Mateo 8-14


 
Mateo 8
 
  1   Y descendiendo Él del monte, grandes multitudes le seguían.
  2   Y he aquí vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
  3   Y Jesús extendiendo su mano le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante fue limpio de su lepra.
  4   Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
  5   Y entrando Jesús en Capernaúm, vino a Él un centurión, rogándole,
  6   y diciendo: Señor, mi siervo yace en casa, paralítico, gravemente atormentado.
  7   Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
  8   Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra, y mi siervo sanará.
  9   Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a éste: Ve, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
  10   Y oyéndolo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
  11   Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos.
  12   Mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
  13   Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho. Y su siervo fue sano en aquella misma hora.
  14   Y vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste, postrada, y con fiebre.
  15   Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
  16   Y caída la tarde, trajeron a Él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los espíritus, y sanó a todos los que estaban enfermos:
  17   Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
  18   Y viendo Jesús a una gran multitud alrededor de sí, mandó que pasasen al otro lado.
  19   Y cierto escriba vino y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que fueres.
  20   Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.
  21   Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.
  22   Pero Jesús le dijo: Sígueme; y deja que los muertos entierren a sus muertos.
  23   Y cuando Él hubo entrado en una barca, sus discípulos le siguieron.
  24   Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; mas Él dormía.
  25   Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos.
  26   Y Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza.
  27   Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué clase de hombre es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
  28   Y cuando Él llegó a la otra ribera, a la región de los gergesenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.
  29   Y he aquí, clamaron diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
  30   Y lejos de ellos, estaba paciendo un hato de muchos puercos.
  31   Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de puercos.
  32   Y Él les dijo: Id. Y ellos saliendo, se fueron a aquel hato de puercos; y he aquí, todo el hato de puercos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas.
  33   Y los que los apacentaban huyeron; y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había acontecido con los endemoniados.
  34   Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos.

 
Mateo 9
 
  1   Y entrando Él en una barca, pasó al otro lado, y vino a su ciudad.
  2   Y he aquí, le trajeron a un paralítico echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, ten ánimo, tus pecados te son perdonados.
  3   Y he aquí, ciertos de los escribas decían dentro de sí: Éste blasfema.
  4   Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
  5   Porque, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
  6   Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados ( dijo entonces al paralítico ): Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
  7   Entonces él se levantó y se fue a su casa.
  8   Pero cuando las multitudes vieron esto, se maravillaron y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
  9   Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos; y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y le siguió.
  10   Y aconteció que estando Él sentado a la mesa en la casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que habían venido, se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos.
  11   Y cuando vieron esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
  12   Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
  13   Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
  14   Entonces vinieron a Él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
  15   Y Jesús les dijo: ¿Pueden, los que están de bodas, entristecerse entre tanto que el esposo está con ellos? Mas los días vendrán, cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
  16   Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.
  17   Tampoco echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; mas echan el vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
  18   Hablándoles Él estas cosas, he aquí vino un principal y le adoró, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
  19   Y Jesús se levantó, y le siguió, y sus discípulos.
  20   Y he aquí una mujer que estaba enferma de flujo de sangre por ya doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto.
  21   Porque decía dentro de sí: Si tan sólo tocare su manto, seré sana.
  22   Mas Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.
  23   Y cuando Jesús llegó a casa del principal, y vio los tañedores de flautas, y la gente que hacía bullicio,
  24   les dijo: Apartaos, que la muchacha no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de Él.
  25   Mas cuando hubieron echado fuera a la gente, entró, y la tomó de la mano, y la muchacha se levantó.
  26   Y la fama de esto salió por toda aquella tierra.
  27   Y partiendo Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
  28   Y llegado a casa, los ciegos vinieron a Él; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le dijeron: Sí, Señor.
  29   Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
  30   Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
  31   Pero cuando ellos salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
  32   Y al salir ellos, he aquí, le trajeron a un hombre mudo, endemoniado.
  33   Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y las multitudes se maravillaron, diciendo: Jamás se había visto cosa semejante en Israel.
  34   Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
  35   Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y todo achaque en el pueblo.
  36   Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.
  37   Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
  38   Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

