Romanos 1-8


 
Romanos 1
 
  1   Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,
  2   que Él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras,
  3   tocante a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que fue hecho de la simiente de David según la carne,
  4   y que fue declarado ser el Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,
  5   por quien recibimos la gracia y el apostolado, para obediencia de la fe en todas las naciones, por su nombre;
  6   entre los cuales estáis también vosotros, los llamados de Jesucristo.
  7   A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
  8   Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo acerca de todos vosotros, de que en todo el mundo se habla de vuestra fe.
  9   Porque testigo me es Dios, al cual sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones,
  10   rogando que de alguna manera ahora al fin, por la voluntad de Dios, haya de tener próspero viaje para ir a vosotros.
  11   Porque deseo veros, para impartiros algún don espiritual, para que seáis afirmados,
  12   esto es, para que sea yo confortado juntamente con vosotros por la fe mutua, mía y vuestra.
  13   Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros ( pero hasta ahora he sido estorbado ) para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los otros gentiles.
  14   A griegos y a bárbaros; a sabios y a no sabios soy deudor.
  15   Así que, en cuanto a mí, presto estoy a predicar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
  16   Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
  17   Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe en fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
  18   Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia detienen la verdad;
  19   porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto; porque Dios se lo manifestó.
  20   Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y Divinidad, son claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; así que no tienen excusa.
  21   Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se envanecieron en sus discursos, y su necio corazón fue entenebrecido.
  22   Profesando ser sabios, se hicieron necios,
  23   y cambiaron la gloria del Dios incorruptible, en semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos, y de reptiles.
  24   Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, a las concupiscencias de sus corazones, a que deshonrasen entre sí sus propios cuerpos,
  25   ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.
  26   Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza;
  27   y así también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, recibiendo en sí mismos la recompensa que convino a su extravío.
  28   Y como no les pareció retener a Dios en su conocimiento, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer lo que no conviene;
  29   estando atestados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad; llenos de envidias, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades;
  30   murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres;
  31   necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
  32   quienes conociendo el juicio de Dios, que los que hacen tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que aun consienten a los que las hacen.

 
Romanos 2
 
  1   Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; porque en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
  2   Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que hacen tales cosas es según verdad.
  3   ¿Y piensas esto, oh hombre, que juzgas a los que hacen tales cosas y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
  4   ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, y paciencia y longanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?
  5   Mas por tu dureza, y tu corazón no arrepentido, atesoras ira para ti mismo, para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios;
  6   El cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
  7   A los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, vida eterna.
  8   Pero indignación e ira, a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, antes obedecen a la injusticia.
  9   Tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente, y también el griego.
  10   Pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente, y también al griego.
  11   Porque no hay acepción de personas para con Dios.
  12   Porque todos los que sin ley pecaron, sin ley también perecerán, y todos los que en la ley pecaron, por la ley serán juzgados.
  13   Porque no son los oidores de la ley los justos para con Dios, mas los hacedores de la ley serán justificados.
  14   Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, no teniendo ley, son ley a sí mismos,
  15   mostrando ellos, la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y sus pensamientos, acusándose o aun excusándose unos a otros,
  16   en el día en que Dios juzgará por Jesucristo, los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
  17   He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,
  18   y conoces su voluntad, y apruebas lo mejor; siendo instruido por la ley;
  19   y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
  20   instructor de los ignorantes, maestro de niños, que tienes la forma del conocimiento, y de la verdad en la ley.
  21   Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?
  22   Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
  23   Tú que te jactas de la ley, al infringir la ley, ¿deshonras a Dios?
  24   Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros, como está escrito.
  25   Porque la circuncisión ciertamente aprovecha si guardares la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión es hecha incircuncisión.
  26   De manera que, si el incircunciso guardare la justicia de la ley, ¿no será su incircuncisión contada como circuncisión?
  27   Así que, el que es incircunciso por naturaleza, si cumpliere la ley, ¿no te juzgará a ti que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley?
  28   Porque no es judío el que lo es por fuera; ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
  29   sino que es judío el que lo es en el interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; cuya alabanza no es de los hombres, sino de Dios.

