Mateo 1-7


 
Mateo 1
 
  1   El libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
  2   Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos;
  3   y Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara: Y Fares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram;
  4   y Aram engendró a Aminadab; y Aminadab engendró a Naasón; y Naasón engendró a Salmón;
  5   y Salmón engendró de Rahab a Boaz; y Boaz engendró a Obed de Ruth; y Obed engendró a Isaí;
  6   e Isaí engendró al rey David; y el rey David engendró a Salomón de la que fue esposa de Urías,
  7   y Salomón engendró a Roboam; y Roboam engendró a Abía; y Abía engendró a Asa;
  8   y Asa engendró a Josafat; y Josafat engendró a Joram; y Joram engendró a Ozías;
  9   y Ozías engendró a Jotam; y Jotam engendró a Acaz; y Acaz engendró a Ezequías;
  10   y Ezequías engendró a Manasés; y Manasés engendró a Amón; y Amón engendró a Josías;
  11   y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo en que fueron expatriados a Babilonia.
  12   Y después que fueron traídos a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; y Salatiel engendró a Zorobabel;
  13   y Zorobabel engendró a Abiud; y Abiud engendró a Eliaquim; y Eliaquim engendró a Azor;
  14   y Azor engendró a Sadoc; y Sadoc engendró a Aquim; y Aquim engendró a Eliud;
  15   y Eliud engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Matán; y Matán engendró a Jacob;
  16   y Jacob engendró a José esposo de María, de la cual nació Jesús, quien es llamado Cristo.
  17   De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y de David hasta la expatriación a Babilonia son catorce generaciones; y desde la expatriación a Babilonia hasta Cristo son catorce generaciones.
  18   El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María su madre desposada con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo,
  19   y José su marido, como era hombre justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
  20   Y pensando él en esto, he aquí el ángel del Señor le apareció en un sueño, diciendo: José hijo de David, no temas recibir a María tu esposa; porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
  21   Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS; porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.
  22   Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho del Señor, por el profeta que dijo:
  23   He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.
  24   Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa,
  25   pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y llamó su nombre JESÚS.

 
Mateo 2
 
  1   Y cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, he aquí unos hombres sabios del oriente vinieron a Jerusalén,
  2   diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
  3   Oyendo esto el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él;
  4   y convocando a todos los príncipes de los sacerdotes, y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo;
  5   y ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
  6   Y tú Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un Guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.
  7   Entonces Herodes, llamando en secreto a los sabios, inquirió de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;
  8   y enviándolos a Belén, dijo: Id y preguntad con diligencia por el niño; y cuando le hubiereis hallado, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
  9   Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
  10   Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
  11   Y entrando en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.
  12   Y siendo avisados por Dios en un sueño que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino.
  13   Y habiendo ellos partido, he aquí el ángel del Señor apareció en un sueño a José, diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te diga; porque Herodes buscará al niño para matarlo.
  14   Y despertando él, tomó de noche al niño y a su madre y se fue a Egipto;
  15   y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que fue dicho del Señor por el profeta, diciendo: De Egipto llamé a mi Hijo.
  16   Herodes entonces, al verse burlado de los sabios, se llenó de ira, y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los sabios.
  17   Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, que dijo:
  18   Voz fue oída en Ramá, lamentación, lloro y gemido grande, Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.
  19   Y muerto Herodes, he aquí, un ángel del Señor apareció en un sueño a José en Egipto,
  20   diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel; porque han muerto los que procuraban la muerte del niño.
  21   Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel.
  22   Mas oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, temió ir allá. Y siendo avisado por Dios en un sueño, se fue a la región de Galilea,
  23   y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret; para que se cumpliese lo dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno.

 
Mateo 3
 
  1   En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,
  2   y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
  3   Porque éste es aquél de quien habló el profeta Isaías, diciendo: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor: Enderezad sus sendas.
  4   Y Juan mismo tenía su vestidura de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
  5   Entonces salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la región de alrededor del Jordán;
  6   y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
  7   Y al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: Generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
  8   Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
  9   y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
  10   Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
  11   Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene tras mí, es más poderoso que yo; cuyo calzado no soy digno de llevar; Él os bautizará con el Espíritu Santo, y con fuego.
  12   Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el alfolí, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
  13   Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.
  14   Pero Juan le resistía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
  15   Pero Jesús respondió, y le dijo: Deja ahora; porque nos es preciso cumplir así toda justicia. Entonces le dejó.
  16   Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él.
  17   Y he aquí una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento.

 
Mateo 4
 
  1   Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
  2   Y después que hubo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
  3   Y vino a Él el tentador, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
  4   Mas Él respondiendo dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
  5   Entonces el diablo le lleva a la santa ciudad, y le pone sobre el pináculo del templo,
  6   y le dice: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán para que no tropieces con tu pie en piedra.
  7   Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
  8   Otra vez el diablo le lleva a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos,
  9   y le dice: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
  10   Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás.
  11   Entonces el diablo le dejó, y he aquí, ángeles vinieron y le servían.
  12   Y cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, se fue a Galilea;
  13   y dejando Nazaret, vino y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí;
  14   para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dijo:
  15   Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles;
  16   El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz: Y a los asentados en región y sombra de muerte: Luz les resplandeció.
  17   Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
  18   Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
  19   Y les dijo: Venid en pos de mí, y yo os haré pescadores de hombres.
  20   Ellos entonces, dejando luego las redes, le siguieron.
  21   Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
  22   Y ellos, dejando luego la barca y a su padre, le siguieron.
  23   Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
  24   Y corría su fama por toda Siria. Y le traían a todos los enfermos que eran tomados de diversas enfermedades y tormentos; los endemoniados, los lunáticos y los paralíticos; y los sanaba.
  25   Y le seguían grandes multitudes de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.