 
Mateo 10
 
  1   Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y sanasen toda enfermedad y toda dolencia.
  2   Y los nombres de los doce apóstoles son estos: El primero, Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano,
  3   Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre Tadeo,
  4   Simón el cananita, y Judas Iscariote, quien también le entregó.
  5   A estos doce envió Jesús, y les mandó, diciendo: No vayáis por camino de los gentiles, y no entréis en ciudad de samaritanos,
  6   sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
  7   Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
  8   Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
  9   No os proveáis oro, ni plata, ni cobre en vuestras bolsas;
  10   ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bordón; porque el obrero digno es de su alimento.
  11   Y en cualquier ciudad o aldea donde entréis, inquirid quién en ella sea digno, y quedad allí hasta que salgáis.
  12   Y cuando entréis en una casa, saludadla.
  13   Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros.
  14   Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies.
  15   De cierto os digo: En el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad.
  16   He aquí yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, sabios como serpientes, y sencillos como palomas.
  17   Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán.
  18   Y seréis llevados ante reyes y gobernadores por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles.
  19   Mas cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquella misma hora, os será dado lo que habéis de hablar.
  20   Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
  21   Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los harán morir.
  22   Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre, mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
  23   Y cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo: No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, sin que haya venido el Hijo del Hombre.
  24   El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.
  25   Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?
  26   Así que, no les temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.
  27   Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
  28   Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a Aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
  29   ¿No se venden dos pajarillos por un cuadrante? Y ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.
  30   Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
  31   Así que, no temáis; de más estima sois vosotros que muchos pajarillos.
  32   Cualquiera, pues, que me confesare delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en el cielo.
  33   Y cualquiera que me negare delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en el cielo.
  34   No penséis que he venido para meter paz en la tierra; no he venido para meter paz, sino espada.
  35   Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.
  36   Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa.
  37   El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.
  38   Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
  39   El que hallare su vida, la perderá; mas el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
  40   El que a vosotros recibe, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
  41   El que recibe a un profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo en nombre de justo, recompensa de justo recibirá.
  42   Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

 
Mateo 11
 
  1   Y aconteció que acabando Jesús de dar comisión a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
  2   Y oyendo Juan en la prisión los hechos de Cristo, envió dos de sus discípulos,
  3   diciéndole: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
  4   Y respondiendo Jesús les dijo: Id, y decid a Juan las cosas que oís y veis.
  5   Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es predicado el evangelio.
  6   Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí.
  7   Y yéndose ellos, comenzó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
  8   ¿O qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de ropas delicadas? He aquí, los que visten ropas delicadas, en las casas de los reyes están.
  9   Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
  10   Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará tu camino delante de ti.
  11   De cierto os digo: Entre los nacidos de mujer jamás se levantó otro mayor que Juan el Bautista; pero el que es menor en el reino de los cielos, mayor es que él.
  12   Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
  13   Porque todos los profetas y la ley, hasta Juan profetizaron.
  14   Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
  15   El que tiene oídos para oír, oiga.
  16   Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
  17   diciendo: Os tañimos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.
  18   Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
  19   Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Mas la sabiduría es justificada de sus hijos.
  20   Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades donde la mayoría de sus milagros habían sido hechos, porque no se habían arrepentido, diciendo:
  21   ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si los milagros hechos en vosotras, se hubiesen hecho en Tiro y en Sidón, hace mucho que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza.
  22   Por tanto os digo: En el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
  23   Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres levantada, hasta el infierno serás abajada; porque si en Sodoma hubiesen sido hechos los milagros hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
  24   Por tanto te digo, que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.
  25   En aquel tiempo, respondió Jesús y dijo: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
  26   Sí, Padre, porque así agradó a tus ojos.
  27   Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar.
  28   Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
  29   Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
  30   Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

