Marcos 1-4


 
Marcos 1
 
  1   Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
  2   Como está escrito en los profetas: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz. El cual aparejará tu camino delante de ti.
  3   Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor: Enderezad sus sendas.
  4   Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.
  5   Y salía a él toda la provincia de Judea, y los de Jerusalén, y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
  6   Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y portaba un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
  7   Y predicaba, diciendo: Viene tras mí uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado, la correa de su calzado.
  8   Yo a la verdad os he bautizado en agua; mas Él os bautizará con el Espíritu Santo.
  9   Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
  10   Y luego, subiendo del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre Él.
  11   Y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo contentamiento.
  12   Y luego el Espíritu le llevó al desierto.
  13   Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, siendo tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
  14   Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,
  15   diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado: Arrepentíos, y creed en el evangelio.
  16   Y caminando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
  17   Y Jesús les dijo: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
  18   Y dejando luego sus redes, le siguieron.
  19   Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, que estaban también en la barca remendando sus redes.
  20   Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de Él.
  21   Y entraron en Capernaúm; y luego en el día sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba.
  22   Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
  23   Y había en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual dio voces,
  24   diciendo: ¡Déjanos! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
  25   Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece, y sal de él!
  26   Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, clamando a gran voz, salió de él.
  27   Y todos estaban maravillados, de tal manera que se preguntaban entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?
  28   Y pronto corrió su fama por toda la región alrededor de Galilea.
  29   Y en seguida, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
  30   Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y le dijeron luego de ella.
  31   Entonces vino Él, y tomándola de la mano la levantó; y al instante le dejó la fiebre, y ella les servía.
  32   Y a la caída la tarde, cuando el sol se puso, le trajeron a todos los enfermos, y a los endemoniados;
  33   y toda la ciudad se agolpó a la puerta;
  34   y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.
  35   Y levantándose muy de mañana, mucho antes del amanecer, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
  36   Y le siguió Simón, y los que con él estaban;
  37   y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
  38   Y Él les dijo: Vamos a las ciudades vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido.
  39   Y predicaba en las sinagogas de ellos por toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
  40   Y vino a Él un leproso, rogándole; y arrodillándose ante Él, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
  41   Y Jesús, teniendo compasión de él, extendió su mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
  42   Y así que hubo Él hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.
  43   Entonces le apercibió rigurosamente, despidiéndole luego,
  44   y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
  45   Pero salido él, comenzó a publicarlo mucho, y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente a la ciudad, sino que se estaba fuera en los lugares desiertos; y venían a Él de todas partes.

 
Marcos 2
 
  1   Y después de algunos días entró otra vez en Capernaúm, y se oyó que estaba en casa.
  2   E inmediatamente se juntaron muchos, tanto que ya no había lugar, ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
  3   Entonces vinieron a Él unos trayendo a un paralítico, que era cargado por cuatro.
  4   Y no pudiendo llegar a Él por causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
  5   Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
  6   Y estaban sentados allí unos de los escribas, y cavilaban en sus corazones:
  7   ¿Por qué habla Éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
  8   Y conociendo luego Jesús en su espíritu que así cavilaban dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?
  9   ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
  10   Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo al paralítico ):
  11   A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa.
  12   Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, salió delante de todos; de manera que todos se asombraron, y glorificaban a Dios, diciendo: ¡Nunca tal hemos visto!
  13   Y volvió a irse al mar; y toda la multitud venía a Él, y les enseñaba.
  14   Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
  15   Y aconteció que estando Jesús a la mesa en su casa, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa con Jesús y sus discípulos; porque eran muchos, y le seguían.
  16   Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y los pecadores, dijeron a sus discípulos: ¿Qué es esto, que Él come y bebe con publicanos y pecadores?
  17   Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
  18   Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan, y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
  19   Y Jesús les dijo: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, mientras el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
  20   Mas los días vendrán, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
  21   Nadie cose remiendo de paño nuevo en vestido viejo, de otra manera el remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
  22   Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
  23   Y aconteció que pasando Él por los sembradíos en sábado, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
  24   Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?
  25   Y Él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que con él estaban;
  26   cómo entró en la casa de Dios, en los días de Abiatar el sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y dio aun a los que con él estaban?
  27   También les dijo: El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.
  28   Así que el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado.