 
Mateo 5
 
  1   Y viendo las multitudes, subió al monte; y sentándose, sus discípulos vinieron a Él.
  2   Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
  3   Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos.
  4   Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados.
  5   Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra.
  6   Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados.
  7   Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.
  8   Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.
  9   Bienaventurados los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios.
  10   Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.
  11   Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
  12   Regocijaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en el cielo; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
  13   Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y ser hollada de los hombres.
  14   Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
  15   Ni se enciende un candil y se pone debajo del almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
  16   Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.
  17   No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
  18   Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo sea cumplido.
  19   De manera que cualquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
  20   Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
  21   Oísteis que fue dicho por los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare estará expuesto a juicio.
  22   Mas yo os digo que cualquiera que sin razón se enojare contra su hermano, estará en peligro del juicio; y cualquiera que dijere a su hermano: Raca, estará en peligro del concilio; mas cualquiera que le dijere: Fatuo, estará expuesto al infierno de fuego.
  23   Por tanto, si trajeres tu ofrenda al altar, y allí te acordares que tu hermano tiene algo contra ti;
  24   deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, y reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
  25   Concíliate presto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel.
  26   De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
  27   Oísteis que fue dicho por los antiguos: No cometerás adulterio.
  28   Mas yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
  29   Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno.
  30   Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que uno de tus miembros se pierda, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno.
  31   También fue dicho: Cualquiera que repudiare a su esposa, déle carta de divorcio.
  32   Pero yo os digo que cualquiera que repudiare a su esposa, salvo por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la divorciada, comete adulterio.
  33   Además, oísteis que fue dicho por los antiguos: No perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos.
  34   Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
  35   ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
  36   Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.
  37   Mas sea vuestro hablar: Sí, sí: No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
  38   Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
  39   Pero yo os digo: No resistáis el mal; antes a cualquiera que te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
  40   y a cualquiera que te demandare ante la ley y tomare tu túnica, déjale tomar también la capa;
  41   y cualquiera que te obligare a ir una milla, ve con él dos.
  42   Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no le rehúses.
  43   Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
  44   Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
  45   para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo; porque Él hace que su sol salga sobre malos y buenos; y envía lluvia sobre justos e injustos.
  46   Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también así los publicanos?
  47   Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos?
  48   Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

 
Mateo 6
 
  1   Mirad que no hagáis vuestras limosnas delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tenéis recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.
  2   Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; de cierto os digo: Ya tienen su recompensa.
  3   Mas cuando tú des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha.
  4   Que tu limosna sea en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, Él te recompensará en público.
  5   Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres. De cierto os digo: Ya tienen su recompensa.
  6   Mas tú, cuando ores, entra en tu alcoba, y cerrada tu puerta ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.
  7   Y cuando ores, no uses vanas repeticiones, como hacen los gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.
  8   No seáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
  9   Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.
  10   Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como en el cielo.
  11   El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
  12   Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
  13   Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por siempre. Amén.
  14   Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros.
  15   Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
  16   Y cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; que demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su recompensa.
  17   Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro;
  18   para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.
  19   No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan.
  20   Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla, ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
  21   Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
  22   La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
  23   Mas si tu ojo fuere maligno, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuánto más lo serán las mismas tinieblas?
  24   Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno, y amará al otro; o apreciará al uno, y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
  25   Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
  26   Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?
  27   ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
  28   Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;
  29   pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
  30   Y si a la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
  31   Por tanto, no os afanéis, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
  32   Porque los gentiles buscan todas estas cosas; mas vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas tenéis necesidad.
  33   Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
  34   Así que, no os afanéis por el mañana, que el mañana traerá su afán. Bástele al día su propio mal.

 
Mateo 7
 
  1   No juzguéis, para que no seáis juzgados.
  2   Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os volverán a medir.
  3   ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu propio ojo?
  4   ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí, una viga en tu propio ojo?
  5   ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, entonces mirarás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.
  6   No deis lo santo a los perros; ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
  7   Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
  8   Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
  9   ¿Y qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo le pidiere pan, le daría una piedra?
  10   ¿O si le pidiere un pez, le daría una serpiente?
  11   Y si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará buenas cosas a los que le pidan?
  12   Así que, todas las cosas que queráis que los hombres os hagan, así también haced vosotros a ellos; porque esto es la ley y los profetas.
  13   Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a perdición y muchos son los que entran por ella.
  14   Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
  15   Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
  16   Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
  17   Así todo buen árbol da buenos frutos, mas el árbol malo da malos frutos.
  18   El árbol bueno no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos.
  19   Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
  20   Así que, por sus frutos los conoceréis.
  21   No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
  22   Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
  23   Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.
  24   Cualquiera, pues, que oye estas mis palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
  25   Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
  26   Y todo el que oye estas mis palabras y no las hace, será comparado al hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
  27   y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó; y fue grande su ruina.
  28   Y fue que, cuando Jesús hubo acabado estas palabras, la gente se maravillaba de su doctrina;
  29   porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

Retorno