 
Mateo 12
 
  1   En aquel tiempo iba Jesús por los sembradíos en sábado; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer.
  2   Y viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.
  3   Mas Él les dijo: ¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban;
  4   cómo entró en la casa de Dios, y comió del pan de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes?
  5   ¿O no habéis leído en la ley, cómo los sábados en el templo los sacerdotes profanan el sábado y son sin culpa?
  6   Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí.
  7   Mas si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.
  8   Porque el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado.
  9   Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos:
  10   Y he aquí había un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron para poder acusarle, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
  11   Y Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un pozo en sábado, no le eche mano, y la levante?
  12   Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que es lícito hacer el bien en sábado.
  13   Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.
  14   Entonces salieron los fariseos y tomaron consejo contra Él, de cómo le matarían.
  15   Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí; y grandes multitudes le seguían, y sanaba a todos.
  16   Y les encargaba rigurosamente que no le diesen a conocer:
  17   Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dijo:
  18   He aquí mi siervo, a quien he escogido: Mi amado, en quien se agrada mi alma: Pondré mi Espíritu sobre Él, y a los gentiles anunciará juicio.
  19   No contenderá, ni voceará; ni nadie oirá en las calles su voz.
  20   La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio.
  21   Y en su nombre esperarán los gentiles.
  22   Entonces fue traído a Él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó; de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.
  23   Y todo el pueblo estaba maravillado y decía: ¿No es Éste el Hijo de David?
  24   Mas los fariseos oyéndolo decían: Éste no echa fuera los demonios sino por Belcebú, príncipe de los demonios.
  25   Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.
  26   Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?
  27   Y si yo por Belcebú echo fuera los demonios, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
  28   Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros.
  29   De otra manera, ¿cómo puede uno entrar a la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al hombre fuerte? Y entonces podrá saquear su casa.
  30   El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
  31   Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada a los hombres.
  32   Y a cualquiera que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este mundo, ni en el venidero.
  33   O haced el árbol bueno y su fruto bueno, o haced el árbol malo y su fruto malo, porque el árbol por su fruto es conocido.
  34   ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
  35   El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.
  36   Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que el hombre hablare, de ella dará cuenta en el día del juicio.
  37   Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
  38   Entonces respondieron unos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro querríamos ver de ti señal.
  39   Mas Él respondió y les dijo: La generación perversa y adúltera demanda señal; mas señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.
  40   Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches; así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.
  41   Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí, uno mayor que Jonás en este lugar.
  42   La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí, uno mayor que Salomón en este lugar.
  43   Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.
  44   Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.
  45   Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
  46   Y cuando Él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y querían hablar con Él.
  47   Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y quieren hablar contigo.
  48   Y respondiendo Él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
  49   Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
  50   Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, y hermana, y madre.