 
Marcos 3
 
  1   Otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
  2   Y le acechaban, si en sábado le sanaría, para poder acusarle.
  3   Entonces dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate y ponte en medio.
  4   Y les dijo: ¿Es lícito hacer bien en sábado, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
  5   Entonces mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y su mano le fue restaurada sana como la otra.
  6   Y saliendo los fariseos, en seguida tomaron consejo con los herodianos contra Él, de cómo le matarían.
  7   Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le siguió una gran multitud de Galilea, y de Judea,
  8   y de Jerusalén, y de Idumea, y del otro lado del Jordán, y los de alrededor de Tiro y de Sidón, una gran multitud, que oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron a Él.
  9   Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre apercibida una barquilla, por causa de la multitud, para que no le oprimiesen.
  10   Porque había sanado a muchos, de manera que por tocarle, caían sobre Él cuantos tenían plagas.
  11   Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de Él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
  12   Mas Él les reprendía mucho que no le diesen a conocer.
  13   Y cuando subió al monte, llamó a sí a los que Él quiso, y vinieron a Él.
  14   Y ordenó a doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar.
  15   Y que tuviesen poder para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
  16   A Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
  17   a Jacobo, hijo de Zebedeo, a Juan hermano de Jacobo; a quienes puso por sobrenombre Boanerges, que es, Hijos del trueno;
  18   a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Jacobo, hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simón el cananita,
  19   y a Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
  20   Y otra vez se agolpó la multitud, de manera que ellos ni aun podían comer pan.
  21   Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.
  22   Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Belcebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
  23   Y llamándoles, les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás, echar fuera a Satanás?
  24   Y si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.
  25   Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.
  26   Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, antes ha llegado su fin.
  27   Nadie puede entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al hombre fuerte, y entonces podrá saquear su casa.
  28   De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren;
  29   pero cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que está en peligro de condenación eterna.
  30   Porque decían: Tiene espíritu inmundo.
  31   Entonces vienen sus hermanos y su madre, y estando afuera, envían a Él, llamándole.
  32   Y la multitud estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.
  33   Y Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre, o mis hermanos?
  34   Y mirando alrededor a los que estaban sentados en derredor de Él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
  35   Porque todo aquel que hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

 
Marcos 4
 
  1   Y otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y una gran multitud se reunió alrededor de Él; tanto que entró en una barca, y se sentó en ella en el mar, y toda la multitud estaba en tierra junto al mar.
  2   Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
  3   Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
  4   y aconteció que al sembrar, una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo y la devoraron.
  5   Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y salió luego, porque no tenía profundidad de tierra;
  6   pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
  7   Y otra parte cayó entre espinos; y crecieron los espinos y la ahogaron, y no dio fruto.
  8   Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto que brotó y creció; y produjo, una a treinta, otra a sesenta, y otra a ciento por uno.
  9   Y les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
  10   Y cuando estuvo solo, los que estaban cerca de Él con los doce le preguntaron sobre la parábola.
  11   Y les dijo: A vosotros es dado el saber los misterios del reino de Dios; mas a los que están fuera, todo es hecho por parábolas;
  12   para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados sus pecados.
  13   Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
  14   El sembrador es el que siembra la palabra.
  15   Y éstos son los de junto al camino; en quienes la palabra es sembrada, mas después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que fue sembrada en sus corazones.
  16   Y asimismo éstos son los que son sembrados en pedregales; quienes habiendo oído la palabra, la reciben luego con gozo;
  17   pero no tienen raíz en sí, sino que duran poco tiempo; pero luego, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego se escandalizan.
  18   Y éstos son los que fueron sembrados entre espinos; los que oyen la palabra,
  19   pero los afanes de este mundo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
  20   Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra; los que oyen la palabra y la reciben, y llevan fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento por uno.
  21   Y les dijo: ¿Se trae el candil para ponerse debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerse en el candelero?
  22   Porque nada hay oculto que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de ser descubierto.
  23   Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
  24   Y les dijo: Mirad lo que oís; porque con la medida que medís, se os medirá, y a vosotros los que oís, más os será añadido.
  25   Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
  26   Y dijo: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
  27   y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin saber él cómo.
  28   Porque de suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga.
  29   Y cuando ha dado el fruto, en seguida se mete la hoz, porque la siega es llegada.
  30   Y dijo: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola le compararemos?
  31   Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
  32   pero después de sembrado, crece, y se hace la más grande de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de manera que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra.
  33   Y con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme ellos podían oír.
  34   Y sin parábola no les hablaba, mas a sus discípulos en privado les aclaraba todas las cosas.
  35   Y aquel día, cuando cayó la tarde, les dijo: Pasemos al otro lado.
  36   Y despidiendo a la multitud, le recibieron como estaba en la barca; y había también con Él otras barquillas.
  37   Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas azotaban la barca, tanto que ya se anegaban.
  38   Y Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y despertándole, le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
  39   Y levantándose increpó al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
  40   Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo es que no tenéis fe?
  41   Y temieron en gran manera, y se decían el uno al otro: ¿Qué clase de hombre es Éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

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