 
Romanos 3
 
  1   ¿Qué ventaja, pues, tiene el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?
  2   Mucho, en todas maneras. Primero, porque ciertamente a ellos les ha sido confiada la palabra de Dios.
  3   ¿Y qué si algunos de ellos no han creído? ¿La incredulidad de ellos hará nula la fe de Dios?
  4   ¡En ninguna manera¡ Antes sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado.
  5   Y si nuestra injusticia encarece la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será Dios injusto que da castigo? ( Hablo como hombre. )
  6   ¡En ninguna manera! De otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
  7   Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
  8   ¿Y por qué no decir ( como somos difamados, y algunos afirman que decimos ): Hagamos males para que vengan bienes? La condenación de los cuales es justa.
  9   ¿Qué, pues? ¿Somos mejores que ellos? En ninguna manera; porque ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
  10   Como está escrito: No hay justo, ni aun uno.
  11   No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.
  12   Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
  13   Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan, veneno de áspides hay debajo de sus labios;
  14   cuya boca está llena de maldición y de amargura;
  15   sus pies, prestos para derramar sangre;
  16   destrucción y miseria hay en sus caminos;
  17   y camino de paz no han conocido.
  18   No hay temor de Dios delante de sus ojos.
  19   Pero sabemos que todo lo que la ley dice, a los que están bajo la ley lo dice; para que toda boca se tape, y todo el mundo sea hallado culpable delante de Dios.
  20   Por tanto, por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él; porque por la ley es el conocimiento del pecado.
  21   Mas ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios es manifestada, siendo testificada por la ley y los profetas;
  22   la justicia de Dios que es por la fe de Jesucristo para todos, y sobre todos los que creen; porque no hay diferencia;
  23   por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios;
  24   siendo justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús;
  25   a quien Dios ha puesto en propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia por la remisión de los pecados pasados, en la paciencia de Dios,
  26   para manifestar su justicia en este tiempo; para que Él sea justo, y el que justifica al que cree en Jesús.
  27   ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿De las obras? No, sino por la ley de la fe.
  28   Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
  29   ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
  30   Porque uno es Dios, el cual justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe, a los de la incircuncisión.
  31   ¿Entonces invalidamos la ley por la fe? ¡En ninguna manera! Antes confirmamos la ley.

 
Romanos 4
 
  1   ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
  2   Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse; pero no delante de Dios.
  3   Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
  4   Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.
  5   Mas al que no obra, pero cree en Aquél que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
  6   Como David también describe la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin las obras,
  7   diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
  8   Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputará pecado.
  9   ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
  10   ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando él en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
  11   Y recibió la señal de la circuncisión, el sello de la justicia de la fe que tuvo siendo aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados; a fin de que también a ellos les sea imputada la justicia;
  12   y padre de la circuncisión, a los que son, no sólo de la circuncisión sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
  13   Porque la promesa de que él sería heredero del mundo, no fue dada a Abraham o a su simiente por la ley, sino por la justicia de la fe.
  14   Porque si los que son de la ley son los herederos, vana es la fe, y anulada es la promesa.
  15   Porque la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
  16   Por tanto, es por la fe, para que sea por gracia; a fin de que la promesa sea firme a toda simiente; no sólo al que es de la ley, sino también al que es de la fe de Abraham; el cual es padre de todos nosotros
  17   ( como está escrito: Padre de muchas naciones, te he hecho ) delante de Dios, a quien creyó; el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
  18   El cual creyó en esperanza contra esperanza, para venir a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que le había sido dicho: Así será tu simiente.
  19   Y no se debilitó en la fe, ni consideró su cuerpo ya muerto ( siendo ya como de cien años ), ni la matriz muerta de Sara.
  20   Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que fue fortalecido en fe, dando gloria a Dios,
  21   plenamente convencido que todo lo que Él había prometido, era también poderoso para hacerlo;
  22   por lo cual también le fue imputado por justicia.
  23   Y que le fue imputado, no fue escrito solamente por causa de él,
  24   sino también por nosotros, a quienes será imputado, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor;
  25   el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

 
Romanos 5
 
  1   Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
  2   por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
  3   Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
  4   y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
  5   y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.
  6   Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
  7   Porque apenas morirá alguno por un justo; con todo pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
  8   Mas Dios encarece su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
  9   Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira.
  10   Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo; mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
  11   Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
  12   Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
  13   Porque antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero no se imputa pecado no habiendo ley.
  14   No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán; el cual es figura del que había de venir.
  15   Así también fue el don, mas no como el pecado. Porque si por el pecado de uno muchos murieron, mucho más la gracia de Dios abundó para muchos, y el don de gracia por un hombre, Jesucristo.
  16   Y el don, no fue como por uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino por uno para condenación, mas el don es de muchos pecados para justificación.
  17   Porque si por un pecado reinó la muerte, por uno; mucho más los que reciben la gracia abundante y el don de la justicia reinarán en vida por uno, Jesucristo.
  18   Así que, como por el pecado de uno vino la condenación a todos los hombres, así también, por la justicia de uno, vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida.
  19   Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.
  20   Y la ley entró para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
  21   para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.