 
Mateo 13
 
  1   Y aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar.
  2   Y grandes multitudes se juntaron a Él, y entrando Él en una barca, se sentó, y toda la multitud estaba a la ribera.
  3   Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
  4   Y cuando sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
  5   Y parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó luego, porque no tenía profundidad de tierra;
  6   mas salido el sol; se quemó, y porque no tenía raíz, se secó.
  7   Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
  8   Mas parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.
  9   El que tiene oídos para oír, oiga.
  10   Entonces vinieron los discípulos, y le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
  11   Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado el saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
  12   Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado
  13   Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
  14   Y en ellos se cumple la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, mas no percibiréis.
  15   Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.
  16   Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos porque oyen.
  17   Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
  18   Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador.
  19   Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino.
  20   Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al instante la recibe con gozo,
  21   pero no tiene raíz en sí, sino que es temporal; pues cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego se ofende.
  22   Y el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este mundo, y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
  23   Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la palabra y la entiende, y lleva fruto; y lleva uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta por uno.
  24   Les relató otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo;
  25   pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
  26   Y cuando la hierba salió y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
  27   Y vinieron los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
  28   Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
  29   Mas él dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
  30   Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y en el tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.
  31   Otra parábola les relató, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
  32   el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, tal, que vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas.
  33   Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
  34   Todas estas cosas habló Jesús por parábolas a la multitud, y sin parábolas no les hablaba;
  35   para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta que dijo: En parábolas abriré mi boca; Enunciaré cosas que han estado escondidas desde la fundación del mundo.
  36   Entonces Jesús despidió a la multitud, y se fue a casa, y sus discípulos vinieron a Él, y le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
  37   Respondiendo Él les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;
  38   El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; y la cizaña son los hijos del malo.
  39   El enemigo que la sembró, es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
  40   Así como la cizaña es recogida y quemada en el fuego; así será en el fin de este mundo.
  41   El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todo lo que hace tropezar, y a los que hacen iniquidad;
  42   Y los lanzarán al horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
  43   Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
  44   Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; el cual hallándolo un hombre, lo esconde, y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
  45   También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas;
  46   el cual, hallando una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
  47   Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que fue echada en el mar, y atrapó de toda clase;
  48   la cual llenándose, la sacaron a la orilla, y sentados, recogieron lo bueno en cestas, y lo malo echaron fuera.
  49   Así será en el fin del mundo; los ángeles vendrán, y apartarán a los malos de entre los justos,
  50   y los lanzarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
  51   Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
  52   Entonces Él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
  53   Y aconteció que acabando Jesús estas parábolas, se fue de allí.
  54   Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene Éste esta sabiduría y estos milagros?
  55   ¿No es Éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?
  56   ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene Éste todas estas cosas?
  57   Y se escandalizaban en Él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
  58   Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

 
Mateo 14
 
  1   En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó de la fama de Jesús.
  2   Y dijo a sus siervos: Éste es Juan el Bautista; él ha resucitado de los muertos, y por eso maravillas se manifiestan en él.
  3   Porque Herodes había prendido a Juan, y le había aprisionado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano,
  4   porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
  5   Y quería matarle, pero temía al pueblo, porque le tenían como a profeta.
  6   Mas celebrándose el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de ellos, y agradó a Herodes;
  7   por lo cual él prometió con juramento darle cualquier cosa que ella pidiese.
  8   Y ella, siendo instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
  9   Entonces el rey se entristeció, mas por causa del juramento, y de los que estaban sentados con él a la mesa, mandó que se la diesen,
  10   y envió decapitar a Juan en la cárcel.
  11   Y fue traída su cabeza en un plato y fue dada a la damisela, y ésta la presentó a su madre.
  12   Entonces vinieron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron, y fueron y dieron las nuevas a Jesús.
  13   Y oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto, apartado; y cuando el pueblo lo oyó, le siguió a pie de las ciudades.
  14   Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
  15   Y cuando fue la tarde, sus discípulos vinieron a Él, diciendo: Éste es un lugar desierto, y la hora es ya pasada; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y compren para sí de comer.
  16   Mas Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
  17   Y ellos le dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
  18   Y Él les dijo: Traédmelos acá.
  19   Entonces mandó a la multitud recostarse sobre la hierba, y tomó los cinco panes y los dos peces, y mirando hacia el cielo, bendijo; y partió y dio los panes a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.
  20   Y comieron todos, y se saciaron; y de los pedazos que sobraron, alzaron doce canastos llenos.
  21   Y los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
  22   Y luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en una barca e ir delante de Él al otro lado, mientras Él despedía a las multitudes.
  23   Y despedidas las multitudes, subió al monte a orar aparte. Y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
  24   Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.
  25   Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
  26   Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.
  27   Mas luego Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
  28   Entonces le respondió Pedro, diciendo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
  29   Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
  30   Pero viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
  31   Y al instante Jesús, extendiendo su mano, trabó de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
  32   Y cuando ellos entraron en la barca, se calmó el viento.
  33   Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.
  34   Y cruzando al otro lado, vinieron a la tierra de Genezaret.
  35   Y cuando le reconocieron los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a Él todos los enfermos,
  36   y le rogaban que les dejase tocar tan sólo el borde de su manto; y todos los que le tocaban, quedaban sanos.

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