de ser sabido. |
|
3 |
|
Por tanto, lo que dijisteis en tinieblas,
a la luz será oído; y lo que hablasteis al oído en las alcobas, será
pregonado en las azoteas. |
|
4 |
|
Pero os digo, amigos míos: No temáis a
los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. |
|
5 |
|
Mas os enseñaré a quién debéis temer:
Temed a Aquél que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar
en el infierno: Sí, os digo: A Éste temed. |
|
6 |
|
¿No se venden cinco pajarillos por dos
blancas? Y ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. |
|
7 |
|
Pues aun los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis, pues, de más estima sois vosotros que
muchos pajarillos. |
|
8 |
|
Y os digo que todo aquel que me
confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le
confesará delante de los ángeles de Dios; |
|
9 |
|
mas el que me negare delante de los
hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. |
|
10 |
|
Y todo aquel que dijere palabra contra
el Hijo del Hombre, le será perdonado; mas al que blasfemare contra el
Espíritu Santo, no le será perdonado. |
|
11 |
|
Y cuando os trajeren a las sinagogas, y
a los magistrados y potestades, no os preocupéis de cómo o qué hayáis de
responder, o qué hayáis de decir; |
|
12 |
|
porque el Espíritu Santo os enseñará en
la misma hora lo que debéis de decir. |
|
13 |
|
Y le dijo uno de la multitud: Maestro,
di a mi hermano que parta conmigo la herencia. |
|
14 |
|
Mas Él le dijo: Hombre, ¿quién me puso
por juez o partidor sobre vosotros? |
|
15 |
|
Y les dijo: Mirad, y guardaos de la
avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee. |
|
16 |
|
Y les refirió una parábola, diciendo: La
heredad de un hombre rico había producido mucho; |
|
17 |
|
y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos? |
|
18 |
|
Y dijo: Esto haré; derribaré mis
graneros, y los edificaré mayores, y allí almacenaré todos mis frutos y
mis bienes; |
|
19 |
|
y diré a mi alma: Alma, muchos bienes
tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. |
|
20 |
|
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche
vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? |
|
21 |
|
Así es el que hace para sí tesoro, y no
es rico para con Dios. |
|
22 |
|
Y dijo a sus discípulos: Por tanto os
digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo,
qué vestiréis. |
|
23 |
|
La vida más es que la comida, y el
cuerpo que el vestido. |
|
24 |
|
Considerad los cuervos, que no siembran,
ni siegan; que no tienen almacén, ni granero; y Dios los alimenta.
¿Cuánto más sois vosotros de más estima que las aves? |
|
25 |
|
¿Y quién de vosotros podrá con afanarse
añadir a su estatura un codo? |
|
26 |
|
Pues si no podéis ni aun lo que es
menos, ¿por qué os afanáis por lo demás? |
|
27 |
|
Considerad los lirios, cómo crecen; no
labran, ni hilan; y os digo, que Salomón, con toda su gloria, no se
vistió como uno de ellos. |
|
28 |
|
Y si así viste Dios a la hierba, que hoy
está en el campo, y mañana es echada en el horno; ¿cuánto más a
vosotros, hombres de poca fe? |
|
29 |
|
Vosotros, pues, no os preocupéis qué
habéis de comer, o qué habéis de beber; ni estéis ansiosos. |
|
30 |
|
Porque todas estas cosas buscan las
gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas
cosas. |
|
31 |
|
Mas buscad primeramente el reino de
Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. |
|
32 |
|
No temáis, manada pequeña; porque a
vuestro Padre le ha placido daros el reino. |
|
33 |
|
Vended lo que poseéis, y dad limosna;
haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en el cielo que no se agote;
donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. |
|
34 |
|
Porque donde está vuestro tesoro, allí
también estará vuestro corazón. |
|
35 |
|
Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras
lámparas encendidas; |
|
36 |
|
y vosotros, como hombres que esperan
cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y
tocare, luego le abran. |
|
37 |
|
Bienaventurados aquellos siervos a los
cuales cuando el señor venga, halle velando; de cierto os digo, que se
ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá y les servirá. |
|
38 |
|
Y si viniere a la segunda vigilia, o
aunque viniere a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados
son aquellos siervos. |
|
39 |
|
Pero esto sabed, que si supiese el padre
de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y
no dejaría minar su casa. |
|
40 |
|
Vosotros, pues, también, estad
apercibidos; porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá. |
|
41 |
|
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices
esta parábola a nosotros, o también a todos? |
|
42 |
|
Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo
fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que a
tiempo les dé su ración? |
|
43 |
|
Bienaventurado aquel siervo al cual,
cuando su señor viniere, hallare haciendo así. |
|
44 |
|
En verdad os digo, que él le pondrá
sobre todos sus bienes. |
|
45 |
|
Mas si aquel siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los siervos y a las
criadas, y a comer y beber y a embriagarse; |
|
46 |
|
vendrá el señor de aquel siervo el día
que no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará severamente, y
pondrá su parte con los infieles. |
|
47 |
|
Porque el siervo que sabiendo la
voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad,
será azotado mucho. |
|
48 |
|
Mas el que sin saberla, hizo cosas
dignas de azotes, será azotado poco; porque al que mucho le es dado,
mucho le será demandado; y al que encomendaron mucho, más le será pedido. |
|
49 |
|
Fuego vine a meter en la tierra; ¿y qué
quiero, si ya está encendido? |
|
50 |
|
Pero de un bautismo me es necesario ser
bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! |
|
51 |
|
¿Pensáis que he venido a la tierra a dar
paz? No; sino disensión. |
|
52 |
|
Porque de aquí adelante cinco en una
casa estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres. |
|
53 |
|
El padre estará dividido contra el hijo,
y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la
madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. |
|
54 |
|
Y decía también a la gente: Cuando veis
la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así. |
|
55 |
|
Y cuando sopla el viento del sur, decís:
Hará calor; y lo hace. |
|
56 |
|
¡Hipócritas! Sabéis discernir la faz del
cielo y de la tierra; ¿y cómo no discernís este tiempo? |
|
57 |
|
¿Y por qué aun de vosotros mismos no
juzgáis lo que es justo? |
|
58 |
|
Cuando vayas al magistrado con tu
adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre
al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la
cárcel. |
|
59 |
|
Te digo que no saldrás de allí, hasta
que hayas pagado hasta la última blanca. |