 
Romanos 6
 
  1   ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
  2   ¡En ninguna manera! Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
  3   ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
  4   Porque somos sepultados con Él en la muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
  5   Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la de su resurrección;
  6   sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
  7   Porque el que ha muerto, libre es del pecado.
  8   Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con Él;
  9   sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre Él.
  10   Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez; pero en cuanto vive, para Dios vive.
  11   Así consideraos también vosotros, muertos en verdad al pecado, pero vivos para Dios por Jesucristo nuestro Señor.
  12   No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias;
  13   ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad; sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
  14   Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
  15   ¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera!
  16   ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel al que obedecéis; ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?
  17   Mas a Dios gracias, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
  18   y libertados del pecado, viniste a ser siervos de la justicia.
  19   Hablo humanamente, por causa de la debilidad de vuestra carne; que así como presentasteis vuestros miembros como siervos a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora presentéis vuestros miembros como siervos a la justicia y a la santidad.
  20   Porque cuando erais esclavos del pecado, libres erais de la justicia.
  21   ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
  22   Mas ahora, libertados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santidad, y por fin la vida eterna.
  23   Porque la paga del pecado es muerte; mas el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

 
Romanos 7
 
  1   ¿O ignorais hermanos ( pues hablo a aquellos que conocen la ley ), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?
  2   Porque la mujer que tiene marido está ligada por la ley a su marido mientras él vive; mas si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
  3   Así que, si viviendo su marido, se casare con otro hombre, será llamada adúltera; mas si muriere su marido, ella queda libre de la ley, y si se casa con otro hombre no será adúltera.
  4   Así también vosotros mis hermanos, sois muertos a la ley por el cuerpo de Cristo; para que seáis de otro, de Aquél que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
  5   Porque mientras estábamos en la carne, la influencia del pecado, que era por la ley, obraba en nuestros miembros llevando fruto para muerte;
  6   mas ahora libres somos de la ley, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, para que sirvamos en novedad de espíritu, y no en lo antiguo de la letra.
  7   ¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡En ninguna manera! Al contrario, yo no hubiera conocido el pecado a no ser por la ley: Porque no conociera la codicia si la ley no dijera: No codiciarás.
  8   Pero el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia, porque sin la ley el pecado estaba muerto.
  9   Y antes yo vivía sin ley, pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
  10   Y el mandamiento que era para vida, yo encontré que era para muerte.
  11   Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
  12   De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo, y bueno.
  13   ¿Entonces lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? ¡En ninguna manera! Pero el pecado, para mostrarse pecado, obró muerte en mí por lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento, el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
  14   Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido bajo pecado.
  15   Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero; sino lo que aborrezco, aquello hago.
  16   Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
  17   De manera que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí.
  18   Y yo sé que en mí ( esto es en mi carne ) no mora el bien; porque en mí está el querer, mas no el hacer.
  19   Porque no hago el bien que quiero; sino el mal que no quiero, éste hago.
  20   Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí.
  21   Hallo, pues, esta ley, que cuando quiero hacer el bien, el mal está en mí.
  22   Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
  23   mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
  24   ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
  25   Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado.

 
Romanos 8
 
  1   Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
  2   Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
  3   Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
  4   para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
  5   Porque los que son de la carne, en las cosas de la carne piensan; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
  6   Porque el ocuparse de la carne es muerte, mas el ocuparse del espíritu, es vida y paz.
  7   Porque la mente carnal es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.
  8   Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
  9   Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él.
  10   Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado; pero el Espíritu vive a causa de la justicia.
  11   Y si el Espíritu de Aquél que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros; el que levantó a Cristo de entre los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
  12   Así que hermanos, deudores somos, no a la carne para que vivamos conforme a la carne.
  13   Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
  14   Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
  15   Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba Padre.
  16   El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
  17   Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo; si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos también glorificados.
  18   Porque tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son dignas de comparar con la gloria que en nosotros ha de ser manifestada.
  19   Porque el anhelo ardiente de las criaturas, espera la manifestación de los hijos de Dios.
  20   Porque las criaturas fueron sujetas a vanidad, no voluntariamente sino por causa de aquel que las sujetó en esperanza,
  21   porque las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de corrupción, en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
  22   Porque sabemos que toda la creación gime a una, y está en dolores de parto hasta ahora;
  23   y no sólo ella, sino que también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, esto es, la redención de nuestro cuerpo.
  24   Porque en esperanza somos salvos; mas la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve ¿por qué esperarlo aún?
  25   Mas si lo que no vemos esperamos, con paciencia lo esperamos.
  26   Y asimismo también el Espíritu ayuda en nuestra flaqueza; porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar.
  27   Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
  28   Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados.
  29   Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.
  30   Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
  31   ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?
  32   El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?
  33   ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
  34   ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, y más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
  35   ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
  36   Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.
  37   Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.
  38   Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
  39   ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

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